Mucha gente planifica su viaje a Vigo soñando con la playa de Rodas. Manuel Ferreiro, marinero de 62 años, sonríe con sorna, ya que el verdadero tesoro de las Cíes se encuentra lejos de las postales más famosas y repetidas hasta la saciedad. Nos cuenta que «el error es ir a la playa de Rodas», una afirmación que desarma a cualquiera. ¿Y si llevamos toda la vida equivocados sobre este paraíso gallego? ¿Existe un secreto mejor guardado en este rincón atlántico?
El misterio no está en un mapa del tesoro, sino en la sabiduría de quien conoce cada corriente de la ría de Vigo. Este veterano del mar insiste en que existe una alternativa mejor, y que es en octubre cuando se muestra en todo su esplendor, pues esa joya escondida ofrece una tranquilidad que Rodas perdió hace décadas. La promesa de una cala casi desierta y una experiencia auténtica nos obliga a escucharle con atención, porque quizás estemos a punto de descubrir algo grande.
EL SECRETO QUE VIGO GUARDA MÁS ALLÁ DE RODAS
La playa de Rodas ha sido catalogada como una de las mejores del mundo, y con razón. Su arena blanca y fina, sus aguas turquesas y su forma de media luna son un imán para cualquiera que ponga un pie en las Cíes. Sin embargo, su fama es también su condena, porque la masificación estival convierte este paraíso gallego en un hervidero de gente. Manuel lo sabe bien, pues ha visto cómo la experiencia de conectar con la naturaleza se diluye entre sombrillas y toallas ajenas en la costa de Pontevedra.
Lo que muchos no saben es que el archipiélago es mucho más que esa primera impresión. A pocos pasos, escondidas tras pequeños senderos, existen otras calas que conservan la magia original del parque nacional. Aquí la belleza no se mide en metros de longitud, sino en la intensidad de la paz que se respira, donde el único sonido es el de las olas rompiendo suavemente contra la orilla. Esta es la esencia de una escapada a las Cíes que muchos se pierden por no atreverse a explorar.
«EN OCTUBRE, LAS CÍES SON TUYAS»: EL CONSEJO DE UN LOBO DE MAR
Cuando le preguntas a Manuel por el momento perfecto, no duda ni un segundo. El verano, con su bullicio y sus barcos repletos, queda descartado. Para él, el verdadero lujo es sentir la isla en soledad, y eso solo ocurre cuando el calendario avanza. Nos asegura que una visita a las Cíes en otoño es una experiencia transformadora que cambia por completo la percepción que tenemos de este lugar tan emblemático de Vigo.
El décimo mes del año regala una luz completamente diferente, más dorada y melancólica, que baña el paisaje con una atmósfera casi mística. Las temperaturas siguen siendo agradables para pasear, e incluso para los valientes que se atreven con un chapuzón, ya que la isla se vacía de turistas y recupera su pulso natural y salvaje. Es el momento en que las Cíes dejan de ser un destino para convertirse en un refugio, un secreto compartido solo por unos pocos afortunados que conocen bien el entorno de Vigo.
NOSA SEÑORA, EL REFUGIO ESCONDIDO DEL ATLÁNTICO
Caminando hacia el sur desde el muelle, dejando atrás el bullicio, se encuentra la playa de Nosa Señora, o Nosa Señora de Carracido. No compite en tamaño con Rodas, pero gana por goleada en encanto. Sus aguas, protegidas y cristalinas, son de un color esmeralda que hipnotiza, y su arena guarda el calor de un sol de otoño que invita a la calma. Este es el rincón al que se refiere nuestro marinero de Vigo, un lugar donde el tiempo parece detenerse por completo.
Lo que hace especial a este lugar es su atmósfera íntima. Al estar más resguardada, parece un pequeño secreto que la isla te susurra al oído. Es el sitio perfecto para leer un libro, meditar o simplemente no hacer nada, solo observar los barcos fondeados en la ría de Vigo. Aquí, la conexión con el entorno es total y sin interferencias humanas, permitiendo redescubrir por qué las Islas Cíes son, de verdad, un paraíso en la tierra.
¿ES REALMENTE MEJOR? LA EXPERIENCIA COMPLETA
La comparación puede parecer injusta, pero es necesaria para entender la diferencia. Mientras que Rodas en agosto es sinónimo de multitudes, ruido y una lucha constante por encontrar un hueco libre, Nosa Señora en octubre es todo lo contrario. Representa la antítesis del turismo de masas, ya que ofrece una exclusividad que no se paga con dinero, sino con conocimiento local. Es la elección de quien busca una experiencia más profunda en su viaje a la joya de Galicia.
Elegir este rincón menos conocido no significa renunciar a la belleza, sino potenciarla. Se trata de cambiar la foto perfecta para Instagram por un recuerdo imborrable en la memoria, una sensación de paz que te acompaña mucho después de abandonar la isla. En este pequeño arenal del archipiélago vigués, la naturaleza te abraza sin pedirte nada a cambio, y es en esa sencillez donde reside su auténtica grandeza, una lección que solo un lugar como este puede enseñarte.
LA CONEXIÓN PERDIDA: REDESCUBRIR EL PARAÍSO GALLEGO
La lección de Manuel Ferreiro va más allá de recomendar una playa. Es una invitación a viajar de otra manera, a buscar la esencia de los lugares en lugar de consumir sus postales más evidentes. La próxima vez que pienses en una escapada a Vigo, recuerda sus palabras, ya que la verdadera aventura comienza donde termina el camino marcado por las guías turísticas. Es ahí donde se encuentran las historias que merecen la pena ser contadas y vividas.
Quizás el error, como decía Manuel, no es solo ir a Rodas, sino hacerlo con prisa, sin escuchar el ritmo que marca el mar. Este tesoro de las Rías Baixas pide ser explorado con calma, con la curiosidad de un niño y el respeto de quien sabe que está pisando un santuario natural. Solo así se puede comprender la magia de un lugar como este, un rincón que pertenece a Vigo pero que, en su silencio de octubre, se siente como si fuera solo tuyo.