Adelaida Torres (85), cocinera en Madrid: «La clave de un buen caldo de cocido no es el hueso de jamón, es esta verdura que nadie echa»

El secreto que las cocineras de antes guardaban celosamente para lograr un caldo sublime. Por qué el ingrediente que consideras imprescindible podría estar arruinando tu plato más tradicional.

La clave de un buen caldo de cocido no es el hueso de jamón, por mucho que tu abuela insistiera en ello, sino una verdura que casi todo el mundo olvida o, peor aún, desprecia. Hay secretos en la cocina que se transmiten de generación en generación, pequeños gestos que lo cambian todo. Adelaida Torres, a sus 85 años, lleva toda una vida entre fogones y conoce uno de los más importantes. ¿Estás preparado para que se tambaleen los cimientos de tu recetario?

La receta del cocido perfecto parece un dogma inamovible, un monumento a la tradición culinaria de nuestro país que nadie se atreve a tocar. Sin embargo, Adelaida sonríe con picardía cuando escucha la lista de ingredientes que recitamos de memoria. Para ella, el alma de este puchero madrileño no reside en la potencia, sino en el equilibrio, y ahí es donde casi todos fallamos. Porque, según nos cuenta, el verdadero truco para un caldo inolvidable está en un ingrediente que aporta dulzor y profundidad sin enmascarar los demás sabores.

EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LA COCINA DE ANTES

La sabiduría popular a menudo esconde trucos sencillos que marcan una diferencia abismal en el resultado final.
La sabiduría popular a menudo esconde trucos sencillos que marcan una diferencia abismal en el resultado final. Fuente Freepik.

La mayoría de nosotros asocia un buen cocido a la contundencia de sus carnes y embutidos. El chorizo, la morcilla, la punta de jamón… son los protagonistas indiscutibles que tiñen el caldo y le dan ese sabor potente que buscamos. Adelaida no niega su importancia, pero nos advierte de un error muy común. Centrarse solo en ellos es como escuchar una orquesta donde solo suenan los tambores, porque la obsesión por un sabor intenso nos hace perder la sinfonía de matices del guiso.

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En la cocina de antes, la de nuestras abuelas, el ingenio era tan importante como la materia prima. Se aprovechaba todo y se conocía el poder de cada ingrediente, por humilde que fuera. Para Adelaida, el gran olvidado del cocido es el que precisamente le da una elegancia única, un toque que suaviza la grasa y redondea el conjunto. Ella aprendió de su madre que el secreto de un caldo limpio y sabroso no estaba en añadir más carne, sino en saber compensarla.

LA VERDURA QUE LO CAMBIA TODO (Y QUE ESTÁS IGNORANDO)

Y aquí llega la revelación que desmonta el mito: la verdura que nadie echa y que es la clave de todo es el repollo. Pero no de cualquier manera. Adelaida insiste en que el fallo garrafal es cocerlo junto a los garbanzos desde el principio. Su truco para este guiso de garbanzos es otro. Ella añade solo un buen cuarto de repollo al caldo durante la última hora de cocción, porque esta verdura libera un dulzor sutil que equilibra la salazón del jamón y la grasa del chorizo, creando una base de sabor mucho más compleja.

Su función va más allá del simple sabor. El repollo, al cocerse lentamente, suelta sus jugos y realiza una labor casi mágica en la olla, aportando una textura sedosa al caldo casero que lo hace inolvidable. Es un actor secundario que se roba la función. Según Adelaida, el repollo clarifica el caldo de forma natural, dejándolo más limpio y con un color dorado precioso, sin la turbidez que a menudo vemos en otros platos. Es un gesto simple, casi un detalle, pero que transforma la experiencia por completo.

«EL HUESO DE JAMÓN ES UN MATÓN, TE ROBA LOS SABORES»

Esta afirmación de Adelaida resume su filosofía culinaria: la armonía por encima de la fuerza bruta.
Esta afirmación de Adelaida resume su filosofía culinaria: la armonía por encima de la fuerza bruta. Fuente Freepik.

Adelaida es tajante con uno de los ingredientes sagrados del cocido: el hueso de jamón. “Es un matón”, sentencia sin dudar. “Tiene tanta personalidad que se come todos los demás sabores. La gente lo echa buscando un caldo potente y lo que consigue es un caldo de jamón, no de cocido”. Su visión de la receta tradicional es casi revolucionaria, porque ella defiende que el hueso de jamón debe usarse con muchísima moderación o incluso sustituirse por un buen trozo de jamón en la carne de morcillo.

El objetivo, insiste, es que cada ingrediente tenga su momento de gloria. Quieres saborear el garbanzo, la gallina, la ternera y, por supuesto, las verduras. Si un único elemento lo domina todo, el plato pierde su riqueza. Por eso, en su cocido ideal, el caldo debe ser una suma delicada de todos los componentes, no una batalla campal de sabores donde solo gana el más fuerte. Ese es el arte que, según ella, hemos perdido por el camino, obsesionados con la intensidad.

EL RITUAL DEL COCIDO: MÁS ALLÁ DE LA RECETA

Hacer un buen cocido no es solo seguir una lista de ingredientes al pie de la letra; es un ejercicio de paciencia y amor, un ritual que empieza mucho antes de sentarse a la mesa. Es la liturgia del «chup-chup», de la cocción lenta a fuego bajo durante horas, el único método que permite que los sabores se fusionen sin arrebatarse. Para Adelaida, las ollas rápidas son el mayor enemigo de este plato porque matan el alma del guiso y no permiten que los ingredientes se entreguen poco a poco.

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Además, este plato de cuchara es, por encima de todo, un acto social, una excusa para reunir a la familia alrededor de la mesa. El aroma que inunda la casa durante toda la mañana es parte de la experiencia, un recuerdo imborrable de la infancia para muchos de nosotros. Ese tiempo de espera, esa conversación en la cocina, es lo que de verdad alimenta. Al final, el verdadero sabor del cocido está en el tiempo compartido y en el cariño puesto en cada paso, algo que ninguna receta puede cuantificar.

EL LEGADO DE ADELAIDA EN TRES VUELCOS

La forma tradicional de servir este plato es, en sí misma, una lección sobre cómo apreciar cada uno de sus matices.
La forma tradicional de servir este plato es, en sí misma, una lección sobre cómo apreciar cada uno de sus matices. Fuente Freepik.

La tradición de servir el cocido en tres vuelcos no es un capricho, sino la culminación de esta filosofía. Primero, la sopa de fideos, donde el caldo es el protagonista absoluto y puedes apreciar todos esos matices de los que habla Adelaida. Es ahí donde su truco del repollo se manifiesta en todo su esplendor. Después, el primer vuelco con la sopa te permite juzgar la calidad del caldo en su estado más puro, sin distracciones, y es la verdadera prueba de fuego para cualquier cocinero.

Después llegan los garbanzos con las verduras y, finalmente, las carnes. Cada vuelco es un homenaje a una parte del guiso tradicional. Adelaida lo sirve así, como manda la tradición, porque cree que es la única manera de respetar el trabajo de horas. Su legado no es una receta escrita en un papel, sino una forma de entender la cocina: con respeto por el producto, con paciencia y con la humildad de saber que, a veces, el ingrediente más humilde es el que guarda el mayor de los secretos, como ocurre en su cocido.

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