«Beber dos litros de agua al día en otoño es un mito que puede ser perjudicial»: Dr. Esteban Gil (67), nefrólogo, explica cuánta necesitas en realidad

Aunque pueda parecer contradictorio, forzar al cuerpo a ingerir más líquido del que necesita puede tener consecuencias negativas. La insistencia en esta cantidad fija de líquido se ha convertido en un dogma de bienestar que pocos se atreven a cuestionar.

La creencia de que se deben beber dos litros de agua al día es una de las recomendaciones de salud más extendidas, pero ¿y si te dijera que seguirla a rajatabla, sobre todo en otoño, podría no ser lo mejor para ti? Mucho de lo que damos por sentado sobre la hidratación se basa en ideas anticuadas, por lo que la cantidad de líquido que realmente necesitamos es mucho más personal de lo que creemos y depende de factores que solemos ignorar. Prepárate para desmontar un mito que llevas escuchando toda la vida.

Esta idea fija nos persigue desde hace décadas, creando una presión innecesaria por alcanzar una meta que para muchos es excesiva e incluso contraproducente. La realidad sobre este líquido vital es mucho más fascinante, ya que el cuerpo humano posee mecanismos increíblemente sofisticados para regular su propio balance hídrico sin necesidad de contar vasos. Descubrir cómo funciona tu organismo y qué necesita de verdad puede cambiar por completo tu relación con la botella de agua.

¿POR QUÉ DOS LITROS ES UNA CIFRA MÁGICA QUE NO FUNCIONA?

La insistencia en esta cantidad fija de líquido se ha convertido en un dogma de bienestar que pocos se atreven a cuestionar.
La insistencia en esta cantidad fija de líquido se ha convertido en un dogma de bienestar que pocos se atreven a cuestionar. Fuente Freepik.

Seguramente has oído la famosa regla de los ocho vasos diarios, un consejo que se ha repetido hasta la saciedad por todas partes. Sin embargo, su origen es bastante difuso y parece provenir de una interpretación demasiado literal de antiguas recomendaciones, donde se incluía todo el líquido que consumimos a lo largo del día, incluso el de los alimentos, y no solo el agua que bebemos directamente. Es un matiz que lo cambia absolutamente todo.

Publicidad

El problema se agrava cuando esta cifra se convierte en una obsesión para muchas personas, que se fuerzan a beber sin tener sed. Esta práctica ignora la señal más importante que nos da el organismo, por lo que convertir la hidratación en una obligación numérica puede interferir con los reguladores naturales del cuerpo, que son mucho más sabios que cualquier regla genérica. Al final, se trata de una simplificación que no hace justicia a la complejidad de la fisiología humana.

En este contexto, la idea de una cantidad universal de agua resulta absurda si pensamos en la enorme diversidad de personas y estilos de vida que existen. No tiene sentido aplicar la misma pauta a un deportista que entrena al sol que a una persona sedentaria que trabaja en una oficina con clima controlado, ya que las necesidades individuales varían drásticamente según el peso, la edad, el clima o la actividad física, haciendo de los dos litros una referencia arbitraria y poco útil.

TU CUERPO TE HABLA: LAS SEÑALES REALES DE QUE NECESITAS BEBER

La naturaleza nos ha dotado del mecanismo más preciso y eficiente para saber cuándo necesitamos reponer líquidos: la sed. Esta sensación es una alarma biológica muy sofisticada que se activa mucho antes de que lleguemos a un estado de deshidratación preocupante, de modo que confiar en la sed es la estrategia más inteligente y natural para mantener una correcta hidratación en la mayoría de las situaciones cotidianas. Es un sistema infalible si aprendemos a prestarle atención.

Si buscas una segunda opinión más allá de la sed, un indicador visual muy sencillo y fiable es el color de tu orina. No necesitas complejos análisis para saber si tu ingesta de agua es la correcta, puesto que un tono amarillo pálido, similar al de la limonada, suele ser señal de un buen estado de hidratación, mientras que un color más oscuro y concentrado te indica que probablemente necesites beber un poco más. Es el semáforo personal que todos llevamos incorporado.

A veces, el cuerpo nos envía otras señales más sutiles que también pueden estar relacionadas con una necesidad hídrica. La fatiga inexplicable, una ligera sensación de mareo o incluso un dolor de cabeza repentino pueden ser síntomas tempranos, por lo que prestar atención a pequeños cambios en nuestro bienestar puede ayudarnos a identificar una leve deshidratación antes de que vaya a más. No todo es cansancio acumulado, a veces la solución está simplemente en un vaso de agua.

NO TODA EL AGUA SE BEBE: EL SECRETO ESCONDIDO EN TU PLATO

A menudo olvidamos que una parte importante de la hidratación diaria proviene directamente de los alimentos que consumimos.
A menudo olvidamos que una parte importante de la hidratación diaria proviene directamente de los alimentos que consumimos. Fuente Freepik.

Una de las grandes verdades olvidadas en el mito de los dos litros es que no todo el aporte hídrico proviene de los líquidos que bebemos. Gran parte de la fruta y la verdura que comemos tiene un altísimo contenido de agua, de manera que cerca del 20-30 % de nuestra hidratación diaria la obtenemos a través de una dieta rica en productos vegetales, un porcentaje nada desdeñable que reduce la cantidad de líquido que necesitamos beber directamente.

Publicidad

Alimentos como la sandía, el pepino, el apio o las fresas son auténticos tesoros de hidratación, con más de un 90 % de agua en su composición. Incluir raciones generosas de estos productos en nuestras comidas no solo nos aporta vitaminas y minerales esenciales, sino que contribuye de forma significativa a nuestro balance hídrico global sin tener que recurrir exclusivamente a la bebida, haciendo la tarea de mantenerse hidratado mucho más fácil y sabrosa.

Pero no solo la fruta y la verdura cuentan en esta ecuación líquida que a menudo pasamos por alto. Otros platos, como las sopas, los caldos, los purés o incluso los yogures, son también excelentes fuentes de hidratación. Por ello, una alimentación variada y equilibrada es una de las herramientas más poderosas para asegurar un correcto aporte de líquidos, especialmente en épocas como el otoño, cuando las cremas y los platos de cuchara vuelven a apetecer con el cambio de tiempo.

¿CUÁNDO BEBER DEMASIADA AGUA SE VUELVE UN PROBLEMA?

Beber en exceso, una práctica conocida como sobrehidratación, puede alterar el delicado equilibrio de electrolitos en nuestro organismo. Forzar la ingesta de agua más allá de lo que el cuerpo pide puede diluir peligrosamente los niveles de sodio en la sangre, ya que esta condición, llamada hiponatremia, puede provocar síntomas graves como náuseas, confusión e incluso convulsiones en los casos más extremos. Aunque es poco común, el riesgo existe, sobre todo si se bebe una gran cantidad en muy poco tiempo.

Los riñones son los órganos encargados de filtrar la sangre y eliminar el exceso de líquido a través de la orina, un trabajo que realizan de manera constante y eficaz. Sin embargo, obligarlos a procesar un volumen de agua innecesariamente alto supone una carga de trabajo extra para ellos, puesto que someter a los riñones a un sobreesfuerzo continuo puede afectar a su capacidad de filtrado a largo plazo, una consecuencia silenciosa que debemos tener muy en cuenta.

Ciertas personas deben tener un cuidado especial con el consumo excesivo de líquidos. Pacientes con insuficiencia cardíaca, enfermedades renales o hepáticas tienen una capacidad limitada para excretar el exceso de agua, por lo que para estos grupos de riesgo, seguir ciegamente la recomendación de los dos litros puede ser especialmente perjudicial y debe estar siempre supervisado por un profesional. La salud no entiende de reglas universales, sino de necesidades particulares.

AJUSTANDO LA JARRA: ¿CUÁNTA AGUA NECESITAS TÚ REALMENTE?

La clave para una correcta hidratación no está en una cifra universal, sino en atender a las particularidades de nuestro propio cuerpo y estilo de vida.
La clave para una correcta hidratación no está en una cifra universal, sino en atender a las particularidades de nuestro propio cuerpo y estilo de vida. Fuente Freepik.

Entonces, si los dos litros son un mito, ¿cuál es la cantidad correcta? La respuesta es que no hay una sola. Depende de ti. Una persona de 90 kilos necesitará más que una de 60, del mismo modo que las necesidades hídricas varían enormemente en función del peso corporal, el metabolismo individual y la edad. Por tanto, la primera lección es dejar de compararnos y empezar a escucharnos a nosotros mismos.

El entorno y lo que hacemos en él son determinantes para calcular nuestras necesidades. No es lo mismo pasar el día en una oficina con aire acondicionado que trabajando al aire libre bajo el sol, ya que la actividad física y la temperatura ambiente son dos de los factores que más influyen en la pérdida de líquidos a través del sudor y la respiración. El sentido común es, en este caso, la mejor guía para ajustar la ingesta de agua.

Con la llegada del otoño, las temperaturas bajan y nuestro cuerpo no necesita luchar contra el calor constante del verano. Sudamos menos y, por lo general, nuestra actividad física al aire libre se reduce, así que adaptar el consumo de líquidos a las estaciones es fundamental para no sobrecargar el organismo innecesariamente. Quizás la verdadera sabiduría no esté en beber una cantidad fija, sino en tener la flexibilidad de ajustarla a cada momento de nuestra vida.

Publicidad
Publicidad