En el tablero de la geopolítica el armamento moderno es fundamental para mantener la capacidad de persuasión y de defensa de las naciones. Entre los elementos más destacados están los misiles de crucero, junto a los balísticos, son de las piezas más codiciadas. Son el músculo de la disuasión y la punta de lanza de cualquier operación estratégica. Pero, claro está, no todos son iguales. Aunque diseñados para un propósito similar —atacar con precisión objetivos de alto valor—, los Tomahawk estadounidenses y los Taurus alemanes, usados por el Ejército español, representan dos filosofías de defensa diametralmente opuestas.
El Tomahawk, un icono de las guerras de las últimas décadas, es sinónimo de proyección de poder global. Su principal carta de presentación es un alcance sin rival, que puede variar entre 1.600 y 2.500 kilómetros según la versión. Este radio de acción permite a las fuerzas armadas estadounidenses lanzar ataques de precisión desde una distancia segura, manteniendo a sus buques y submarinos fuera del alcance de las defensas enemigas. Es la herramienta perfecta para una potencia que necesita golpear en cualquier rincón del planeta sin arriesgar la vida de sus soldados.
La versatilidad del Tomahawk radica en su capacidad para ser lanzado desde plataformas navales, integrándose a la perfección en la doctrina de la Armada de EE.UU. Su historial es un testamento de su fiabilidad: ha sido el protagonista de los cielos en conflictos desde la Guerra del Golfo hasta los recientes ataques en Siria, Yemen e Irán. Su sistema de guía, una sofisticada combinación de GPS, Mapas de Contorno del Terreno (TERCOM) y Correlación de Imágenes de Área de Coincidencia (DSMAC), le otorga una precisión letal.
LA SOMBRA DE LA DEPENDENCIA
Sin embargo, para los aliados, esta fortaleza es también su principal debilidad. La tecnología del Tomahawk está intrínsecamente ligada al sistema de satélites GPS del Departamento de Defensa de EE.UU. Esta dependencia operativa y logística plantea un dilema estratégico: el despliegue y los objetivos de los misiles de otros países podrían estar, en última instancia, condicionados a la aprobación de Washington. Es el precio de usar un arma de un socio mayor, por eso uno de los elementos identitarios de la nueva política de Defensa europea: la independencia armamentística de Europa.
Además, su diseño está pensado para la Armada, lo que restringe su uso a plataformas navales. A diferencia de otros misiles, el Tomahawk no puede ser lanzado desde aviones de combate convencionales. Aunque su ojiva de 450 kg es demoledora, no fue creado con la misma especialización en la penetración de objetivos fuertemente fortificados o enterrados que su homólogo europeo, el Taurus.

PODER DEMOLEDOR DEL TAURUS
Frente al Tomahawk, el Taurus KEPD 350 es la encarnación de una filosofía de guerra más contenida, defensiva y quirúrgica. Su principal ventaja no está en el alcance, sino en su capacidad para demoler fortalezas. El Taurus es un auténtico búnker-buster. Su sistema de espoleta programable, conocido como MEPHISTO, le permite analizar una estructura al impactar, calculando la mejor forma de penetrarla. Puede atravesar varias plantas de un búnker subterráneo y detonar en el punto óptimo para maximizar el daño interno. Su misión es clara: destruir objetivos de alto valor y muy protegidos como centros de mando, puentes o depósitos de suministros, con una precisión milimétrica.
Su diseño alemán se enfoca en la autonomía de navegación. El Taurus utiliza un sistema de triple función que combina la navegación inercial (INS), el seguimiento del terreno (TRN) y un sistema de navegación basado en imágenes (IBN). Esta tecnología le confiere una resistencia superior a las interferencias (GPS jamming), reduciendo la dependencia de satélites externos y otorgándole una independencia estratégica.
A diferencia del Tomahawk, el Taurus fue diseñado para ser lanzado desde aviones de combate, como los F/A-18 del Ejército del Aire español o el Eurofighter Typhoon alemán, que también posee nuestro país. Esta característica le otorga una flexibilidad táctica enorme, permitiendo a las aeronaves alcanzar objetivos terrestres desde una amplia variedad de posiciones.

TALÓN DE AQUILES DEL MISIL EUROPEO
Sin embargo, las ventajas tácticas del Taurus vienen con un coste estratégico. Su principal limitación es su alcance, de 500 kilómetros. Aunque suficiente para misiones aire-tierra, esta distancia palidece frente a la del Tomahawk. Esto obliga a la plataforma de lanzamiento a acercarse más al espacio aéreo enemigo, exponiéndola a las defensas antiaéreas. Es una apuesta táctica que prioriza la precisión sobre la distancia.
Otro punto débil es su producción y operación limitadas. A diferencia del Tomahawk, fabricado en serie y usado por varias armadas, el Taurus tiene un número reducido de operadores (Alemania, España y Corea del Sur), lo que podría encarecer su producción y afectar la disponibilidad de componentes a largo plazo. Además, a pesar de su avanzada tecnología, el Taurus no ha sido utilizado en el mismo número de conflictos que el Tomahawk, por lo que carece de la misma experiencia operativa en el campo de batalla real.
En resumen, el Tomahawk es la herramienta de una potencia global, valorando la capacidad de proyección militar y la seguridad de sus plataformas a gran distancia. El Taurus es el arma de una defensa más enfocada y especializada, ideal para neutralizar objetivos estratégicos sin depender de terceros. La elección entre ambos misiles no solo depende de las necesidades tácticas, sino que también revela la filosofía de defensa y las alianzas políticas de cada país.