Eurovisión vive una de las mayores crisis de su historia reciente y España ha sido protagonista de un movimiento que puede cambiar el rumbo del festival. La confirmación de que Israel formará parte de la edición de 2026 ha encendido las alarmas en varios países europeos, pero nuestro país ha dado un paso más al anunciar oficialmente que abandonará la competición si la Unión Europea de Radiodifusión no reconsidera esta participación. Su mensaje es que la política internacional y la sensibilidad social han entrado de lleno en un evento que siempre ha presumido de unir a las naciones a través de la música.
La postura de Eurovisión se encuentra en el centro de un debate diplomático y cultural. RTVE, con el respaldo del Gobierno y sus socios parlamentarios, ha decidido plantarse en un contexto donde Irlanda, Eslovenia, Islandia y Países Bajos ya habían mostrado reticencias. La votación en el Consejo de Administración de la corporación ha dejado en evidencia la división política, pero también ha puesto de manifiesto la relevancia simbólica de un festival que no puede permitirse perder a uno de los miembros del Big Five.
2El impacto económico y social de una retirada de Eurovisión

La salida de España tendría consecuencias inmediatas para Eurovisión. Nuestro país no solo aporta recursos como miembro del Big Five, también representa un mercado clave para el festival. Los datos de 2025 evidencian que España fue el tercer país con más interés en viajar a Basilea, solo por detrás de Suiza y Alemania. La retirada implicaría una merma económica para la organización y un golpe de imagen que podría afectar a la credibilidad del certamen.
Más allá de lo económico, el impacto sería social y cultural. La decisión conecta con un movimiento ciudadano cada vez más activo. Plataformas como Action Network ya han recogido decenas de miles de firmas para exigir que España no comparta escenario con Israel, recordando que la presión popular ha sido determinante en otras decisiones políticas recientes. Los impulsores de estas campañas insisten en que Eurovisión no puede convertirse en un instrumento de propaganda internacional, menos aún en un contexto de conflicto donde se denuncian violaciones de derechos humanos.