Lo que no sabías del estrés: el impacto silencioso que altera tu memoria

El estrés tiene muchas consecuencias pero una de las que probablemente no conocías es la alteración de la memoria. Conoce todo lo que puede producir el estrés y evítalo a tiempo.

El estrés se ha convertido en un acompañante cotidiano al que muchos hemos aprendido a acostumbrarnos casi sin darnos cuenta. Está presente en la rutina laboral, en las responsabilidades familiares e incluso en los momentos de descanso cuando la mente se niega a desconectar. Aunque solemos relacionarlo con cansancio o ansiedad, lo cierto es que sus efectos van mucho más allá de la sensación de agobio. La ciencia ha demostrado que también puede modificar la forma en que recordamos y procesamos la información.

Lejos de ser un problema pasajero, el estrés tiene la capacidad de alterar la memoria de manera silenciosa. No siempre se nota de inmediato, pero con el tiempo influye en la atención, la concentración y la capacidad de retener datos. Ese “vacío” que se siente cuando se olvidan cosas importantes no siempre está ligado a la edad o al despiste, sino a los niveles de cortisol, la hormona que se dispara en situaciones de tensión.

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El estrés crónico y el deterioro de la memoria a largo plazo

“La falta de descanso provoca deterioro”. Fuente: Pexels

El estrés constante no solo perjudica lo inmediato, también deja huella en la memoria a largo plazo. Mantener el organismo en alerta durante meses o incluso años puede reducir la capacidad del hipocampo para almacenar recuerdos y generar nuevas conexiones neuronales. Con el tiempo, esa falta de descanso para el cerebro provoca un deterioro que no se percibe de un día para otro, pero que se acumula silenciosamente.

Las consecuencias pueden ir desde la dificultad para aprender nuevas habilidades hasta problemas para recordar experiencias personales. En algunos casos, el estrés prolongado se asocia a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas. Aunque no es el único factor que interviene, sí actúa como un acelerador de los procesos de desgaste cognitivo, algo que cada vez preocupa más a la comunidad médica.

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