Convertirse en un hombre infiel no es algo que suceda de la noche a la mañana; es un proceso que empieza con pequeños cambios, casi invisibles, que van sembrando el terreno para la traición. Solemos pensar en las señales de siempre, como el móvil boca abajo o las repentinas horas extra en el trabajo, pero a menudo, la clave está en un detalle aparentemente trivial que pasa desapercibido para la mayoría. ¿Y si la primera pista no estuviera en su teléfono, sino en el ticket de la compra?
La abogada matrimonialista Martina Salas, con más de dos décadas de experiencia desentrañando los secretos de matrimonios rotos, lo tiene claro y suelta la bomba. No busques en su agenda ni en los extractos de la tarjeta de crédito esperando encontrar joyas o cenas caras, porque según su experiencia, un objeto cotidiano de supermercado es la verdadera bandera roja que anticipa el engaño. Es algo tan común y tan inocente que jamás levantarías una ceja al verlo en casa.
¿POR QUÉ MIRAR EN EL TICKET DE LA COMPRA Y NO EN SU MÓVIL?

En la era de la hiperconexión, hemos aprendido a buscar las huellas del delito en el mundo digital, convirtiéndonos en espías de andar por casa que revisan el historial de búsqueda o las conversaciones archivadas. Un hombre que se prepara para ser infiel lo sabe y se vuelve un experto en borrar su rastro virtual, pero es precisamente ahí donde reside su mayor descuido, ya que la verdadera pista inicial se encuentra en los cambios de hábitos de consumo más básicos. La confianza ciega en la tecnología le hace bajar la guardia en lo terrenal.
La psicología detrás de este patrón es reveladora y casi perversa en su simpleza. El teléfono móvil se percibe como el epicentro del peligro, un campo de minas que debe protegerse a toda costa, mientras que la cesta de la compra parece un territorio neutral y seguro. Sin embargo, el subconsciente delata al futuro desleal a través de compras que preparan el terreno para la mentira, adquiriendo herramientas para su nueva vida sin ser consciente de que está dejando un rastro de migas de pan para quien sepa dónde mirar.
EL KIT DE SUPERVIVENCIA DEL ADÚLTERO NOVATO
Cuando un hombre decide cruzar la línea, su primera preocupación no es el romanticismo, sino la logística del engaño. Por eso, su instinto le lleva a montar un pequeño arsenal de supervivencia para evitar ser cazado en el primer descuido. Un hombre que va a ser infiel no piensa en flores ni en bombones para la otra, sino en cómo mantener su fachada intacta, y para ello los preparativos para una relación extramatrimonial se centran más en la ocultación que en la conquista.
Este kit de emergencia no contiene objetos de seducción, sino herramientas de prevención y borrado de pruebas. Son compras prácticas, casi de manual de espía aficionado, destinadas a neutralizar cualquier imprevisto que pueda delatar su aventura. El miedo a volver a casa y ser interrogado por un olor, una mancha o un simple detalle fuera de lugar es lo que empuja al infiel a estos gastos preventivos, porque el miedo a ser descubierto impulsa la compra de objetos para borrar cualquier rastro físico del encuentro.
MARTINA SALAS LO TIENE CLARO: EL OBJETO DEFINITIVO

Después de tanto misterio, la revelación de Martina Salas cae como un jarro de agua fría por su aplastante lógica. Olvida los clichés de los preservativos en la guantera, los chicles de menta para ocultar olores o las bebidas energéticas para aguantar el ritmo de una doble vida. El primer síntoma material de que un hombre va a ser infiel es mucho más sutil, ya que según la abogada, el hombre que planea un engaño compra un lápiz quitamanchas para eliminar pruebas de su ropa al instante.
Puede parecer una nimiedad, pero su poder es demoledor. Un roce con una barra de labios, una gota de vino derramada en una camisa o una salpicadura de maquillaje pueden ser sentencias de muerte para su coartada. Este pequeño objeto, barato y fácil de encontrar en cualquier supermercado, se convierte en el mejor amigo del infiel, un borrador de errores que vive en la guantera del coche o en el maletín del trabajo. Definitivamente, este producto se convierte en el cómplice perfecto para mantener la doble vida sin levantar sospechas en casa.
MÁS ALLÁ DEL LÁPIZ: OTROS INDICIOS EN LA CESTA DE LA COMPRA
Aunque el lápiz quitamanchas es el rey de las pistas, no es el único producto que puede hacer saltar las alarmas. El carrito del súper de un hombre que ha comenzado una vida paralela empieza a llenarse de artículos que rompen con su rutina habitual. La aparición de snacks que nunca come en casa o de productos de aseo en formato de viaje pueden ser señales de alerta, ya que el cambio en la marca del desodorante o la compra de toallitas refrescantes son microseñales de una nueva rutina oculta. Un hombre infiel necesita duplicar ciertos aspectos de su vida.
Cada una de estas nuevas adquisiciones tiene un propósito dentro de la narrativa que el infiel está construyendo para justificar sus ausencias. Las barritas de proteínas encajan con esa nueva afición repentina por el gimnasio, que a menudo es la excusa perfecta para sus escapadas. Los sándwiches envasados o los platos preparados refuerzan la coartada de las largas jornadas de trabajo, porque al final, los productos que adquiere justifican las coartadas que utiliza para ausentarse del hogar familiar y dan una capa de veracidad a sus mentiras.
CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN DE LAS PELÍCULAS

Nos han vendido la idea de que descubrir una deslealtad requiere de una investigación digna de Hollywood, con seguimientos, escuchas y una tensión casi cinematográfica. Sin embargo, la realidad es mucho más doméstica y, a veces, hasta cutre. La vida de un hombre infiel no suele estar llena de glamour y pasión desenfrenada, sino de estrés, excusas baratas y una logística agotadora, ya que la gestión de una infidelidad se parece más a un ejercicio de logística que a una novela romántica.
Por eso, la clave no reside en buscar pruebas extraordinarias, sino en prestar atención a las pequeñas alteraciones de lo cotidiano, a esos detalles que, por insignificantes que parezcan, rompen la coherencia de una vida compartida. Un hombre que va a ser infiel deja un rastro, y a veces, ese rastro no empieza en la cama de un hotel, sino en el pasillo de un supermercado, porque al fin y al cabo, las grandes mentiras se construyen sobre pequeños detalles y cambios de comportamiento que, una vez conectados, revelan la verdad.