En la reciente y trascendental decisión de defensa de España de no adquirir el caza de quinta generación estadounidense F-35 Lightning II, se ha reavivado un debate técnico que va más allá de la política: el enfrentamiento conceptual entre dos de los aviones de combate más avanzados del mundo. La apuesta del Gobierno de Pedro Sánchez por el Eurofighter Typhoon no solo es un respaldo a la industria europea, sino también una declaración sobre la filosofía de guerra aérea que el país considera más apropiada.
La elección entre el Eurofighter y el F-35 no es una mera cuestión de preferencias, sino la disyuntiva entre dos doctrinas militares divergentes: el combate aéreo tradicional y el sigilo de la era digital. Ambas aeronaves representan cimas de la ingeniería, pero sus propósitos y capacidades son radicalmente diferentes, como dos espadas forjadas para duelos distintos.
FURTIVIDAD FRENTE A FUERZA BRUTA
La principal y más fundamental diferencia entre el F-35 y el Eurofighter reside en su concepción. El F-35 es un avión de quinta generación, diseñado desde cero con la furtividad (stealth) como pilar. Su fuselaje, recubrimientos especiales y bahías internas de armamento están meticulosamente diseñados para minimizar su firma de radar, convirtiéndolo en un «asesino invisible». Su misión es penetrar en los espacios aéreos más protegidos y neutralizar amenazas sin ser detectado, confiando en su capacidad para actuar antes de que el enemigo siquiera perciba su presencia.
Por el contrario, el Eurofighter, aunque es un caza de cuarta generación mejorada (4.5), no cuenta con estas capacidades furtivas. Su estrategia es la opuesta: basándose en la fuerza y la agilidad, su firma de radar es mucho mayor. Su éxito depende de la velocidad supersónica y de una maniobrabilidad excepcional para dominar el combate aéreo cerrado o «dogfight». Mientras que el F-35 evita el enfrentamiento directo, el Eurofighter está diseñado para ganarlo.

SISTEMA SENSORIAL SUPERIOR
Aquí es donde el F-35 marca una distancia insalvable. Su suite de sensores es considerada la más avanzada del mundo. Integra un radar AESA, un sistema de apertura distribuida (DAS) que proporciona una visión esférica de 360 grados, y un sistema de apuntado electro-óptico (EOTS). La magia de esta tecnología no es solo la cantidad de datos, sino su capacidad de fusión de información. Toda la inteligencia recopilada por los sensores se consolida en una única interfaz en el casco del piloto, ofreciéndole una conciencia situacional sin precedentes. El piloto del F-35 no solo ve su entorno, lo «siente» a su alrededor, lo que le da una ventaja táctica abrumadora.
Aunque las últimas versiones del Eurofighter han mejorado su aviónica con radares AESA y sistemas avanzados, no alcanzan este nivel de integración. Su capacidad es la de un excelente caza de combate, pero no la de una plataforma de fusión de datos como el F-35, un cerebro táctico en el cielo.
La variante elegida por España para sus futuros aviones de la Armada, el F-35B, posee una característica única: la capacidad de despegue corto y aterrizaje vertical (STOVL). Esta habilidad le permite operar desde portaaviones más pequeños y bases improvisadas, otorgándole una flexibilidad estratégica que el Eurofighter no tiene. Este último, al igual que la mayoría de los cazas, requiere de una pista de despegue y aterrizaje convencional. La ausencia de un sustituto directo para los cazas Harrier de la Armada española, que cuentan con capacidad STOVL, ha sido uno de los debates más intensos en la política de defensa española.

CARGA DE ARMAMENTO Y COSTES
La diferencia en la carga de armamento es otro punto clave. El F-35, para mantener su sigilo, debe llevar sus armas en bahías internas, lo que limita la cantidad que puede transportar. Aunque puede usar soportes externos para misiones no furtivas, esto aumenta su firma de radar, perdiendo su principal ventaja. El Eurofighter, en cambio, no tiene esa limitación. Al no ser furtivo, puede llevar una mayor carga de armamento en soportes externos, lo que lo hace más versátil para misiones que requieren un gran despliegue de misiles y bombas.
Por último, el coste es un factor determinante. La complejidad y la tecnología de vanguardia del F-35 lo convierten en un programa notoriamente caro, tanto en su adquisición como en su mantenimiento. Las horas de vuelo y las reparaciones son significativamente más costosas que las de un Eurofighter, un modelo de fabricación europea que ofrece un mejor control sobre los precios y el soporte logístico para los países del continente.
En conclusión, la decisión de España de apostar por el Eurofighter frente al F-35 es un reflejo de una estrategia que valora la agilidad, la potencia y la autonomía frente a la furtividad y la superioridad tecnológica. Es un pulso entre dos visiones del combate aéreo: el dominio del cielo en un enfrentamiento directo o la invisibilidad para asestar un golpe letal antes de que empiece la batalla.

Soldados del ejército español durante el acto de despedida de los seis Eurofighter del Ala 14