Este es el día del año en que los acantilados de Asturias ‘fuman’ y ‘silban’: el espectáculo de los Bufones de Pría a pleno rendimiento

Un fenómeno natural único que transforma la costa en un espectáculo de agua y sonido. El momento exacto del año en el que los acantilados parecen cobrar vida propia.

En Asturias existe un día, o más bien varios días al año, en que la tierra parece respirar, fumar y silbar con una fuerza sobrecogedora. Ocurre en la costa de Llanes, un lugar donde el mar no se conforma con besar la orilla, y los acantilados de Pría se convierten en géiseres salvajes que desafían al cielo. Este espectáculo, conocido como los Bufones de Pría, no es una leyenda local; es una demostración de poder que te deja sin aliento y te recuerda lo pequeños que somos. ¿Pero cuándo ocurre exactamente?

La magia de este rincón del oriente de Asturias no responde a un calendario fijo, sino al humor del Cantábrico. Para presenciar cómo los acantilados «fuman» hay que esperar la conjunción perfecta de las mareas y el oleaje, cuando el mar se enfurece y golpea la costa con una energía descomunal. Solo entonces, el agua encuentra un camino a través de las grietas subterráneas y estalla en un bufido que resuena a kilómetros. Un sonido que, una vez lo escuchas, jamás olvidas.

¿QUÉ SECRETO ESCONDEN LOS ACANTILADOS QUE ‘FUMAN’?

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Imagínate un queso gruyer gigante, pero de roca caliza, esculpido durante miles de años por la paciencia del agua. Los bufones son esencialmente eso: chimeneas y galerías subterráneas que conectan el mar con la superficie de los prados que coronan el acantilado, y el aire y el agua a presión son expulsados violentamente al exterior. No es un simple salpicón; es un chorro pulverizado que se eleva como el vapor de una locomotora antigua, creando una estampa casi irreal en este paraíso natural.

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Este fenómeno geológico, casi único del litoral cantábrico, convierte un tranquilo paseo por el paisaje astur en una experiencia inmersiva y vibrante. Lo que desde lejos parece humo blanco saliendo de la tierra es, en realidad, el aliento del océano, y el agua del mar se pulveriza en millones de gotas que el viento arrastra tierra adentro. Es la prueba definitiva de que la naturaleza, cuando se lo propone, es la mejor directora de efectos especiales que existe, y todo ocurre en esta increíble parte de Asturias.

EL DÍA ‘D’: CUÁNDO LA TIERRA DECIDE RUGIR EN LLANES

Sincronizar tu visita con la furia del Cantábrico es la clave para vivir la experiencia completa. No vale cualquier día, ni cualquier hora. Para que los Bufones de Pría muestren su cara más salvaje, necesitas una combinación muy específica de factores que suelen darse con más frecuencia en los meses de otoño e invierno. El ingrediente principal es un fuerte oleaje, lo que los marineros llaman mar de fondo, y la pleamar es el momento álgido en que la presión del agua alcanza su punto máximo.

Pero no basta con olas grandes. La dirección del mar es fundamental para que el espectáculo en esta zona de Asturias sea memorable. El oleaje debe venir del noroeste, golpeando de lleno la costa y empujando masas de agua hacia las galerías submarinas con una fuerza titánica. Solo así se produce el «bufido», ese rugido que hace temblar el suelo bajo tus pies, y este fenómeno convierte los rincones de Asturias en un escenario de poder indomable. Consultar una buena previsión marítima antes de ir es, más que una recomendación, una obligación.

NO ES MAGIA, ES LA FUERZA BRUTA DEL CANTÁBRICO

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Cuando las condiciones son perfectas, los chorros de agua pueden alcanzar más de veinte metros de altura, una columna líquida que explota contra el cielo gris asturiano. Es una visión que impone y emociona a partes iguales. Un recordatorio brutal del poder que se esconde bajo la superficie del mar, y la energía liberada en cada explosión es tan grande que se siente en todo el cuerpo. Planificar un viaje a Asturias para ver esto es apostar por una emoción fuerte, una de esas que se quedan grabadas en la memoria para siempre.

Estar allí es sentir la vibración de la tierra, escuchar un estruendo que parece venir de las profundidades y notar el rocío salado en la cara a decenas de metros del acantilado. No es un espectáculo pasivo; te envuelve por completo. Es adrenalina pura, un enfrentamiento directo con la naturaleza asturiana en su estado más puro y descontrolado, y la sensación de estar ante algo tan poderoso te hace sentir increíblemente vivo. Es la fuerza de Asturias manifestándose sin filtros.

LA BANDA SONORA DE LA NATURALEZA: ¿CÓMO SUENAN LOS BUFONES?

El nombre de «bufones» no es casualidad; viene del sonido, del «bufido» que emiten. Pero la banda sonora de este lugar es mucho más compleja y fascinante. Antes de la gran explosión de agua, a menudo se escucha un sonido agudo, un silbido largo y penetrante que pone los pelos de punta. Es el aviso, la antesala del estruendo, y ese silbido se produce cuando el aire comprimido en las cuevas escapa a gran velocidad por las grietas más estrechas.

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El contraste entre el silbido y el posterior rugido es sobrecogedor. El primero es un lamento tenso, como el de una bestia a punto de atacar; el segundo es la explosión, un bramido grave y profundo que lo inunda todo. Esta dualidad sonora convierte la escapada a Llanes en una experiencia acústica inolvidable. Cada bufón tiene su propia voz, su propio tono, y escuchar la sinfonía completa del principado es algo que conecta directamente con nuestro lado más primario.

MÁS ALLÁ DEL ESPECTÁCULO: UN PASEO POR EL PARAÍSO

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Aunque la tentación de acercarse al borde para conseguir la foto perfecta es grande, la prudencia es la mejor compañera en una visita a los bufones. La fuerza del agua es impredecible y el terreno puede ser resbaladizo. Lo ideal es mantener una distancia de seguridad y disfrutar del espectáculo desde los senderos que recorren la costa de Asturias, y la belleza del paisaje circundante, con prados verdes que mueren en el acantilado, es abrumadora. Es un lugar de una belleza salvaje, con o sin bufones activos.

De hecho, incluso en un día de mar en calma, el paseo por los acantilados de Pría es una de las rutas más bellas que se pueden hacer en Asturias. El contraste del verde intenso con el azul del mar, el olor a salitre y la sensación de paz son el contrapunto perfecto a la furia de los días de tormenta. Es la doble cara de este paraíso verde, un lugar que sabe ser refugio y furia, silencio y estruendo, y el recuerdo de ese Cantábrico rugiendo te acompañará mucho después de haber dejado atrás la costa de Asturias.

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