Eurovisión vive una de las mayores crisis de su historia reciente y España ha sido protagonista de un movimiento que puede cambiar el rumbo del festival. La confirmación de que Israel formará parte de la edición de 2026 ha encendido las alarmas en varios países europeos, pero nuestro país ha dado un paso más al anunciar oficialmente que abandonará la competición si la Unión Europea de Radiodifusión no reconsidera esta participación. Su mensaje es que la política internacional y la sensibilidad social han entrado de lleno en un evento que siempre ha presumido de unir a las naciones a través de la música.
La postura de Eurovisión se encuentra en el centro de un debate diplomático y cultural. RTVE, con el respaldo del Gobierno y sus socios parlamentarios, ha decidido plantarse en un contexto donde Irlanda, Eslovenia, Islandia y Países Bajos ya habían mostrado reticencias. La votación en el Consejo de Administración de la corporación ha dejado en evidencia la división política, pero también ha puesto de manifiesto la relevancia simbólica de un festival que no puede permitirse perder a uno de los miembros del Big Five.
1España marca un precedente en el Big Five

Eurovisión siempre ha contado con un núcleo duro de países que garantizan su estabilidad financiera y su impacto internacional: Alemania, Italia, Francia, Reino Unido y España. Que uno de ellos decida condicionar su permanencia representa un hecho sin precedentes y abre una grieta en la organización. La votación en RTVE, con diez apoyos a favor, cuatro en contra y una abstención, no solo refleja la posición del Gobierno, también responde a una demanda social creciente que pide mayor coherencia entre los valores que proclama el festival y la realidad política internacional.
El precedente español podría animar a otros miembros del Big Five a adoptar medidas similares. La decisión llega después de que RTVE impulsara en julio un debate en el seno de la UER sobre la conveniencia de la participación israelí. Entonces se pidió una respuesta antes de diciembre, pero la presión diplomática y social ha adelantado los tiempos. El anuncio de España coloca a Eurovisión en el dilema de elegir entre mantener la neutralidad formal o adaptarse a las exigencias éticas que reclaman cada vez más países.