Aritz Aranburu (27), surfista profesional: «La gente se va en agosto y no sabe que nos está dejando el mejor regalo: las olas de septiembre»

Septiembre se revela como el mes dorado para los amantes del surf, cuando las playas se vacían y las olas alcanzan su máxima potencia y calidad. Cantabria, con sus paisajes salvajes y sus olas perfectas, es un refugio idílico para la comunidad surfista, ofreciendo una experiencia inigualable.

Pocos saben que la vida de un surfista profesional encierra mucho más que olas perfectas y viajes exóticos, y es que detrás de cada maniobra espectacular hay horas de esfuerzo, dedicación y una conexión casi mística con el mar. Te has preguntado alguna vez qué pasa cuando la temporada alta de playa termina y los veraneantes regresan a sus ciudades, dejando las costas aparentemente vacías. Lo que para muchos es el fin del verano, para otros es el verdadero comienzo.

La realidad es que, mientras algunos guardan la tabla hasta el año que viene, hay un mundo de emociones y experiencias que solo los más intrépidos tienen el privilegio de descubrir, una auténtica joya oculta que se revela cuando el bullicio turístico desaparece y la naturaleza recupera su esplendor. Es en ese momento cuando la pasión por las olas se vive con una intensidad diferente, una que te invitamos a explorar.

EL LADO OCULTO DE SER UN SURFISTA PROFESIONAL

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La imagen idílica de un surfista, siempre de vacaciones y bronceado, a menudo esconde una disciplina férrea y un compromiso absoluto. No es solo un deporte, es un estilo de vida que exige sacrificios constantes, desde madrugones con el frío hasta horas de entrenamiento físico fuera del agua. Para Aritz, cada amanecer es una oportunidad para entender mejor el océano, para afinar su técnica y para prepararse para el próximo desafío. La búsqueda de la ola perfecta no tiene horario, y por eso, la vida de un surfista está marcada por la anticipación y la paciencia, dos virtudes esenciales en este mundo.

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Piensa que el calendario de un surfista profesional es implacable, repleto de competiciones, viajes y sesiones de entrenamiento que no cesan. Es una montaña rusa de emociones, donde la victoria es efímera y la derrota, una lección más para seguir evolucionando. Cada viaje, cada destino nuevo, se convierte en una oportunidad para adaptarse a diferentes condiciones del mar y para pulir habilidades que solo se consiguen con la experiencia. Aritz lo sabe bien, por eso cada día es un nuevo reto para este surfista, tanto en el agua como fuera de ella, buscando siempre la mejora continua.

¿QUÉ PASA CUANDO EL VERANO SE VA Y LLEGA SEPTIEMBRE?

Con la llegada de septiembre, la estampa de las playas cambia radicalmente. Las toallas y sombrillas dan paso a un paisaje más sereno, donde la naturaleza vuelve a ser la protagonista, y donde el océano, con el descenso de las temperaturas y los primeros temporales, empieza a ofrecer condiciones que son un auténtico regalo para el surf. Para el surfista experimentado, este mes no es un adiós al buen tiempo, sino una bienvenida a la temporada de olas con mayúsculas. La tranquilidad en la costa permite una conexión más íntima con el mar.

Es en este momento cuando la agenda de un surfista se activa de una manera especial. Las previsiones meteorológicas se consultan con fervor, buscando esa combinación perfecta de viento y marejada que augura olas épicas. Los spots, antes repletos de bañistas, se convierten en el escenario de sesiones inolvidables, donde la camaradería entre los amantes del surf se intensifica. La playa se transforma en un paraíso personal, ideal para perfeccionar cada movimiento y para disfrutar de la libertad que solo el surf puede ofrecer. Es el momento álgido para cualquier surfista apasionado.

LA MAGIA DE LAS OLAS DE OTOÑO QUE SOLO UN SURFISTA CONOCE

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Las olas de septiembre y octubre tienen una calidad particular, una fuerza y una consistencia que raramente se encuentran en pleno verano. El mar, más revuelto, genera sets más potentes y definidos, ofreciendo a los surfistas escenarios ideales para desplegar todo su potencial y llevar al límite sus habilidades. No es solo el tamaño, es la energía que transmiten, la forma en que rompen, lo que las convierte en un auténtico tesoro para quienes viven por y para el surf. Es un espectáculo natural que solo los más perseverantes consiguen presenciar.

Detrás de cada ola que cabalga un surfista, hay una historia de anticipación y de pura adrenalina. Es una danza entre el hombre y la naturaleza, donde cada movimiento cuenta y cada decisión se toma en cuestión de segundos. La experiencia de deslizarse sobre estas aguas, cuando la luz otoñal baña la costa y el aire es más fresco, es una sensación indescriptible que conecta profundamente con el espíritu aventurero. Para Aritz, estas olas no son solo un desafío, sino una fuente inagotable de inspiración y de disfrute. Por eso, cualquier surfista las espera con ansias.

EL REFUGIO DE CANTABRIA: UN PARAÍSO PARA EL SURFISTA

Cantabria, con su costa salvaje y sus paisajes indómitos, se erige como un auténtico santuario para cualquier surfista. Sus playas, muchas de ellas resguardadas y menos masificadas, ofrecen un abanico de posibilidades que se adaptan a todos los niveles, desde el principiante hasta el profesional más experimentado. Lugares como Somo, Liencres o El Sardinero se transforman en puntos de encuentro donde la pasión por el surf une a personas de todas las edades, creando una comunidad vibrante y acogedora. Es un lugar donde el respeto por el mar es una religión.

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No es solo la calidad de las olas, sino la atmósfera que se respira en cada rincón de esta tierra. La gastronomía local, la amabilidad de sus gentes y la belleza natural de sus paisajes, hacen de Cantabria el destino perfecto para una escapada que combine deporte, naturaleza y cultura. Es el escenario ideal para desconectar y sumergirse de lleno en la experiencia del surf, viviendo cada momento con intensidad y disfrutando de la vida al aire libre. Un surfista encuentra aquí su hogar lejos de casa.

LA CONEXIÓN ÍNTIMA ENTRE UN SURFISTA Y SU OCÉANO

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Para un surfista, el océano es mucho más que un lugar donde practicar un deporte. Es un maestro, un confidente y una fuente inagotable de energía. Es un espacio donde la mente se aclara, donde los problemas cotidianos se desvanecen y donde uno se siente verdaderamente vivo, en comunión con la fuerza indomable de la naturaleza. Cada inmersión en el agua es una oportunidad para aprender, para superar miedos y para reconectar con uno mismo. La tabla es una extensión del cuerpo, el medio para esa conexión única.

Esta relación va más allá de la adrenalina de coger una ola. Es un respeto profundo por el medio ambiente marino, por sus ritmos y por su inmensa sabiduría. Un surfista aprende a leer el mar, a entender sus caprichos y a anticipar sus movimientos, desarrollando una sensibilidad especial que le permite fluir con él en una armonía perfecta, donde cada ola es una nueva historia que contar. Por eso, la vida de Aritz, y la de muchos otros surfistas, está intrínsecamente ligada al vaivén de las mareas, a la llamada constante del mar.

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