«Esta selva estuvo oculta 40 años por Franco»: un guarda forestal jubilado de La Gomera cuenta la historia secreta del bosque de Garajonay

El testimonio de un guarda jubilado desvela una cara oculta del Parque Nacional de Garajonay. Descubre por qué uno de los bosques más mágicos de Europa pudo ser un lugar prohibido durante décadas.

La historia secreta de La Gomera comienza con una frase lapidaria de quien la ha pateado durante más de cuarenta años: «Esta selva estuvo oculta cuarenta años por Franco». Lo dice un guarda forestal jubilado, testigo de una época en la que el corazón verde de esta isla canaria no era el paraíso abierto que hoy conocemos. Él nos revela que esta joya natural estuvo vedada al público durante décadas, un secreto guardado por la niebla y el silencio que invita a preguntarse qué ocurría realmente allí.

Pocos imaginan que tras la belleza de La Gomera se esconde un pasado de acceso limitado y misterio. El guarda insiste en que el bosque de Garajonay, hoy Patrimonio de la Humanidad, fue un enclave casi inaccesible. Su testimonio desvela que el acceso al Parque Nacional de Garajonay era un privilegio militar, una afirmación que cambia por completo la percepción de este pulmón de las Canarias. ¿Qué razones había para mantener al margen a la población de su propio tesoro natural? La respuesta sigue oculta entre sus árboles milenarios.

¿UN BOSQUE PROHIBIDO EN PLENO SIGLO XX?

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Imaginar un lugar así en La Gomera hoy parece imposible, con sus senderos perfectamente señalizados y sus miradores abiertos al mundo. Pero la memoria del guarda nos transporta a un pasado no tan lejano de restricciones y enigmas. Nos cuenta que la zona tenía un valor estratégico que el régimen franquista no quería exponer, convirtiendo una maravilla ecológica en un punto ciego en el mapa para la mayoría de los españoles. Un tesoro natural de la isla custodiado con un celo inusual.

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El silencio que hoy envuelve el paraíso de Garajonay era entonces un silencio impuesto, no una invitación a la paz. Aquella atmósfera de secretismo alimentaba todo tipo de historias entre los lugareños, que veían el monte como un lugar ajeno. El guarda recuerda que los caminos que ahora recorren miles de turistas eran rutas de vigilancia, un espacio donde la naturaleza salvaje convivía con la disciplina militar. Una realidad que redefine por completo la experiencia de visitar La Gomera.

EL SECRETO QUE GUARDABAN LOS ÁRBOLES MILENARIOS

Lo que Franco no podía controlar era la magia ancestral de este bosque en La Gomera, un ecosistema único en el mundo que latía ajeno a las directrices humanas. Hablamos de la laurisilva, una formación boscosa que cubría gran parte de la cuenca mediterránea hace millones de años. Mientras el mundo cambiaba, aquí el tiempo se detuvo, ya que la laurisilva, una reliquia del Terciario, crecía ajena a las prohibiciones humanas, protegida por la geografía y el clima únicos de la isla.

Adentrarse en sus senderos gomeros es como viajar a otro tiempo, una experiencia casi onírica que las restricciones de antaño solo hacían más potente. La orografía de la isla favorece la formación del «mar de nubes», una bruma constante que riega el bosque y le confiere un aspecto fantasmagórico. Es una experiencia donde la densa niebla crea un aura de misterio que alimenta su leyenda, un velo que durante años no solo fue climático, sino también político y social.

«NADIE PODÍA ENTRAR, SOLO UNOS POCOS»: LA MEMORIA DE UN GUARDA

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El guarda forestal, cuyo nombre prefiere mantener en el anonimato, recuerda su juventud en La Gomera con una mezcla de nostalgia y resignación. Él era de esos pocos privilegiados que, por su trabajo, tenía acceso a zonas vedadas para el resto. En sus palabras, y cuenta que los locales sabían que ciertas áreas del monte eran intocables, un conocimiento no escrito que se transmitía de padres a hijos. No hacían falta vallas; bastaba con el respeto y un poco de miedo.

Los rumores eran el pan de cada día en la isla colombina, y la falta de información oficial era el mejor abono para la imaginación. ¿Maniobras militares? ¿Un refugio estratégico? ¿O simplemente el deseo de preservar un lugar para el disfrute de unos pocos? Nadie lo sabía a ciencia cierta, y se decía que solo personal autorizado y altos mandos tenían permiso para acceder a sus rincones más profundos. Un misterio que engrandecía aún más la leyenda del bosque de Garajonay.

EL MITO DE GARA Y JONAY: UNA LEYENDA ENTRE LA NIEBLA

Este halo de secretismo encaja a la perfección con el alma legendaria de La Gomera, una isla cuyos relatos se hunden en las raíces del pueblo guanche. No se puede hablar de Garajonay sin mencionar a los amantes que le dieron nombre. La leyenda cuenta donde la trágica historia de amor de los príncipes Gara y Jonay impregna cada rincón del parque, un romance imposible entre dos jóvenes de islas rivales que prefirieron la muerte a la separación, lanzándose desde el pico más alto.

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Caminar por la laurisilva canaria es casi como escuchar los ecos de esa leyenda, sentir la presencia de los amantes en cada árbol retorcido y cada arroyo. La niebla y el silencio del bosque se convierten en el escenario perfecto para este drama eterno. Es fácil imaginar que la prohibición de acceso ayudó a preservar la pureza del escenario de su mito, manteniendo el lugar virgen y cargado de la energía ancestral que todavía hoy se puede sentir al realizar una ruta por la isla.

DE ZONA RESTRINGIDA A PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

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Con la llegada de la democracia, los secretos de La Gomera comenzaron a desvelarse y sus barreras invisibles a caer. El bosque, que durante décadas fue un susurro en boca de los locales, empezó a abrirse al mundo. Fue un proceso lento pero imparable, y el bosque que antes era un misterio se convirtió en Parque Nacional en 1981, abriéndose por fin a todos. Unos años más tarde, en 1986, la Unesco lo reconocería como Patrimonio de la Humanidad, blindando su valor universal.

Quizás, sin saberlo, aquel aislamiento forzoso fue la clave de su increíble estado de conservación, una paradoja histórica que nos deja un legado de valor incalculable. La historia que nos cuenta el viejo guarda ya no es de prohibiciones, sino de un tesoro recuperado. Y gracias a esa historia oculta, hoy La Gomera nos regala un ecosistema casi intacto, un tesoro que sobrevivió al tiempo y al olvido para convertirse en un símbolo de la resistencia de la naturaleza.

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