A punto de cumplirse 50 años de los fusilamientos de Jon Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegi, dos miembros de ETA asesinados por el franquismo en septiembre de 1975, la memoria histórica vuelve a estar en el centro del debate político y social en Euskadi.
Lo que parecía un homenaje dotado de amplio consenso ha acabado derivando en polémica por culpa del director del instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos Gogora, el socialista Alberto Alonso, que se niega a reivindicar la figura de ambos para enfado de amplios sectores de la sociedad vasconavarra.
EH Bildu está intentando aprovechar el tropezón de Alonso mientras trata de afianzar su perfil institucional. La coalición soberanista ha protagonizado un salto político en los últimos años, consolidándose como principal fuerza de la oposición en Euskadi y gobernando en numerosos ayuntamientos.
FRENTE AL OPUS
Uno de los frentes más recientes para los abertzales ha sido el del urbanismo y el medio ambiente. En Pamplona, ciudad gobernada por EH Bildu, la Policía Municipal ha paralizado la tala de 174 árboles en el entorno del campus de la Universidad de Navarra y del río Sadar.
La medida responde a la ausencia de permisos municipales para acometer esta actuación, ejecutada por iniciativa de la propia Universidad, históricamente vinculada al Opus Dei. El Ayuntamiento ha abierto un expediente informativo para aclarar la legalidad de la actuación.
Según el informe técnico municipal, una parte importante de los ejemplares talados no presentaban signos graves de podredumbre ni peligro inminente, por lo que su derribo podría haberse evitado. La resolución exige ahora la presentación de la documentación justificativa de los apeos y amenaza con multas coercitivas si no se cumplen los requisitos.

Además, el consistorio ha advertido de que podría ordenar la reposición de los árboles y la restauración del entorno afectado. Más allá del impacto ambiental, este conflicto ha reabierto el debate sobre el papel de la Universidad de Navarra, fundada en 1952 por Josemaría Escrivá de Balaguer, en la configuración del urbanismo y la vida institucional de la capital navarra.
Para sectores de EH Bildu, el episodio evidencia la necesidad de desmontar privilegios históricos de la Iglesia más conservadora, en línea con una estrategia que la coalición quiere reforzar en los próximos meses: la de presentarse como alternativa real a los poderes tradicionales, tanto políticos como económicos y religiosos.
LOS TOROS
En paralelo, los toros vuelven a convertirse en otro frente caliente. El PNV ha acusado a EH Bildu de «cinismo político» por su postura ambigua frente a los espectáculos taurinos. Los jeltzales denuncian que la coalición abertzale critica con dureza los festejos taurinos en localidades donde está en la oposición, pero los tolera o no los impide en aquellos municipios donde gobierna.
Esta doble vara de medir, según el PNV, obedece a un cálculo electoralista que busca evitar enfrentamientos con sectores populares que siguen viendo los toros como parte de su tradición festiva.
EH Bildu, por su parte, argumenta que su prioridad es impulsar una transición cultural y ética que respete las sensibilidades locales, sin imponer cambios desde arriba. No obstante, la coalición se ve presionada por su base animalista y ecologista, cada vez más organizada y vocal, que exige medidas contundentes para abolir las corridas de toros y los encierros.
La tensión interna en este asunto refleja también el proceso de transformación que vive la formación: de movimiento antisistema a actor institucional con responsabilidades de gobierno. En este cruce de tensiones (memoria histórica, política ambiental, laicismo Y animalismo).
EH Bildu está trazando una estrategia para reforzar su perfil propio frente a los pilares del viejo régimen: el franquismo, el catolicismo conservador y las tradiciones como los toros. En ese proceso, los de Arnaldo Otegi buscan mantenerse firme en sus principios fundacionales sin renunciar a ampliar su base social ni a asumir nuevos retos institucionales.
Mientras se acerca la fecha simbólica del 27 de septiembre, cuando se cumplirán cinco décadas de los últimos fusilamientos del franquismo, la izquierda abertzale trata de encajar pasado y presente, épica y gestión, memoria y pragmatismo.
Entre los ecos de la dictadura, la sombra del Opus Dei y el clamor en buena parte del norte contra la tauromaquia, EH Bildu parece dispuesta a disputarle el relato y el poder al PNV, que pasa por horas bajas tras ser acusado de estar manchado por el ‘caso Koldo’.