La trágica figura de Juana I ha sido durante siglos el epítome del amor llevado a la locura, una imagen grabada a fuego en el imaginario colectivo español. Sin embargo, las últimas corrientes de investigación histórica plantean una pregunta incómoda y reveladora, porque la historia de Juana I ha sido manipulada durante siglos para justificar su encierro y legitimar la usurpación de su corona. ¿Y si la reina nunca perdió el juicio, sino que fue víctima de la conspiración de Estado más cruel y efectiva jamás contada?
El relato de sus celos y su devoción macabra por el cadáver de su esposo, Felipe el Hermoso, ha eclipsado la verdad sobre la auténtica Juana I, una mujer culta, inteligente y, sobre todo, la legítima heredera de los reinos más poderosos de su tiempo. Lo que emerge ahora no es el retrato de una desequilibrada, sino el de una reina secuestrada, ya que su padre, Fernando el Católico, y su propio hijo, Carlos I, tejieron una red de mentiras para anularla políticamente y gobernar en su nombre. Prepárate para descubrir una historia que lo cambia todo.
UNA PRINCESA RODEADA DE SOMBRAS: ¿EL ORIGEN DE LA CONSPIRACIÓN?
Educada para ser una consorte perfecta, la infanta Juana recibió una formación exquisita en idiomas, música y protocolo, pero también demostró desde joven una fuerte voluntad y una profunda religiosidad que a veces rozaba la melancolía. Esta sensibilidad fue, probablemente, la primera semilla que sus enemigos utilizarían más tarde en su contra, porque la imagen de una reina desequilibrada por los celos y la pasión fue una construcción deliberada para menoscabar su autoridad como futura soberana de Castilla. Su inteligencia era una amenaza.
Su matrimonio con Felipe de Habsburgo, conocido como ‘el Hermoso’, fue una alianza política que pronto se convirtió en un tormento personal para la joven Juana I. Las infidelidades constantes de su carismático esposo y las tensiones políticas entre él y sus padres, los Reyes Católicos, la colocaron en una posición de vulnerabilidad extrema, donde sus reacciones emocionales, completamente humanas, fueron exageradas y catalogadas como síntomas de una inestabilidad mental que servía a los intereses de quienes ansiaban su poder.
EL GOLPE MAESTRO DE FERNANDO: «MI HIJA NO ESTÁ CUERDA»
La muerte súbita de Felipe el Hermoso en Burgos fue el detonante perfecto, el momento que su padre llevaba tiempo esperando para ejecutar su plan. El profundo dolor de Juana I por la pérdida de su esposo y padre de sus seis hijos fue la excusa ideal. Mientras ella se aferraba al duelo, su padre, Fernando el Católico, movía los hilos en las Cortes de Castilla para incapacitarla, ya que la declaración de incapacidad de la reina era la única vía legal para que él pudiera asumir la regencia y controlar el vasto poder del reino castellano.
Fue una jugada maestra de propaganda y manipulación política. Fernando difundió por todo el reino la imagen de una hija consumida por el pesar, incapaz de gobernar, presentando su encierro como un acto de piedad filial. La realidad era mucho más cruda, dado que el famoso y macabro viaje con el féretro de su marido fue utilizado estratégicamente para reforzar el relato de su supuesta locura ante un pueblo que solo conocía la versión oficial. La reina legítima quedaba así apartada del juego de tronos.
¿Y CARLOS V? EL HIJO QUE REMATÓ LA SENTENCIA DE SU MADRE
Cuando un joven Carlos de Gante llegó a España para reclamar su herencia, muchos esperaban que liberara a su madre, la reina Juana I, de su reclusión en Tordesillas. Sin embargo, el futuro emperador tenía otros planes. Tras una breve y fría visita a su madre, a quien apenas conocía, comprendió que la libertad de ella suponía una amenaza directa para su propio poder, porque Carlos I ratificó el encierro de su madre, priorizando su ambición política por encima de cualquier deber filial, asegurándose así de que nadie pudiera cuestionar su autoridad.
De este modo, el hijo continuó y perfeccionó la obra del abuelo. Gobernó en nombre de la reina Juana I, cuyo nombre aparecía en los documentos oficiales, pero la mantuvo rigurosamente aislada del mundo, negándole cualquier contacto con el exterior que pudiera alentar una rebelión a su favor. Ella era un símbolo, una legitimidad viviente que él necesitaba, pero silenciada, ya que la soberana prisionera se convirtió en la herramienta perfecta para que su hijo consolidara uno de los mayores imperios de la historia sobre los cimientos de su libertad robada.
TORDESILLAS: LA CÁRCEL DORADA DE UNA REINA SILENCIADA
El Palacio Real de Tordesillas se convirtió en la prisión de lujo de Juana I durante cuarenta y seis largos y desoladores años. Lejos de ser un retiro tranquilo para una reina enferma, su encierro estuvo marcado por el control férreo de sus carceleros, especialmente del marqués de Denia, quien le infligió un trato cruel y vejatorio. Se le negó ver a la mayoría de sus hijos y sufrió un maltrato psicológico constante, diseñado para quebrar su espíritu y reforzar la idea de su incapacidad ante cualquier posible visitante.
Hubo un momento en que la historia pudo cambiar. Durante la Revuelta de los Comuneros, los líderes rebeldes tomaron Tordesillas y le ofrecieron a la reina cautiva su apoyo para recuperar el trono que legítimamente le pertenecía. Sorprendentemente, y en un acto que demuestra una gran lucidez y lealtad, ella se negó a firmar cualquier documento contra su hijo, porque su negativa a liderar la revuelta demuestra una coherencia y un sentido de Estado que desmontan la teoría de su locura, prefiriendo la unidad del reino a su libertad personal.
LA HISTORIA REESCRITA: ¿QUIÉN FUE REALMENTE JUANA ‘LA LOCA’?
Hoy, la figura de Juana I está siendo reevaluada por historiadores que, libres de los prejuicios de la época, analizan los documentos con una nueva perspectiva. La conclusión es cada vez más clara: su comportamiento no era el de una loca, sino el de una mujer sometida a una presión insoportable. Fue víctima de una sociedad que no concebía a una mujer con poder y fue víctima de una forma temprana de violencia de género institucional, donde su inteligencia y su derecho a reinar fueron anulados a través de la difamación y el encierro.
La historia de la reina Juana es, en definitiva, la crónica de un monumental despojo, la de una mujer cuyo único «delito» fue ser la heredera de un trono demasiado codiciado. Su apodo, ‘la Loca’, no es más que el sello de la propaganda que triunfó, la etiqueta que justificó el mayor fraude de la historia de España. El tiempo, finalmente, está devolviéndole su verdadera identidad: la de la reina Juana I, una soberana secuestrada cuya lucidez fue su mayor condena, pues el relato de su locura fue la jaula perfecta para anular a la mujer que nunca debió reinar según los hombres que la rodeaban.