Si te crujen las rodillas al subir un tramo de escaleras, no estás solo. Es una de esas sensaciones que muchos normalizamos, un peaje casi inevitable del paso del tiempo. Sin embargo, el reumatólogo Ángel Ruiz, a sus 59 años, lo tiene claro y es que una falta de nutrientes específicos puede estar detrás de esas molestias. Lo que a menudo despachamos con un «cosas de la edad» podría ser una llamada de atención de nuestro cuerpo, una señal que nos pide a gritos un cambio.
Ese chasquido, casi un susurro mecánico, es el eco de una maquinaria que necesita mantenimiento. El Dr. Ruiz insiste en que, si te crujen las rodillas, «tu cuerpo te está pidiendo a gritos este nutriente», y es que el colágeno y el magnesio son fundamentales para el buen funcionamiento del cartílago. Ignorar esta petición silenciosa es como conducir con una luz de advertencia parpadeando en el salpicadero. ¿Y si la solución estuviera más cerca de lo que pensamos, concretamente en nuestra despensa?
EL CRUJIDO MISTERIOSO: ¿QUÉ TE DICEN TUS ARTICULACIONES?
Puede que lo notes al agacharte a por algo que se ha caído o al ponerte en cuclillas. Ese crepitar en las rodillas, conocido técnicamente como crepitación articular, es más que un simple ruido y es que esos chasquidos son una señal temprana de que el cartílago podría estar desgastándose. Este tejido elástico, que actúa como un amortiguador entre los huesos, pierde densidad y flexibilidad con el tiempo, y ese sonido es la primera pista de que algo no va como debería en tus articulaciones.
Escuchar a nuestro cuerpo es una habilidad que vamos perdiendo en el ajetreo diario. Lejos de ser alarmistas, debemos entender que el cuidado de las articulaciones es una carrera de fondo y ignorar estas señales puede llevar a problemas más serios en la articulación de la rodilla. No se trata de dejar de moverse, sino de empezar a nutrirse de forma inteligente para que ese movimiento sea fluido y sin dolor, protegiendo el futuro de nuestras rodillas y de nuestro bienestar general.
EL ANDAMIO INVISIBLE QUE SOSTIENE TU CUERPO
Imagina el colágeno como el andamio interno que da estructura a casi todo tu cuerpo. No solo está en la piel, sino que es el componente principal de tendones, ligamentos y, por supuesto, cartílagos. Con el paso de los años, nuestra producción natural de esta proteína disminuye drásticamente, y el colágeno es la proteína encargada de dar elasticidad y resistencia a los tejidos conectivos. La salud articular depende directamente de la integridad de esta estructura fundamental para nuestra movilidad.
La pérdida de colágeno no es solo una cuestión estética de arrugas y flacidez. Su déficit interno tiene consecuencias mucho más profundas para nuestras junturas, especialmente para las rodillas, que soportan gran parte de nuestro peso y una menor cantidad de colágeno hace que el cartílago se vuelva más frágil y vulnerable. Este desgaste es el que provoca la fricción entre los huesos, generando esa molesta sensación de crujido y, a la larga, el temido dolor de rodilla.
MÁS ALLÁ DEL COLÁGENO: EL MINERAL QUE LO CAMBIA TODO
Si el colágeno son los ladrillos de nuestras articulaciones, el magnesio es el maestro de obras que dirige la construcción. Este mineral esencial participa en más de 300 reacciones bioquímicas en el organismo. Una de sus funciones más desconocidas, pero vitales, es que el magnesio es crucial para la síntesis de proteínas como el colágeno. Sin niveles adecuados de magnesio, nuestro cuerpo no puede aprovechar ni fabricar eficazmente el colágeno que tanto necesita la salud de nuestras rodillas.
Sufrir un déficit de magnesio es sorprendentemente común en la población occidental. Una dieta pobre en vegetales de hoja verde, frutos secos y legumbres puede dejarnos en la estacada y la falta de este mineral no solo afecta al cartílago, sino que también provoca tensiones musculares y calambres. Estos problemas musculares pueden generar una tensión adicional en la articulación femororrotuliana, empeorando cualquier problema de rodilla subyacente y creando un círculo vicioso de molestias.
LA DESPENSA, TU MEJOR ALIADA CONTRA EL DOLOR
La buena noticia es que podemos actuar desde el plato. Para recargar nuestros depósitos de colágeno, nada como volver a los básicos de la cocina de la abuela. El caldo de huesos, cocinado a fuego lento durante horas, es una fuente excepcional de colágeno biodisponible y alimentos como la gelatina, las manitas de cerdo o la piel del pollo son ricos en esta proteína. Incluirlos de forma regular en nuestra dieta es una estrategia deliciosa para fortalecer las rodillas desde dentro y mejorar su estructura.
Para el magnesio, la naturaleza nos ofrece un abanico de opciones vibrantes y llenas de sabor. Las espinacas, las acelgas, las almendras, las semillas de calabaza o el aguacate son auténticas bombas de este mineral. Incluso un poco de chocolate negro de alta pureza puede ser un gran aliado y una dieta rica en estos alimentos asegura el combustible necesario para que el cuerpo repare los tejidos. Fortalecer las rodillas es, en gran medida, una cuestión de elegir los ingredientes correctos.
UN PACTO CON TU CUERPO PARA UN FUTURO SIN LÍMITES
No se trata de buscar soluciones mágicas ni de obsesionarse con un único nutriente. El verdadero secreto reside en la sinergia, en entender que nuestro cuerpo funciona como un todo. La vitamina C, por ejemplo, es indispensable para que el organismo pueda producir su propio colágeno y la combinación de una dieta equilibrada con un estilo de vida activo es la mejor garantía para unas articulaciones fuertes. Un paseo diario o ejercicios de bajo impacto ayudan a lubricar las rodillas y a mantenerlas funcionales.
Así que la próxima vez que escuches ese crujido al levantarte del sofá, no lo ignores. Piensa en él como un recordatorio amable de tu cuerpo, una invitación a cuidarte un poco más y mejor. Porque unas rodillas sanas no solo te permiten subir escaleras sin molestias; te dan la libertad de jugar con tus nietos, de dar largos paseos por la playa o de bailar tu canción favorita. Te regalan, en definitiva, una vida plena y sin limitaciones.