Alberto José (56), chef vasco, confiesa: «Este es el truco para un puré de patatas cremoso, y sólo necesitas 2 ingredientes

• El secreto de la cremosidad no es la leche, sino emulsionar la patata caliente con dados de mantequilla muy fría.
• Evita siempre la batidora, ya que destroza el almidón y crea una textura gomosa y desagradable.

El humilde puré de patatas es el escenario de uno de los mayores dramas culinarios en nuestros hogares. Todos hemos sufrido esa versión triste, acuosa o, peor aún, con grumos rebeldes que se resisten a cualquier intento de sedosidad. Pero, ¿y si te dijera que la solución no está en añadir más leche o nata? A menudo, la clave de una guarnición de patata memorable reside en desaprender todo lo que creíamos saber sobre su preparación.

Se acabó resignarse a un acompañamiento mediocre. Existe una técnica, casi un secreto a voces en las cocinas de alta gastronomía, que transforma por completo el puré de patatas y lo eleva a la categoría de manjar. Y lo más sorprendente es que no requiere aparatos sofisticados ni ingredientes exóticos. El secreto para una crema de patatas inolvidable se esconde en un gesto tan simple como revolucionario que cambiará tu receta para siempre.

¿EL PRINCIPIO DE TODO? LA PATATA QUE LO CAMBIA TODO

Aquí desvelamos el primer pilar para un puré de patatas de categoría superior: la elección del tubérculo.
Aquí desvelamos el primer pilar para un puré de patatas de categoría superior: la elección del tubérculo. Fuente Pexels.

Casi por inercia, cogemos cualquier patata que tenemos a mano, normalmente las más harinosas o para freír. Este es el primer error fatal, ya que estas variedades absorben demasiada agua y su almidón no se comporta como necesitamos. El resultado es una pasta sin gracia, y no la elección incorrecta del tipo de patata es la principal culpable de los purés aguados y sin sabor. Olvida las patatas nuevas o las destinadas a guisos.

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La solución tiene nombre propio: Monalisa o cualquier otra variedad de carne cerosa y firme. Su bajo contenido en almidón y su textura consistente son el lienzo perfecto para empezar. Al cocerlas, una patata de tipo Kennebec o Monalisa mantiene su integridad y desarrolla un sabor delicado, ideal para conseguir una elaboración de patata que brilla por sí misma. Son la base indiscutible para un resultado cremoso y no gomoso.

EL GESTO QUE SEPARA A LOS AFICIONADOS DE LOS MAESTROS

¿Qué hacemos todos después de cocer las patatas? La mayoría recurre al tenedor o, en un arrebato de modernidad, a la batidora eléctrica. El desastre está servido. La potencia de las cuchillas rompe las células de almidón de forma violenta, y es cuando la batidora crea un engrudo elástico e incomestible al liberar demasiado almidón, una textura que arruina por completo el plato de patatas machacadas. Es un atajo que nos aleja del objetivo.

El verdadero truco de profesional reside en un utensilio casi olvidado: el pasapurés. Este aparato prensa la patata de forma suave, separando la pulpa sin agredirla. Y lo más importante es hacerlo con las patatas recién escurridas y aún humeantes. Porque pasar la patata por el pasapurés en caliente garantiza una textura fina y aireada que es imposible de lograr de otra manera. Es el gesto que marca la diferencia en esta delicia de patata.

OLVÍDATE DE LA LECHE: EL SECRETO ESTÁ EN EL FRÍO

Ahora llega la gran revelación, el giro de guion que redefine por completo la receta de puré de patatas.
Ahora llega la gran revelación, el giro de guion que redefine por completo la receta de puré de patatas. Fuente Pexels.

Hemos aprendido de nuestras abuelas que un buen puré necesita leche, nata o incluso un caldo para ganar cremosidad. Pero los grandes chefs saben que estos líquidos, en realidad, apagan el sabor puro de la patata. Añadir un líquido caliente o templado solo aporta agua, y la leche diluye la esencia del tubérculo en lugar de potenciarla, convirtiendo lo que podría ser una delicia en un simple acompañamiento de tubérculo.

La magia ocurre con un contraste térmico radical. El secreto no es otro que la mantequilla, pero no de cualquier manera: debe estar muy fría y cortada en dados pequeños. Al incorporarla a la patata caliente, la mantequilla fría emulsiona lentamente con el almidón caliente creando una textura sedosa y brillante. Este choque de temperaturas es el responsable de esa cremosidad untuosa y del sabor intenso que recordamos de los grandes restaurantes en su plato de patatas.

LA TÉCNICA FINAL: CÓMO LOGRAR UNA EMULSIÓN PERFECTA

Una vez que tienes la patata caliente pasada por el pasapurés en un bol, empieza el baile. Ve añadiendo los dados de mantequilla fría poco a poco, nunca de golpe. Con una espátula o una cuchara de madera, remueve enérgicamente. No se trata de mezclar, sino de emulsionar. Notarás cómo la mezcla va absorbiendo la grasa, y la emulsión se consigue con un movimiento constante y envolvente hasta que no queden rastros de mantequilla.

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Solo al final, cuando la textura sea perfecta, llega el momento de la sal y, si te atreves, un toque de pimienta blanca o nuez moscada recién rallada. Pruébalo y ajusta. El resultado es un puré de patatas increíblemente ligero pero con un sabor profundo a mantequilla y patata. Aquí es cuando la sazón final debe realzar el sabor sin enmascarar la calidad de los dos ingredientes principales, culminando así tu guarnición de lujo.

MÁS ALLÁ DE LA GUARNICIÓN: CUANDO EL PURÉ ES EL PROTAGONISTA

Este no es un simple acompañamiento; este puré de patatas tiene la entidad para ser la estrella del plato.
Este no es un simple acompañamiento; este puré de patatas tiene la entidad para ser la estrella del plato. Fuente Pexels.

Olvida la idea de relegarlo a una esquina del plato junto a un filete. Sírvelo como base para un pescado a la plancha, cuyos jugos se mezclarán con su cremosidad. O corónalo con un huevo poché y unas lascas de jamón. Verás cómo este acompañamiento clásico se transforma en el corazón de una comida memorable, haciendo que el resto de elementos giren a su alrededor y no al revés.

Dejarás de ver el puré de patatas como una obligación o un recurso fácil para convertirlo en un auténtico placer. Es la demostración de que con la técnica adecuada y solo dos ingredientes de calidad se puede alcanzar la excelencia. Porque a veces, la verdadera sofisticación en la cocina reside en dominar las elaboraciones más sencillas, convirtiéndolas en una experiencia inolvidable que todos querrán repetir.

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