Iñaki (59 años), guarda forestal en la Selva de Irati: «La gente viene en octubre a ver los colores y comete el mismo error: esta es la única hora del día para ver la magia de verdad»

Descubre cómo la luz y la niebla de primera hora transforman el hayedo en un espectáculo único. Una guía para evitar las multitudes y conectar de verdad con la naturaleza en uno de los bosques más bellos de Europa.

La Selva de Irati en otoño es una postal tan perfecta que parece irreal, un estallido de colores que atrae a miles de visitantes cada año. Todos vienen buscando la misma foto, el mismo recuerdo de ocres y rojos, pero lo que no saben es que, sin querer, la mayoría se está perdiendo el verdadero espectáculo por un error de principiante. Iñaki, que conoce cada hoja y cada sendero de este bosque, sonríe con paciencia. Sabe cuál es el secreto.

El problema no es el lugar, sino el momento. Llegar a mediodía, cuando el sol está alto y los caminos se llenan de gente, es como ver una obra de arte con las luces equivocadas. Existe una ventana de tiempo, un instante casi mágico, en el que este hayedo de Irati revela su alma de una forma que muy pocos han presenciado. Es un chivatazo que solo conocen los que viven aquí, un regalo para los que están dispuestos a escuchar.

¿DE VERDAD CREES QUE CONOCES EL OTOÑO EN IRATI?

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La escena se repite cada fin de semana de octubre: coches aparcados en los márgenes, familias buscando el encuadre perfecto para Instagram y un murmullo constante que rompe la paz del bosque. Vienen a ver los colores, pero la masificación convierte la experiencia en una especie de parque temático natural, donde es difícil sentir la conexión profunda que ofrece este paraíso otoñal. La foto sale bonita, sí, pero el alma se queda vacía.

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Iñaki lo ve a diario desde su puesto de vigilancia. Observa cómo la gente se conforma con la versión más obvia del bosque, sin saber que a pocos metros, o unas horas antes, se esconde una dimensión completamente distinta. Es una frustración compartida por los locales, porque el verdadero corazón de Navarra late a un ritmo mucho más tranquilo y silencioso, un pulso que la mayoría de turistas nunca llega a sentir.

EL AMANECER: EL SECRETO QUE NADIE TE CUENTA

El truco es insultantemente sencillo: estar aquí cuando el sol apenas despunta sobre las cumbres del Pirineo. Es el momento que Iñaki llama «la hora de la verdad», porque la luz rasante del amanecer transforma los colores del bosque de una forma espectacular. Los rojos se vuelven más intensos, los amarillos brillan como el oro y las sombras dibujan un paisaje misterioso y profundo que la luz cenital aplana por completo.

Pero no es solo una cuestión de luz. Es el silencio. A esa hora, el bosque es solo tuyo, un santuario donde el único sonido es el crujir de la hojarasca bajo tus pies o el canto lejano de un pájaro. Para Iñaki, esta es la única forma de visitar Irati, ya que la soledad del amanecer te permite sentir la energía del lugar sin distracciones, una comunión casi espiritual que es imposible de alcanzar rodeado de multitudes.

SELVA IRATI LA DANZA DE LA LUZ Y LA NIEBLA

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Lo que ocurre al amanecer es pura alquimia visual. La humedad de la noche se condensa en bancos de niebla que flotan entre los troncos de las hayas y los abetos, creando una atmósfera de ensueño. Los primeros rayos de sol se cuelan a través de esa bruma, y es que esos haces de luz actúan como focos de teatro que iluminan escenas aleatorias, un espectáculo efímero que dura apenas unos minutos pero que se graba en la retina para siempre.

Es también el momento de la vida salvaje. Con la paz de la mañana, es mucho más fácil cruzarse con un corzo despistado o escuchar el sonido de un pájaro carpintero trabajando en un tronco. Es una experiencia que te reconcilia con la naturaleza, pues este bosque encantado parece despertar de un largo sueño junto a ti, compartiendo sus secretos más íntimos antes de que el resto del mundo llegue para interrumpir la conversación.

MANUAL DE INSTRUCCIONES PARA CAZAR EL MOMENTO PERFECTO

La clave es la planificación. La noche antes, consulta la hora exacta del amanecer y calcula el tiempo que necesitas para llegar al corazón del bosque sin prisas. No olvides ropa de abrigo y un termo con algo caliente, ya que el frío intenso de la mañana es parte fundamental de la experiencia, un recordatorio de que estás en plena montaña. El esfuerzo del madrugón se ve recompensado con creces, te lo aseguro.

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Una vez allí, no tengas un plan fijo. Adéntrate por un sendero, busca un claro o simplemente siéntate junto al río Irati y espera. No se trata de hacer una ruta, sino de ser un espectador paciente. Iñaki insiste en que no hay un lugar mejor que otro, porque la magia puede aparecer en cualquier rincón inesperado de este gigante forestal, solo hay que tener los ojos y el corazón bien abiertos para recibirla.

LA FOTO QUE NO SE HACE CON LA CÁMARA

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Cuando el sol ya está alto y los primeros coches empiezan a llegar, te das cuenta de que has sido un privilegiado. Has presenciado un acto privado, un milagro cotidiano que la mayoría ignora. Quizás tus fotos no sean técnicamente perfectas, pero el recuerdo del aire helado en la cara y el silencio roto por el sol es imborrable, un suvenir mucho más valioso que cualquier imagen digital.

Y es entonces cuando comprendes el verdadero significado de las palabras de Iñaki. No se trata solo de evitar a la gente o de conseguir una buena foto. Se trata de respeto, de humildad y de entender que para disfrutar de la naturaleza, a veces hay que adaptarse a sus ritmos, no a los nuestros. Porque la auténtica Selva de Irati no se visita, se siente.

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