Comprar un coche eléctrico es, para muchos, la culminación de un sueño y una declaración de intenciones. Te despides de las gasolineras, del ruido del motor de combustión y abrazas un futuro más limpio y silencioso. Durante la primavera y el verano, todo es idílico: la autonomía que marca el panel parece infinita y cada trayecto es una confirmación de haber tomado la decisión correcta. Pero entonces llega el otoño, el primer frío de verdad, y algo cambia. De repente, esa cifra de kilómetros que te daba tanta seguridad se desploma sin previo aviso. ¿Qué está pasando? No es un fallo, y no estás solo, ya que el frío intenso afecta directamente a la química de las baterías de iones de litio, reduciendo temporalmente su capacidad y eficiencia. Es una reacción física, predecible y, lo más importante, reversible y manejable si sabes cómo.
La primera vez que sucede, el pánico es inevitable. Piensas que la batería está defectuosa o que tu flamante coche eléctrico te ha salido «rana». Ves cómo el porcentaje de carga baja a un ritmo preocupante y empiezas a hacer cálculos mentales, temiendo quedarte tirado. Pero, ¿y si te dijera que la culpa no es del todo de la batería, sino de cómo interactuamos con esta nueva tecnología cuando las condiciones cambian? La clave no está en una avería oculta, puesto que la gestión térmica del vehículo desvía una parte importante de la energía a calentar la propia batería para protegerla, lo que reduce la autonomía disponible para la conducción. Entender este mecanismo es el primer paso para dominar la movilidad eléctrica y dejar de sufrir cada vez que el termómetro se acerca a los cero grados. Sigue leyendo, porque la solución es más sencilla y barata de lo que imaginas.
4TRUCOS DE ABUELA PARA UNA BATERÍA DEL SIGLO XXI

Más allá de la tecnología y el estilo de conducción, existen pequeños gestos, casi de sentido común, que tienen un impacto sorprendentemente grande en la autonomía de tu coche eléctrico durante los meses fríos. Uno de los más olvidados es la presión de los neumáticos. El aire se contrae con el frío, por lo que es muy habitual que la presión de las ruedas baje significativamente en otoño e invierno sin que nos demos cuenta. Unos neumáticos con baja presión aumentan la resistencia a la rodadura, lo que obliga al motor a trabajar más para mantener la misma velocidad. Es como intentar correr por la arena en lugar de por el asfalto. Por eso, revisar la presión de los neumáticos una vez al mes en invierno y ajustarla a los valores recomendados por el fabricante puede mejorar la autonomía en más de un 5%. Es un gesto gratuito que lleva dos minutos.
Otro consejo clásico adaptado a la automoción sin humos: aligera el peso. A menudo convertimos el maletero de nuestro coche eléctrico en un almacén rodante. Cadenas de nieve que solo usaremos una vez al año, herramientas que no necesitamos, la compra de hace tres días… Cada kilo de más es un lastre que tu batería tiene que arrastrar, y en invierno, esa penalización se nota mucho más. Lo mismo ocurre con los accesorios exteriores. La baca del techo, por ejemplo, es un enemigo terrible de la aerodinámica. Si no la estás utilizando, desmóntala. La resistencia al viento que genera puede incrementar el consumo energético a velocidades de autopista de forma drástica, así que quitar la baca del techo cuando no se usa reduce la resistencia aerodinámica y ahorra una cantidad sorprendente de energía, especialmente en viajes largos. Son pequeños detalles que, sumados, marcan una gran diferencia.