Eurovisión 2026 aún no ha comenzado y ya está rodeado de una fuerte polémica internacional. La decisión de algunos países de no participar en caso de que Israel continúe en la competición ha abierto un debate que amenaza con ensombrecer la edición número 70 del festival, prevista para celebrarse en mayo en Viena, Austria. El anuncio de Irlanda, sumándose a Islandia y Eslovenia en el rechazo, ha sido uno de los más contundentes hasta el momento y refleja el clima de tensión que vive Europa alrededor de la cita musical.
La cuestión no se limita únicamente al ámbito artístico. Eurovisión 2026 se ha convertido en un escenario político en el que diferentes gobiernos y emisoras públicas muestran sus posturas respecto a la situación en Gaza. El Ministro de Cultura español, Ernest Urtasun, ha sido claro al invitar a RTVE a plantearse una retirada si Israel no es expulsado, dejando en evidencia que el festival no solo es un escaparate de talento musical, sino también un espacio donde se reflejan los conflictos internacionales.
3Un festival atrapado entre la música y la geopolítica
 
                                
                            La controversia en torno a Eurovisión 2026 confirma lo que muchos expertos llevan tiempo señalando, y es que el festival es mucho más que una competición musical. La edición de Viena pone en evidencia que el escenario europeo se convierte en un espejo de tensiones globales y que, lejos de quedar al margen, los artistas y organizadores se ven arrastrados por ellas. Cada boicot, cada declaración y cada amenaza de retirada reconfigura el mapa de participantes y condiciona la narrativa que rodeará al evento.
El gran reto de la UER será encontrar un equilibrio que permita preservar la esencia de Eurovisión 2026 como espectáculo cultural sin ignorar las demandas de países que exigen coherencia ética. Lo que ocurra en los próximos meses marcará no solo esta edición, sino también el futuro del festival, que tendrá que decidir si sigue siendo un espacio de neutralidad artística o si asume que la música, inevitablemente, también es política.







