Navarra es una tierra que sorprende por la variedad de sus paisajes, sus pueblos cargados de historia y la mezcla de naturaleza y tradición que se respira en cada rincón. Más allá de sus ciudades y de los destinos más conocidos, existen pequeños enclaves que guardan un encanto especial, capaces de transportar al visitante a épocas pasadas y de ofrecer experiencias únicas en contacto directo con la naturaleza.
Uno de esos lugares es Aribe, un diminuto pueblo del valle de Aezkoa que, pese a contar con apenas unas decenas de habitantes, esconde un patrimonio natural y cultural extraordinario. Entre su histórica arquitectura, su entorno verde y la cercanía de la Selva de Irati, el viajero descubre un espacio perfecto para desconectar, donde los vestigios del pasado y la calma del presente conviven en armonía.
2El balneario histórico que marcó una época

Uno de los grandes atractivos de Aribe es su balneario, nacido de la fuente de Iturri y levantado en el siglo XIX. Conocido como Los Baños de Aribe, fue un lugar de encuentro para quienes buscaban mejorar su salud gracias a sus aguas ferruginosas y carbonatadas. Sus instalaciones, descritas en un folleto de 1864 como modernas y confortables para la época, atrajeron a numerosos visitantes, hasta el punto de convertirse en las aguas “más frecuentadas del Reino”.
Incluso personajes tan célebres como Ernest Hemingway se dejaron ver por allí, combinando su afición a la pesca con visitas al balneario. El escritor, enamorado de Navarra y de sus tradiciones, acudía al lugar cuando necesitaba escapar del bullicio de los Sanfermines. Su recuerdo sigue vivo en la memoria colectiva de los habitantes, que mantienen con orgullo la historia de aquel enclave que unió naturaleza, salud y cultura.