La curiosidad nos pudo y le planteamos a una inteligencia artificial un reto mayúsculo: seleccionar las tres mejores comedias de la primera década del siglo XXI. Buscábamos una chispa, una sorpresa, quizás un título olvidado que nos recordara por qué amamos el cine. Sin embargo, la respuesta fue un jarro de agua fría, una lección sobre los límites de la lógica frente a algo tan anárquico como la risa. Porque, como íbamos a descubrir, un algoritmo es incapaz de comprender la subjetividad del humor.
La lista que nos devolvió era, en apariencia, impecable. Tres títulos aclamados por la crítica, queridos por el público y con un impacto cultural innegable. Pero precisamente ahí residía el problema: en su gélida y predecible perfección. Estas no son las películas de risa que recomendarías a un amigo en una noche de cañas, sino las que citaría un académico en un ensayo. La selección final carece del alma y el desorden que hacen memorable al género cómico. ¿Quieres saber cuáles son? Sigue leyendo.
EL VEREDICTO DEL SILICIO: UNA ELECCIÓN SIN RIESGOS
La IA, haciendo gala de su capacidad para procesar millones de datos, nos presentó un podio matemáticamente perfecto. Su selección incluye Pequeña Miss Sunshine (2006), Supersalidos (2007) y Borat (2006). Nadie en su sano juicio discutiría la calidad de estas películas. Son, sin duda, tres de las comedias más influyentes de su tiempo, pero la máquina elige basándose en el consenso y los premios, eliminando cualquier rastro de pasión. Es una respuesta correcta, pero sin corazón.
El problema de este trío de ases es que representa la opción más segura posible, el camino que nunca genera debate. La IA ha identificado los patrones de éxito: la comedia indie con corazón, la comedia adolescente que rompió moldes y la sátira que traspasó fronteras. Pero al hacerlo, nos ofrece un análisis forense del humor en lugar de una celebración del mismo. Son comedias que funcionan como un mecanismo de relojería, pero a veces lo que buscamos es un reloj de cuco que se vuelva loco.
EL FACTOR HUMANO: ESO QUE LA MÁQUINA NO PUEDE CALCULAR
¿Por qué nos deja fríos una lista tan buena? Porque el humor no es una ciencia exacta. Las comedias que se quedan a vivir en nuestra memoria no siempre son las más perfectas, sino las que conectan con nosotros en un nivel irracional. Son esas cintas con chistes malos que nos hacen llorar de la risa, o aquellas que nos pillaron en el momento justo de nuestras vidas. El algoritmo ignora por completo el componente personal y emocional que define nuestra relación con el cine.
Una máquina no entiende de contextos. No comprende por qué una película como Torrente es un fenómeno sociológico en España o por qué ciertas bromas solo funcionan si las compartes con tu grupo de amigos. Su análisis se queda en la superficie, en los metadatos, sin poder bucear en el caos de las vivencias humanas. Este tipo de cine de humor se nutre de imperfecciones, de guiños culturales y de una complicidad que ninguna base de datos puede replicar.
¿OBRAS MAESTRAS O VÍCTIMAS DE SU PROPIO ÉXITO?
Tomemos Pequeña Miss Sunshine. Es una película maravillosa, un viaje emocional que combina drama y humor con una destreza increíble. Sin embargo, se ha convertido en el estandarte de un tipo de cine indie tan reconocible que casi roza el cliché. Es la elección perfecta para un algoritmo que busca «comedia aclamada con mensaje profundo». Pero su fórmula ha sido tan imitada que ha perdido parte de la frescura que la hizo única en su día, convirtiéndose en una opción previsible.
Lo mismo ocurre con Supersalidos y Borat. La primera redefinió las películas para adolescentes y la segunda popularizó el formato del falso documental satírico a nivel mundial. Son hitos indiscutibles. Pero hoy, su influencia es tan grande que casi parecen plantillas. Son comedias cuyo impacto es innegable, pero la IA las elige por su relevancia histórica más que por su capacidad atemporal para generar una carcajada genuina y sorprendente en 2025.
EL UNIVERSO PERDIDO: LAS JOYAS QUE EL ALGORITMO IGNORA
Lo más triste de esta selección tan académica es la cantidad de cine cómico brillante que se queda en el tintero. La IA, en su búsqueda del consenso, descarta automáticamente las propuestas más arriesgadas, incorrectas o de nicho. ¿Dónde están las comedias europeas o asiáticas de esa década? ¿Dónde queda el humor más absurdo, el más negro o el más costumbrista? El algoritmo sacrifica la diversidad en el altar de la popularidad y la aclamación universal.
Pensemos en películas que, sin tener la misma puntuación en Metacritic, nos han regalado momentos inolvidables. Desde la gamberra inteligencia de Kiss Kiss Bang Bang hasta el encanto surrealista de Kung Fu Sion. Son comedias que se atrevieron a ser diferentes, a jugar con las reglas del género. Estas joyas ocultas son las que de verdad enriquecen nuestra cultura cinéfila, pero para una máquina son simples valores atípicos en una gráfica de datos.
LA ÚNICA LISTA QUE DE VERDAD IMPORTA: LA TUYA
La conclusión es tan sencilla como reveladora: no hay una respuesta correcta. Las mejores comedias no son las que dicta un algoritmo basándose en un promedio de críticas, sino las que resuenan contigo. La inteligencia artificial nos puede dar una lista de títulos importantes, una especie de guía para principiantes, pero la verdadera magia del cine reside en el descubrimiento personal y en la conexión emocional. Y eso, por ahora, es un territorio exclusivamente humano.
Así que la próxima vez que dudes sobre qué ver, olvida los porcentajes y las puntuaciones. Llama a un amigo, rebusca en tu memoria o, simplemente, déjate llevar por una corazonada. Porque las mejores películas divertidas de la historia siempre serán las que te hicieron sentir algo, las que te acompañaron en un mal día o las que te unieron a otra persona. Esa es la lista definitiva, la que está escrita con la tinta invisible de tus propias experiencias.