El aviso de este dermatólogo no deja lugar a dudas: tras el verano, ese gesto casi automático de aplicarnos nuestra crema de tratamiento habitual podría ser el mayor error que cometemos. Volvemos de las vacaciones con la piel pidiendo a gritos hidratación y reparación, pero, sin saberlo, podríamos estar dándole justo lo contrario. Y es que, a menudo, la crema que usas para repararla podría estar empeorando el daño de forma silenciosa e invisible.
Esa sensación de tirantez, las nuevas manchitas o la falta de luminosidad nos lanzan de cabeza al neceser en busca de soluciones rápidas. Sin embargo, un reputado dermatólogo advierte de que hay un enemigo oculto en las fórmulas de muchos de nuestros productos favoritos. Un ingrediente que, siendo un aliado durante el resto del año, se convierte en un auténtico peligro para la piel post-vacacional, porque ciertos ingredientes activos son demasiado agresivos para una piel sensibilizada por el sol.
EL ESPEJO DESPUÉS DE LAS VACACIONES: LA REALIDAD DE NUESTRA PIEL

Aunque nos veamos con un bronceado favorecedor, la realidad bajo la superficie es otra. El sol, el cloro y la sal han hecho de las suyas, dejando la piel deshidratada y, lo que es más importante, con su barrera de protección natural seriamente debilitada. No es solo una cuestión de sequedad, es que la barrera protectora de la piel se encuentra debilitada y comprometida, siendo mucho más vulnerable a las agresiones externas.
Este estado de fragilidad es el punto de partida que debemos tener en cuenta. Cualquier dermatólogo te dirá que la piel post-verano es una piel inflamada, aunque no lo parezca a simple vista. Está en un modo de defensa, intentando recuperarse del estrés oxidativo al que ha sido sometida durante semanas. Por eso, la piel está en un estado de inflamación latente y necesita reparación, no agresión para recuperar su salud cutánea.
EL ENEMIGO EN TU NECESER: EL INGREDIENTE ‘PROHIBIDO’
El culpable no es uno, sino una familia de activos muy populares: los alfahidroxiácidos (como el ácido glicólico), los betahidroxiácidos (ácido salicílico) y, el rey de la cosmética antiedad, el retinol y sus derivados. Son fantásticos para renovar la piel, unificar el tono y combatir las arrugas, pero su mecanismo de acción es agresivo. Porque estos activos fuerzan una renovación celular acelerada mediante una exfoliación química.
Aplicar estos ingredientes sobre una piel que ya está dañada es, como dice el dermatólogo del titular, «echarle gasolina al fuego». La piel no está preparada para soportar una exfoliación tan intensa en ese momento. Lo que en condiciones normales sería beneficioso, ahora se convierte en una agresión directa. Y es que aplicar estos ácidos sobre una piel ya inflamada provoca irritación, rojeces y más sensibilidad.
¿POR QUÉ SON UN PELIGRO JUSTO AHORA?

La clave está en la función barrera de la piel. Cuando está intacta, nos protege y regula la cantidad de producto que penetra. Pero después del verano, esa barrera es como una pared con grietas. Al aplicar un ácido o un retinoide, el producto penetra mucho más de lo debido y de forma descontrolada. Es entonces cuando una barrera cutánea dañada no puede protegerse de la penetración excesiva de estos ingredientes.
Lo más paradójico es que muchas personas usan estos productos después del verano para tratar las manchas solares. Sin embargo, al irritar una piel ya sensibilizada, pueden provocar el efecto contrario: la hiperpigmentación post-inflamatoria. Es decir, que la propia irritación genere nuevas manchas o empeore las existentes. En resumen, podrías acabar provocando las mismas manchas que intentabas eliminar con estos tratamientos faciales.
LA PAZ QUE TU PIEL NECESITA: LA CREMA IDEAL DE OTOÑO
Entonces, ¿qué hacemos? La respuesta es simple: menos es más. Durante las primeras semanas de otoño, nuestra rutina facial debe tener un único objetivo: reparar, calmar e hidratar en profundidad. Necesitamos aparcar los ingredientes renovadores y abrazar los reparadores. Hay que darle a la piel los ladrillos que necesita para reconstruir su muro protector. Porque la prioridad absoluta es reparar la función barrera y calmar la piel.
Busca en tus cremas ingredientes como las ceramidas, el ácido hialurónico, el pantenol (vitamina B5) o la manteca de karité. Son los mejores amigos de una piel dañada. Actúan como un bálsamo, devolviéndole el confort y ayudándola a retener la hidratación que tanto necesita. Además, ingredientes como la niacinamida o la centella asiática son excelentes aliados para desinflamar y reducir el enrojecimiento.
EL VERDADERO SECRETO ESTÁ EN ESCUCHAR A TU PIEL

Cada piel es un mundo y reacciona de forma diferente. Lo que funciona para una persona puede no ser adecuado para otra. Por eso, más allá de prohibir un ingrediente, lo importante es aprender a leer las señales que nos manda nuestra piel. Si después de aplicar un producto notas rojez, picor o tirantez, déjalo. Porque no existe una crema milagrosa universal, sino la adecuada para cada persona y momento.
Una vez que la piel haya recuperado su equilibrio y se sienta calmada y fuerte, generalmente después de unas cuatro o seis semanas, será el momento de reintroducir gradualmente los ácidos o el retinol si lo deseas. Pero siempre poco a poco. La recomendación de un dermatólogo es clara: el otoño es un «reseteo» para la piel. Y es que el mejor tratamiento es aquel que se adapta a las necesidades cambiantes de tu piel.