La energía con la que arrancamos el día depende en gran medida de lo que elegimos para desayunar. Aunque muchas veces se subestima, la primera comida del día no solo sacia el hambre, sino que marca el ritmo de nuestra productividad, concentración y bienestar. Apostar por opciones ligeras pero nutritivas puede ser la clave para mantenernos activos durante toda la mañana sin caer en el cansancio prematuro y sin necesidad de recurrir a estimulantes que solo ofrecen un alivio momentáneo.
En los últimos años, se ha demostrado que no se trata de comer mucho al empezar la jornada, sino de seleccionar alimentos que favorezcan la digestión y aporten los nutrientes adecuados. Una elección acertada puede mejorar la energía, evitar la pesadez y dar la vitalidad suficiente para rendir tanto en el trabajo como en los estudios o en cualquier actividad cotidiana. Por eso, cada vez más nutricionistas recomiendan prestar atención a este momento del día y no dejarlo en manos de la improvisación.
1La energía empieza con un desayuno equilibrado

La energía que buscamos por la mañana no se obtiene de una taza de café cargado, sino de una combinación inteligente de alimentos. Los desayunos equilibrados incluyen carbohidratos de absorción lenta, como los cereales integrales o la avena, que liberan glucosa de manera gradual y evitan los altibajos de cansancio a lo largo de la mañana, algo que suele ocurrir cuando se apuesta por bollería o azúcares refinados.
Incorporar proteínas magras, como el yogur natural o un poco de huevo, ayuda a mantener la saciedad por más tiempo y contribuye a que el cuerpo tenga un soporte constante de nutrientes. Acompañar todo esto con fruta fresca aporta fibra, vitaminas y antioxidantes, elementos fundamentales para arrancar el día con claridad mental y vitalidad física. Incluso añadir frutos secos en pequeñas cantidades puede dar un extra de energía saludable que se nota durante toda la mañana.