La historia sobre cómo nacieron los Estados Unidos está llena de héroes a caballo y padres fundadores, pero esconde un capítulo secreto protagonizado por un español del que casi nadie se acuerda. Un hombre cuya audacia en el campo de batalla fue tan crucial que, sin su intervención, la bandera de las barras y estrellas quizá nunca habría llegado a ondear. Puede que su nombre no te suene de nada, pero su papel fue tan decisivo que sin él la guerra podría haber tenido otro desenlace. ¿Te imaginas por qué lo hemos olvidado?
Este personaje, un malagueño adelantado a su tiempo, se movió con maestría en el tablero geopolítico mundial para poner de rodillas al todopoderoso Imperio Británico. Su historia es la de una de las mayores injusticias de la memoria histórica, un relato de valentía que fue deliberadamente silenciado. Pocos saben de su existencia, y su nombre es una de las ausencias más inexplicables en los libros de texto a ambos lados del Atlántico. Es hora de hacerle justicia.
¿QUIÉN FUE EL ESPAÑOL QUE PUSO EN JAQUE AL IMPERIO BRITÁNICO?
Su nombre era Bernardo de Gálvez, y en 1777 fue nombrado gobernador de la Luisiana, un inmenso territorio español que servía de frontera con las rebeldes Trece Colonias. No era un simple burócrata de despacho, sino un estratega militar con una visión privilegiada. Antes de que España entrara oficialmente en la guerra, Gálvez ya jugaba sus cartas en la sombra, y su misión no oficial era apoyar con armas, medicinas y pólvora a los rebeldes americanos a través del río Misisipi.
Lo que le hacía diferente era su carácter. Era un líder que no se escondía en la retaguardia, un hombre de acción que inspiraba una lealtad feroz entre sus tropas, compuestas por una mezcla de españoles, criollos, nativos americanos y hombres libres de color. Comprendió que la independencia americana era la oportunidad de oro de España para devolverle a Inglaterra los golpes del pasado, convirtiéndose en un hombre clave en la sombra para los futuros Estados Unidos.
LA GUERRA SECRETA DE ESPAÑA CONTRA INGLATERRA
La Corona española no apoyó a los rebeldes por compartir sus ideales republicanos, sino por pura y dura estrategia geopolítica. El recuerdo de las humillaciones sufridas a manos de los británicos, como la pérdida de Gibraltar o la Florida, seguía muy vivo en la corte de Carlos III. Ayudar a los colonos era la ocasión perfecta para ajustar cuentas, porque debilitar al Imperio Británico era el objetivo principal de la Corona española en aquel momento. Una jugada maestra en la partida mundial.
La estrategia de Gálvez era brillante y sencilla: arrebatar a los ingleses el control del Golfo de México y del bajo Misisipi. Esto no solo aseguraba las posesiones españolas, sino que asfixiaba a las fuerzas británicas en el sur, impidiendo que pudieran atacar a los ejércitos de George Washington por la retaguardia. De esta forma, controlar el Golfo de México se convirtió en la estrategia clave para asfixiar a las fuerzas británicas y una pieza fundamental en el tablero geopolítico que daría forma a los futuros Estados Unidos.
PENSACOLA: LA BATALLA QUE LO CAMBIÓ ABSOLUTAMENTE TODO
La joya de la corona británica en la región era Pensacola, en Florida, una fortaleza considerada inexpugnable. Gálvez reunió una flota para tomarla, pero al llegar a la bahía, el pánico se apoderó de sus almirantes. La entrada estaba protegida por un fuerte con cañones y las aguas eran traicioneras. La situación era crítica, porque la flota española se negaba a cruzar los cañones del fuerte británico por miedo a encallar y sufrir una masacre. La expedición estaba a punto de fracasar.
Fue entonces cuando Gálvez protagonizó su momento más legendario. Harto de la indecisión, se subió a su propio bergantín, el Galveztown, y se lanzó en solitario hacia la entrada de la bahía bajo un fuego infernal. Al grito de «Yo solo», que luego se añadiría a su escudo de armas, demostró a su flota que la entrada era posible y les obligó a seguirle por pura vergüenza torera. La posterior caída de Pensacola fue el golpe definitivo a los británicos en el sur y aseguró el nacimiento de los Estados Unidos.
¿Y POR QUÉ NADIE SE ACUERDA DE ÉL?
La respuesta es una mezcla de política, propaganda y olvido selectivo. Tras la guerra, las alianzas cambiaron y la ayuda española, a diferencia de la francesa, quedó en un segundo plano. Los recién nacidos Estados Unidos prefirieron construir un relato épico centrado en sus propios héroes, como Washington, y en la más «romántica» ayuda francesa del Marqués de Lafayette, ignorando la decisiva aportación hispana. La figura de Gálvez, simplemente, no encajaba en su nueva narrativa nacional.
Por su parte, España tampoco hizo mucho por preservar su memoria. El imperio se enfrentaba a sus propias crisis y convulsiones, y las hazañas de un gobernador en el lejano Nuevo Mundo se fueron diluyendo con el tiempo. Su muerte prematura, siendo virrey de Nueva España, contribuyó a que su figura cayera en un olvido inmerecido, mientras que España tenía sus propios problemas y su figura se diluyó entre las crisis posteriores y la pérdida progresiva de sus colonias. Una auténtica lástima para la historia de los Estados Unidos.
EL LEGADO INVISIBLE QUE PERMANECE HOY
Aunque su nombre haya sido borrado de muchos libros, su legado persiste. La ciudad de Galveston, en Texas, fue bautizada en su honor. En Washington D.C., a pocos metros de la Casa Blanca, se levanta una imponente estatua ecuestre en su memoria. Y, sobre todo, en 2014, el Congreso le concedió, a título póstumo, la Ciudadanía Honoraria, un reconocimiento que solo ostentan ocho personas en la historia, como Winston Churchill o la Madre Teresa. Un gesto que demuestra que los Estados Unidos reconocen, aunque tarde, su inmensa deuda con él.
Su historia no es solo la de un héroe olvidado; es un recordatorio de que el pasado es siempre más complejo y fascinante de lo que nos contaron. Nos enseña que las naciones no se construyen solas y que, a veces, los aliados más improbables son los que inclinan la balanza. Descubrir a Bernardo de Gálvez es redescubrir una conexión olvidada con la historia de los Estados Unidos y nos recuerda que la historia de los Estados Unidos es mucho más hispana de lo que se suele contar.