sábado, 9 agosto 2025

La matanza de Gaza pasa factura entre la izquierda cultural: de Rosalía a Kase.O

La matanza indiscriminada perpetrada por Israel sobre Gaza y sus devastadoras consecuencias están alterando profundamente las dinámicas entre arte, política y mercado. Lo que antes era terreno opcional, posicionarse o no, ahora es casi una obligación moral. La cultura, y en especial los músicos, están en el centro de una batalla simbólica en la que el silencio ya no es una opción.

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El caso del rapero Kase.O y el de la cantante Rosalía muestran dos caras de cómo la izquierda cultural española está lidiando con un conflicto que desborda lo político y alcanza lo ético, lo económico y lo personal.

KASE.O Y SU POLÉMICA POSTURA

Javier Ibarra, más conocido como Kase.O, ha optado por no cancelar su participación en varios festivales gestionados por Superstruct, una promotora controlada por el fondo de inversión KKR, señalado por su vinculación con intereses proisraelíes.

A pesar de los crecientes llamados al boicot por parte de artistas, activistas y parte del público, el rapero decidió actuar. Tras verse linchado en redes, el rapero ha expresado su dolor por las masacres en Gaza, prometió donar una parte sustancial de sus ganancias a causas propalestinas y, en su mayor error, aseguró que no creía que no actuar «salve ninguna vida».

Lejos de acallar las críticas, su postura ha levantado ampollas tras décadas lamentando que «esto» (por las guerras) «no se para». Aunque algunos valoran su pragmatismo, otros consideran que seguir participando en eventos financiados por fondos ligados a Israel debilita su mensaje.

ROSALÍA SE POSICIONA A EMPUJONES

Por su parte, Rosalía ha quedado envuelta en la polémica sin buscarlo directamente. El diseñador Miguel Adrover, referente del activismo desde la moda, se negó a trabajar con ella por su «silencio» ante la masacre en Gaza.

Rosalia Moncloa
Rosalía. Foto: Europa Press.

Ante la presión, Rosalía publicó un comunicado en el que lamentaba la violencia y condenaba las muertes de inocentes. Sin embargo, evitó una mención explícita a Israel o a términos como «genocidio», lo cual resulta muy llamativo, o «apartheid», lo que fue interpretado por muchos como un intento de nadar entre dos aguas.

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Afirmó que no usa sus redes como un diario político, y llamó a no «señalar horizontalmente» entre artistas, sino apuntar hacia «quienes deciden y tienen poder de acción». Aunque su comunicado fue recibido con alivio por algunos seguidores, el tono general fue de decepción.

Se le acusó de falta de contundencia y de adoptar una postura tibia que, en lugar de calmar las aguas, dejó al descubierto la creciente exigencia de una opinión clara en tiempos de crisis humanitaria.

LA IZQUIERDA CULTURAL SE VE OBLIGADA A MOJARSE

El caso de Rosalía es paradigmático de una transformación más amplia: el fin del artista neutral. En una era marcada por conflictos visibles y narrativas globales en tiempo real, se espera que las figuras públicas, especialmente aquellas que han capitalizado una imagen de vanguardia o compromiso social, se posicionen con claridad.

No hacerlo ya no se percibe como prudencia, sino como complicidad. Durante décadas, el mainstream permitió a muchos artistas mantenerse al margen de la política. Pero hoy, con un público más informado y exigente, el compromiso vuelve a ser casi una condición para la legitimidad cultural.

¿NEUTRALIDAD TRAS MÁS DE 60.000 ASESINATOS?

Para algunas voces, tras 60.000 asesinatos perpetrados por Israel, no pronunciarse no es sinónimo de neutralidad: es una posición en sí misma, muchas veces entendida como apoyo tácito a esta salvaje matanza.

El caso de los festivales comprados por KKR ha destapado una incómoda realidad: gran parte de la oferta cultural está cada vez más en manos de grandes fondos de inversión con intereses geopolíticos tan escasamente edificantes como Israel.

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