La depresión es una de las enfermedades más comunes y, al mismo tiempo, más silenciadas de nuestro tiempo. Millones de personas en el mundo conviven con este trastorno que afecta tanto a la mente como al cuerpo, limitando la calidad de vida y, en muchos casos, dificultando las relaciones personales y el desempeño laboral. Frente a este panorama, la búsqueda de estrategias de prevención y tratamiento se ha convertido en una prioridad para médicos y psicólogos.
En los últimos años, diferentes estudios científicos han demostrado que el ejercicio físico moderado puede desempeñar un papel clave en la prevención de la depresión. No se trata de convertir a la población en atletas de élite, sino de incorporar rutinas accesibles que permitan mantener el equilibrio entre el cuerpo y la mente. Los expertos subrayan que incluso caminar a paso ligero durante media hora al día puede marcar la diferencia.
1El vínculo entre movimiento y bienestar
La relación entre depresión y actividad física no es una simple coincidencia. Diversos investigadores explican que el ejercicio estimula la producción de endorfinas, conocidas como las “hormonas de la felicidad”, que generan una sensación de bienestar inmediato. A esto se suma la liberación de serotonina y dopamina, neurotransmisores directamente vinculados con la regulación del estado de ánimo.
Además de los cambios bioquímicos, los especialistas apuntan a otro aspecto fundamental, y es la sensación de logro personal. Cuando una persona con tendencia a la depresión logra establecer una rutina de ejercicio moderado, experimenta un aumento en su autoestima y en la percepción de control sobre su vida diaria. Ese refuerzo psicológico resulta tan valioso como los beneficios físicos.
