Florencia Bura (37), neuróloga: «El primer síntoma del párkinson no es el temblor, es esta señal 10 años antes»

Solemos asociar una enfermedad al síntoma más visible, pero la ciencia revela que no siempre es así. Un sentido que a menudo ignoramos podría ser la primera ficha de dominó en caer, mucho antes de lo que pensamos.

El párkinson es una de esas palabras que evocan una imagen muy concreta en nuestra mente: el temblor incontrolable en las manos. Sin embargo, la neuróloga Florencia Bura nos obliga a desmontar este mito, y es que según sus palabras, la primera señal de esta enfermedad neurodegenerativa aparece mucho antes, cuando el verdadero síntoma inicial del párkinson no es el temblor, sino una alteración sensorial que solemos pasar por alto. ¿Y si nuestro cuerpo nos estuviera avisando con años de antelación?

La afirmación de Bura resulta tan reveladora como inquietante y nos sitúa frente a un nuevo paradigma en la detección del párkinson. Imagina poder identificar una señal de alarma una década antes de que aparezcan los problemas de movilidad. Pues bien, esa pista existe y no tiene nada que ver con el movimiento, sino con algo tan cotidiano como el olfato, porque la pérdida de la capacidad para oler es uno de los indicadores más precoces y fiables, una ventana a los cambios que se gestan en el cerebro.

UN SENTIDO QUE SE APAGA EN SILENCIO

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¿Quién no ha perdido el olfato alguna vez durante un resfriado? Es algo común, casi una anécdota. Lo preocupante es cuando esa pérdida se instala de forma permanente sin una causa aparente, y muchas personas no le dan importancia hasta que es demasiado tarde, ignorando una de las primeras manifestaciones de este trastorno neurodegenerativo. Es un síntoma silencioso, que no duele ni incapacita de inmediato, pero que esconde una realidad neurológica mucho más profunda y compleja.

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La explicación científica es fascinante y nos lleva a los orígenes de la enfermedad de Parkinson. Las proteínas anómalas que causan el daño neuronal, conocidas como alfa-sinucleína, no empiezan a acumularse en las áreas del cerebro que controlan el movimiento. Mucho antes, lo hacen en zonas como el bulbo olfatorio, y por eso esta estructura cerebral es una de las primeras en verse afectadas en la dolencia neurológica, provocando esa desconexión con los olores del mundo que nos rodea.

MÁS ALLÁ DEL TEMBLOR: EL MAPA OCULTO DE LOS SÍNTOMAS

Creer que el párkinson es solo un temblor es como pensar que un iceberg es solo la punta que vemos sobre el agua. La realidad es que existe todo un universo de síntomas no motores que emergen años, incluso décadas, antes de que el movimiento se vea comprometido. Hablamos de problemas que afectan a la calidad de vida de una forma sutil pero constante, dibujando un mapa de pistas que, hasta hace poco, no sabíamos interpretar correctamente.

Estos signos precoces van desde el estreñimiento crónico hasta trastornos del sueño muy específicos, como el trastorno de conducta del sueño REM, donde la persona «actúa» sus sueños de forma muy vívida. También son comunes la ansiedad o la depresión. Puede que por separado no parezcan alarmantes, pero la combinación de varios de estos síntomas no motores enciende las alarmas de los neurólogos, que saben que podrían estar ante las primeras fases del desarrollo del párkinson, mucho antes del diagnóstico formal.

¿POR QUÉ LLEGA TAN TARDE EL DIAGNÓSTICO?

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Si una persona sufre de estreñimiento y ha perdido algo de olfato, lo más probable es que acuda a un digestivo o a un otorrino, no a un neurólogo. Nadie piensa en el párkinson. Este es el principal motivo del retraso en el diagnóstico, ya que la sociedad y muchos profesionales sanitarios no están entrenados para conectar estas señales dispersas, atribuyéndolas a la edad, al estrés o a otras dolencias menores que nada tienen que ver con el cerebro.

Aquí es donde la divulgación juega un papel fundamental para cambiar las reglas del juego. Conocer que la pérdida de olfato o un trastorno del sueño pueden ser el prólogo de una enfermedad como el párkinson es una herramienta muy poderosa. Es crucial concienciar a la población, porque un diagnóstico precoz permite iniciar tratamientos que mejoran la calidad de vida, ralentizando la progresión de los síntomas motores y ofreciendo al paciente un mayor control sobre su futuro.

LA CIENCIA BUSCA RESPUESTAS EN EL TIEMPO

La buena noticia es que la comunidad científica está volcada en descifrar este puzle. La investigación actual no solo se centra en tratar los síntomas visibles de la enfermedad, sino en encontrar biomarcadores que permitan detectar la dolencia neurológica en sus etapas más incipientes, incluso antes de que aparezca ningún síntoma. Se buscan pistas en la sangre, en la piel o incluso en el líquido cefalorraquídeo.

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El objetivo final es poder actuar antes de que el daño neuronal sea extenso. Si se pudiera identificar a las personas en riesgo de desarrollar párkinson diez o quince años antes, se abriría la puerta a terapias neuroprotectoras que hoy parecen ciencia ficción. La ciencia avanza sin descanso, porque el futuro del tratamiento de esta condición pasa por la medicina preventiva y personalizada, adelantándose a la enfermedad en lugar de reaccionar ante ella cuando ya ha mostrado su cara más conocida.

LA VIDA CON PÁRKINSON: UNA NUEVA PERSPECTIVA

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Hoy en día, existen terapias farmacológicas, fisioterapia, logopedia y, sobre todo, una comunidad de pacientes y asociaciones que ofrecen un apoyo inmenso. La clave está en adoptar un papel activo frente a la enfermedad. Afrontar la lucha contra el párkinson implica entender que, aunque haya limitaciones, la vida continúa y se pueden mantener la autonomía y la ilusión durante muchos años, adaptándose a las nuevas circunstancias con resiliencia y buscando siempre el lado positivo.

Por eso, la historia de la pérdida de olfato es mucho más que una simple anécdota médica. Es una llamada de atención para que todos aprendamos a escuchar nuestro cuerpo, a no subestimar las señales que nos envía, por muy sutiles que parezcan. Porque a veces, un aroma que se desvanece no es solo un recuerdo que se pierde, sino un futuro que nos está pidiendo a gritos un poco de atención. Identificar el párkinson a tiempo empieza por ahí, por prestar atención a esos silencios.

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