La digestión no es solo un proceso biológico que ocurre de manera automática después de comer; es uno de los pilares fundamentales de la salud general. Cuando funciona bien, aporta energía, ligereza y concentración, pero cuando se ve alterada aparecen problemas como pesadez, somnolencia e incluso dificultad para pensar con claridad. Por eso, cada vez más especialistas insisten en que los hábitos previos a la comida influyen tanto como los propios alimentos que se eligen.
En la vida acelerada de hoy, muchas personas se sientan a la mesa sin haber preparado al cuerpo ni a la mente para recibir los alimentos. Sin embargo, introducir rutinas simples antes de cada comida puede marcar una diferencia notable en cómo se desarrolla la digestión y también en el estado anímico. No se trata de complicarse con rituales extensos, sino de pequeños gestos que preparan al organismo para aprovechar mejor los nutrientes y, al mismo tiempo, aportan calma mental.
2Pequeños gestos con gran impacto en la digestión

Además de la respiración y la hidratación, otro gesto que puede marcar la diferencia es observar los alimentos antes de comer. Parece un detalle menor, pero dedicar unos segundos a mirar, oler y agradecer lo que hay en el plato activa la conexión entre mente y cuerpo, preparando de manera consciente la digestión. Este simple acto de atención plena reduce la ansiedad y evita comer con prisa, dos factores que suelen afectar negativamente al sistema digestivo.
Asimismo, masticar despacio desde el primer bocado resulta esencial. La digestión no solo ocurre en el estómago; empieza en la boca. Una buena trituración mecánica de los alimentos permite que las enzimas digestivas actúen con mayor eficacia. Comer de manera apresurada, en cambio, no solo sobrecarga al organismo, sino que también aumenta la probabilidad de sentir pesadez después de la comida.