El sonrojo es una de esas reacciones que parecen traicionarnos en los momentos menos oportunos. Basta con que alguien nos dirija una atención inesperada, que escuchemos un cumplido fuera de lo común o que nos encontremos en una situación incómoda, para que las mejillas comiencen a teñirse de ese característico tono rosado. Aunque muchas veces lo vivimos con vergüenza, la realidad es que el sonrojo no es más que una respuesta natural de nuestro cuerpo, profundamente ligada a las emociones.
Lejos de ser un signo de debilidad, el sonrojo es un reflejo fisiológico que nos recuerda que la piel es también un espejo de lo que sentimos. Puede aparecer en cuestión de segundos y, aunque suele durar poco, deja una huella que a veces nos acompaña durante varios minutos. Para algunos, es un rasgo encantador; para otros, una incomodidad constante que preferirían evitar.
3Aprender a convivir con el sonrojo

Aunque algunos buscan maneras de reducir o disimular el sonrojo, muchas veces la mejor estrategia es aceptarlo como parte de uno mismo y tranquilizarse a la hora de sentirlo. Pero también existen algunas técnicas de respiración para controlarlo un poco, o aprender a desviar la atención o incluso bromear sobre ello, son cosas que pueden ayudar a disminuir la incomodidad que genera.
En la práctica, normalizar el sonrojo es también una forma de liberarse de la presión social. Al final, esta reacción es simplemente una prueba de que sentimos, vivimos y nos conectamos con lo que ocurre a nuestro alrededor. Y en un mundo donde a veces se valora demasiado la apariencia de control, mostrar un poco de humanidad a través de unas mejillas encendidas no es, en absoluto, algo negativo.