lunes, 11 agosto 2025

No es Málaga, es Huesca: descubre el ‘Caminito del Rey acuático’ que recorre el cañón más espectacular de Alquézar

Imagina un Caminito del Rey donde el vértigo de los puentes colgantes se mezcla con el murmullo de un río de aguas turquesas que te invita a un chapuzón. Esa fantasía existe, y no está en Málaga, sino en el corazón del Prepirineo aragonés, en la espectacular villa de Alquézar. Este recorrido, excavado en la roca viva, desafía la gravedad y te sumerge en un paisaje que parece sacado de una película de aventuras. Piénsalo bien, una ruta donde no solo miras el abismo, sino que también puedes tocar el agua, y es que la gran diferencia con otros senderos aéreos es que aquí el río Vero es un compañero de viaje constante.

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La sensación de caminar sobre esas pasarelas metálicas, con el cañón abriéndose a tus pies y el sonido del agua erosionando la piedra desde hace milenios, es algo que se queda grabado en la memoria. No es solo una ruta de senderismo, es una inmersión total en la fuerza de la naturaleza en estado puro, un lugar donde te sientes pequeño y afortunado. Muchos vienen buscando una descarga de adrenalina, pero se van con algo más, y es que el verdadero regalo de esta joya del Somontano es la belleza salvaje de un cañón que ha sido modelado por el agua durante eones, un espectáculo geológico que te conecta directamente con la historia del planeta.

¿UN CAMINITO DEL REY PASADO POR AGUA?

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La comparación es inevitable y, en cierto modo, muy acertada. Ambos recorridos comparten esa emoción de caminar por senderos que parecen imposibles, suspendidos en el vacío y anclados a paredes verticales que quitan el aliento. Sin embargo, las Pasarelas del Vero en Alquézar juegan en otra liga, una más refrescante y salvaje.

La gran diferencia no está en la altura, sino en el elemento que da vida a todo el paisaje. En lugar de un desfiladero seco, aquí te acompaña el río, y es que esta ruta por el río Vero permite combinar la emoción de la altura con la posibilidad de bañarse en piscinas naturales de color esmeralda, una experiencia que fusiona la aventura con el placer más puro del verano.

Esta ruta no exige ser un montañero experto para disfrutarla, sino simplemente tener ganas de asombrarse. El recorrido está perfectamente acondicionado y es seguro, lo que lo convierte en un plan ideal para quienes buscan una experiencia diferente sin necesidad de material de escalada.

El camino te guía a través de un laberinto de roca, puentes y escaleras que descienden hasta el mismo cauce del río, de modo que la sensación de aventura es accesible para un público mucho más amplio que el de la alta montaña, convirtiendo este enclave de Huesca en un destino perfecto para una escapada activa y sorprendente. Aquí el único requisito es no tener miedo a mirar hacia abajo y dejarte llevar por la belleza del entorno.

EL PUEBLO QUE VIGILA EL CAÑÓN DESDE HACE SIGLOS

Pero la experiencia no termina en el río. Colgada de un risco como un nido de águila, la villa medieval de Alquézar es el prólogo y el epílogo perfecto para esta aventura. Pasear por sus calles empedradas es como viajar en el tiempo, a una época de fortalezas y leyendas. Declarado Conjunto Histórico-Artístico, el pueblo se organiza en torno a su imponente Colegiata de Santa María la Mayor, un antiguo castillo musulmán reconvertido que domina el paisaje.

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Desde sus murallas, la vista del cañón es sobrecogedora, y es que la villa y el cañón forman una unidad indivisible donde la arquitectura humana parece una extensión de la propia roca, un diálogo entre historia y geología que se ha mantenido intacto durante siglos.

Perderse por su laberinto de callejuelas es un placer para los sentidos. Cada rincón es una postal: casas de piedra con tejados de losa, soportales umbríos, escudos nobiliarios grabados en las fachadas y balcones repletos de geranios que ponen una nota de color sobre la piedra ocre. No es de extrañar que forme parte de la asociación de «Los Pueblos más Bonitos de España», porque la belleza de Alquézar reside en su autenticidad y en cómo ha sabido conservar su esencia medieval sin convertirse en un parque temático, ofreciendo una atmósfera mágica, especialmente al atardecer, cuando la luz dorada baña las piedras y el silencio se adueña del lugar.

LAS PASARELAS DEL VERO: UN VIAJE AL CORAZÓN DE LA TIERRA

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El descenso hacia las pasarelas comienza desde el propio pueblo, un camino que poco a poco te aleja del murmullo de la civilización y te sumerge en el abrazo del cañón. El primer tramo ya te pone en situación, con escaleras que serpentean por la ladera hasta dejarte a los pies del gigante de piedra.

Y entonces, llega el momento clave: el primer paso sobre la pasarela metálica. La sensación es única, y es que caminar por estas estructuras ancladas a la pared vertical te hace sentir suspendido entre el cielo y el agua, una perspectiva completamente nueva del paisaje que te rodea. Es un viaje al interior de la tierra, al corazón mismo del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara.

La ruta avanza en un continuo descubrimiento. Tramos de sendero terrenal se alternan con vertiginosas pasarelas que sobrevuelan pozas de agua transparente y formaciones rocosas caprichosas. El tramo final es, sencillamente, apoteósico. Un puente colgante cruza el río de lado a lado, ofreciendo la panorámica más icónica de todo el recorrido, un lugar donde es imposible no detenerse a hacer una foto. El camino culmina con una subida que te devuelve a la civilización, pero con la retina llena de imágenes imborrables, porque la recompensa final de este itinerario por Alquézar es la sensación de haber conquistado un territorio salvaje y hermoso, un logro personal que va más allá del simple ejercicio físico.

NO TODO ES VÉRTIGO: BAÑOS, LEYENDAS Y BUEN VINO

Aunque las pasarelas son la estrella, la región ofrece mucho más. El propio río Vero es un paraíso para los amantes del agua. A lo largo de su curso, y especialmente en los alrededores de Alquézar, se forman numerosas pozas y badinas de fácil acceso donde el baño se convierte en un ritual sagrado durante los meses de calor. Son auténticas piscinas naturales talladas en la roca, con un agua tan limpia que se pueden ver los peces nadando a tu alrededor. Piénsalo, después del subidón de adrenalina de las pasarelas, la experiencia se completa con un baño relajante en estas aguas cristalinas, un contraste perfecto que convierte la jornada en una experiencia redonda y memorable.

Y cuando el cuerpo pide un descanso, el paladar toma el relevo. Estamos en pleno corazón de la Denominación de Origen Somontano, una de las zonas vinícolas más interesantes de España. Bodegas modernas y tradicionales salpican el paisaje, ofreciendo catas y visitas que maridan a la perfección con la gastronomía local, basada en productos de la tierra como el cordero o las chiretas. Esta escapada al Prepirineo aragonés es un festín para todos los sentidos, porque la riqueza cultural y gastronómica de la zona enriquece la aventura física, demostrando que el turismo rural puede ser a la vez emocionante, delicioso y profundamente auténtico.

GUÍA PRÁCTICA PARA NO PERDERTE NADA EN TU VISITA

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Para disfrutar al máximo de la experiencia, hay un par de cosas que debes tener en cuenta. La mejor época para visitar las pasarelas es la primavera o el otoño, cuando las temperaturas son más suaves y la afluencia de gente es menor. En verano, es aconsejable hacer la ruta a primera hora de la mañana para evitar el calor sofocante del mediodía. El calzado es fundamental, ya que unas zapatillas de senderismo con buena suela son imprescindibles para caminar con seguridad tanto en las pasarelas como en los tramos de roca. No te olvides del bañador, la toalla y una botella de agua, porque la tentación de un chapuzón será irresistible.

La ruta es circular y dura aproximadamente una hora y media, pero tómate tu tiempo. No hay prisa. El verdadero propósito de este viaje a Alquézar no es completar un recorrido, sino vivirlo. Detente, respira, escucha el sonido del agua, siente el sol en la piel y maravíllate con la inmensidad del cañón. El recuerdo que te llevarás a casa no será el del tiempo que tardaste, sino el de la emoción de sentirte parte de un paisaje tan poderoso, y es que la magia de este rincón de Huesca reside en su capacidad para hacerte sentir vivo, para recordarte la belleza abrumadora de nuestro planeta. Y esa sensación, sin duda, vale cada paso del camino.

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