Los días de la semana forman parte de nuestra vida cotidiana de manera tan automática que apenas nos detenemos a pensar en su origen. De lunes a domingo marcan el ritmo del trabajo, las rutinas y el descanso, pero detrás de cada nombre se esconde una historia que conecta directamente con las antiguas civilizaciones. Son vestigios de culturas que, hace miles de años, encontraron en los astros, los dioses y la organización social la inspiración para dividir el tiempo.
Recordar que los días de la semana tienen raíces en la astrología y la mitología resulta sorprendente, sobre todo porque hoy los usamos sin plantearnos qué significan. El calendario actual es fruto de la herencia romana, con influencias griegas y adaptaciones posteriores que la Iglesia y la lengua moldearon hasta lo que conocemos hoy. Redescubrir ese origen es también una manera de comprender cómo el pasado sigue presente en cada aspecto de nuestra rutina diaria.
2La adaptación cristiana y su influencia

Con la expansión del cristianismo, los días de la semana comenzaron a recibir nuevas interpretaciones. El domingo, originalmente el dies Solis (día del Sol), pasó a ser el “día del Señor” en honor a la resurrección de Cristo, mientras que el sábado adquirió un sentido religioso vinculado al descanso bíblico. De esta forma, las antiguas raíces paganas se mezclaron con la fe cristiana, que buscaba adaptar las costumbres a su propia cosmovisión.
A pesar de estas modificaciones, la estructura de siete días se mantuvo firme. El calendario hebreo ya utilizaba esta división basada en la creación del mundo según la Biblia, y la Iglesia encontró en ello una justificación para consolidar el modelo romano. Así, los días de la semana terminaron siendo una combinación de herencia astrológica y tradición religiosa que todavía marca nuestro tiempo.