El sistema inmune es la primera línea de defensa del cuerpo y, aunque solemos pensar en la alimentación o en el ejercicio como factores clave para mantenerlo fuerte, el sueño ocupa un lugar igual de importante. Dormir no solo es un acto reparador, sino un proceso biológico esencial que activa mecanismos invisibles que protegen al organismo de virus, bacterias y enfermedades. Sin embargo, en una sociedad marcada por el estrés y los horarios frenéticos, pocas veces se le concede el espacio que merece.
Diversos expertos en medicina del sueño coinciden en que la calidad de las horas que pasamos durmiendo tiene un impacto directo en nuestra salud inmunológica. Mientras el cuerpo descansa, se produce una especie de reorganización interna; en esta organización las células inmunitarias se multiplican, los tejidos se reparan y las defensas se preparan para afrontar cualquier amenaza externa. Por eso, más allá de las ocho horas recomendadas, lo que realmente cuenta es que ese sueño sea profundo y continuo.
1El vínculo entre el sueño y el sistema inmune

El sistema inmune necesita del sueño para funcionar de manera eficiente. Durante las fases más profundas, conocidas como sueño de ondas lentas, el organismo libera citoquinas, unas proteínas fundamentales que ayudan a regular la respuesta frente a infecciones e inflamaciones. Sin estas horas de descanso reparador, la producción de estas sustancias se ve alterada, lo que deja al cuerpo más vulnerable ante virus comunes como la gripe o el resfriado.
Los expertos subrayan que no se trata de un beneficio inmediato, sino de un hábito que fortalece al organismo a largo plazo. Dormir bien cada noche es como ir construyendo una muralla invisible, que poco a poco se hace más sólida. Por el contrario, acumular noches de mal descanso genera grietas en esa muralla, debilitando el sistema inmune y aumentando el riesgo de enfermar.