El sistema inmune es la primera línea de defensa del cuerpo y, aunque solemos pensar en la alimentación o en el ejercicio como factores clave para mantenerlo fuerte, el sueño ocupa un lugar igual de importante. Dormir no solo es un acto reparador, sino un proceso biológico esencial que activa mecanismos invisibles que protegen al organismo de virus, bacterias y enfermedades. Sin embargo, en una sociedad marcada por el estrés y los horarios frenéticos, pocas veces se le concede el espacio que merece.
Diversos expertos en medicina del sueño coinciden en que la calidad de las horas que pasamos durmiendo tiene un impacto directo en nuestra salud inmunológica. Mientras el cuerpo descansa, se produce una especie de reorganización interna; en esta organización las células inmunitarias se multiplican, los tejidos se reparan y las defensas se preparan para afrontar cualquier amenaza externa. Por eso, más allá de las ocho horas recomendadas, lo que realmente cuenta es que ese sueño sea profundo y continuo.
3Hábitos que ayudan a reforzar el descanso

Si queremos que el sistema inmune se mantenga fuerte, es necesario dar al sueño el lugar prioritario que merece en nuestra vida cotidiana. Los especialistas recomiendan crear un ambiente adecuado en la habitación, con oscuridad, silencio y una temperatura estable que favorezca la relajación. También sugieren evitar pantallas y comidas pesadas antes de acostarse, ya que interfieren en la calidad del descanso.
Otro aspecto fundamental es la regularidad. Acostarse y levantarse a la misma hora, incluso los fines de semana, ayuda a que el cuerpo regule su reloj interno y consiga ciclos de sueño más profundos. Cuando estos hábitos se convierten en parte de la rutina, los beneficios se notan no solo en el estado de ánimo y la energía diaria, sino también en la fortaleza del sistema inmune, que se mantiene alerta y preparado para protegernos.