jueves, 14 agosto 2025

La frase de Antonio Recio en ‘La que se avecina’ que no estaba en el guion y que Jordi Sánchez improvisó en una toma: «Nadie se lo esperaba y se quedó para siempre»

La genialidad detrás de Antonio Recio va mucho más allá de un guion medido al milímetro o de las situaciones surrealistas que vive en Mirador de Montepinar. A veces, la magia de la televisión surge donde nadie la espera, en un susurro, en un gesto o en una frase que no estaba escrita en ninguna parte, y es que una de sus frases más icónicas nació de una improvisación total del actor en plató, un destello de genio que cambió la forma de hablar del personaje para siempre.

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Todos conocemos su repertorio de exabruptos y sus delirios de grandeza, pero pocos saben que algunas de las perlas que nos ha regalado el pescadero más famoso de la tele no fueron ideadas por los guionistas. Fue precisamente en una toma, casi por accidente, cuando Jordi Sánchez pronunció unas palabras que no estaban escritas y que definieron la esencia del personaje para los restos, demostrando que la creatividad no entiende de pautas. ¿Qué ocurrió exactamente en ese plató para que un simple cambio de diálogo se convirtiera en historia de nuestra comedia? La respuesta es tan sorprendente como el propio personaje.

EL DÍA QUE LA MAGIA SURGIÓ SIN AVISAR

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Imagina la escena: un día cualquiera de rodaje en los estudios donde se graba la serie. El ritmo es frenético, las tomas se suceden y la presión por clavar cada escena es palpable en el ambiente. Sin embargo, la rutina de grabación a veces abre la puerta a momentos inesperados, y fue durante una escena aparentemente trivial en el portal cuando la chispa saltó, dejando claro que el talento de Jordi Sánchez para dar vida a Antonio Recio iba mucho más allá de memorizar sus líneas. Aquel día no era diferente a otros, pero algo en la energía del momento estaba a punto de cambiarlo todo.

El guion marcaba una discusión más con uno de sus vecinos, probablemente por algún asunto relacionado con la comunidad o una de sus descabelladas iniciativas empresariales. La tensión del personaje crecía y, en un arrebato de pura frustración que solo el Rancio sabe exteriorizar, Sánchez se saltó el diálogo y lanzó una réplica que dejó a todos en silencio, una frase que no figuraba en el guion pero que era tan perfecta, tan intrínsecamente Antonio Recio, que parecía inconcebible que no se les hubiera ocurrido antes a los propios creadores.

¿CUÁL FUE LA FRASE QUE LO CAMBIÓ TODO?

La pregunta que flota en el aire es evidente. ¿Qué palabras exactas salieron de la boca de Jordi Sánchez para provocar tal revuelo? No fue un insulto elaborado ni una de sus famosas arengas patrióticas. La frase que se grabó a fuego en la memoria colectiva fue «¡A ver, que no soy pescadero, soy mayorista!», una aclaración que encapsulaba todo su complejo de superioridad, su necesidad de estatus y su eterna lucha por ser visto no como un simple tendero, sino como un gran empresario. Era la quintaesencia de Antonio Recio en apenas ocho palabras.

Puede parecer un matiz sin importancia, pero en esa frase residía el alma del personaje. No era solo una coletilla graciosa, era una declaración de principios. Esa simple distinción verbal, nacida de la improvisación, se convirtió en el pilar sobre el que se construiría su obsesión por el estatus y el reconocimiento, la misma que le lleva a autoproclamarse «presidente del consejo de sabios» o a referirse a su negocio, Mariscos Recio, como un «imperio». La improvisación no solo funcionó, sino que redefinió a Antonio Recio para siempre.

LA REACCIÓN EN PLATÓ: DE LA SORPRESA A LA CARCAJADA

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El efecto de aquella frase improvisada fue inmediato y demoledor. El equipo técnico y el resto de actores que compartían escena con el personaje de Jordi Sánchez se quedaron mudos durante un segundo, procesando lo que acababan de oír. Fue un silencio denso, de esos que preceden a los grandes momentos, y fue roto por una carcajada unánime al entender la genialidad del momento, la perfecta sintonía entre el actor y la criatura a la que da vida. No era una broma, era la verdad más pura de Antonio Recio saliendo a la luz.

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Tras cortar la toma, la sensación en el estudio era de euforia. Lejos de reprender al actor por salirse del texto, el equipo de dirección comprendió al instante que estaban ante algo especial, un regalo inesperado. Fue el propio director quien, tras la toma, dio la orden de que esa frase improvisada no solo se quedaba, sino que se convertiría en una de las señas de identidad del personaje, pasando a formar parte del canon del icónico vecino del 1ºA. Un golpe de genio que nadie vio venir y que enriqueció la comedia de una forma impagable.

¿POR QUÉ FUNCIONAN TAN BIEN ESTAS IMPROVISACIONES?

No es casualidad que los momentos más memorables de muchas series y películas surjan de la espontaneidad. La clave del éxito de estas salidas de guion radica en que el actor vive y respira tanto al personaje que sus reacciones espontáneas son más auténticas que el propio texto. Jordi Sánchez no interpreta a Antonio Recio, sino que lo canaliza, y por eso sus improvisaciones suenan tan genuinas. Es el resultado de años de convivencia con el personaje, de entender sus motivaciones, sus miedos y, sobre todo, su desmedido ego.

Este fenómeno crea una conexión única con la audiencia. Cuando un actor improvisa y acierta de pleno, el espectador percibe esa frescura y esa verdad, y por eso estas frases improvisadas conectan emocionalmente y se transforman en parte de la cultura popular. Dejan de ser líneas de un guion para convertirse en expresiones que la gente adopta en su día a día. El éxito de Antonio Recio y su papel en ‘La que se avecina’ se debe en gran parte a esa autenticidad que Jordi Sánchez le inyecta, a menudo, cuando las cámaras siguen grabando y el guion ya ha terminado.

EL LEGADO DE UN PERSONAJE QUE TRASPASÓ LA PANTALLA

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Con el paso de los años, Antonio Recio ha dejado de ser un simple personaje de ficción para convertirse en un auténtico icono de nuestra cultura. Su influencia ha sido tal que sus expresiones y su particular visión del mundo han saltado de la ficción a las conversaciones cotidianas de miles de personas, que citan al mayorista más famoso de España para describir situaciones o criticar con sorna ciertos comportamientos. Es el triunfo de una construcción de personaje sólida, llevada al extremo por un actor en estado de gracia.

Pocos personajes logran una hazaña semejante: ser odiado y amado a partes iguales, ser una caricatura y, a la vez, un reflejo incómodo de una parte de nuestra sociedad. Y así, gracias a un chispazo de creatividad en un día cualquiera de rodaje, Jordi Sánchez no solo nos regaló una frase mítica, sino que demostró que los grandes personajes tienen vida propia, una vida que a veces se rebela contra el papel y escribe su propia historia, para deleite de todos los que estamos al otro lado de la pantalla viendo a ese odiado y amado vecino que es, sin duda, el gran Antonio Recio.

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