La historia de Ruiz-Mateos arranca mucho antes de aquel famoso “¡que te pego, leche!”, pero fue esa frase, escupida con furia a la salida de un juzgado, la que lo catapultó al olimpo de los personajes inolvidables de España. ¿Cómo un empresario serio pudo convertirse en un showman con capa de Superman? su figura se transformó de magnate caído a un justiciero popular a ojos de muchos y es un fenómeno que todavía hoy cuesta entender.
Aquella escena esperpéntica fue el inicio de una huida hacia adelante que hipnotizó a la sociedad española. Con cada disfraz y cada tartazo, el empresario jerezano escribía un nuevo capítulo de su propia leyenda, una estrategia mediática con la que buscaba ganar la batalla del relato público mientras los tribunales le acorralaban. Pero, ¿era un genio de la comunicación o un trilero desesperado? La respuesta sigue dividiendo a quienes vivieron aquella época.
EL IMPERIO DE LA ABEJA: ASCENSO Y CAÍDA
Pocos recuerdan ya que, antes del espectáculo, existió un imperio. Rumasa, el «holding de las familias españolas», era un gigante con más de 700 empresas que abarcaban desde la banca hasta la alimentación, un coloso que daba empleo a más de 60.000 personas. El fundador de Rumasa construyó su conglomerado a base de una audacia financiera sin precedentes, comprando compañías en apuros y absorbiéndolas bajo el paraguas de su abeja.
Pero todo se vino abajo una noche de febrero de 1983. El Gobierno socialista de Felipe González, alegando un riesgo inminente para la estabilidad económica del país, decretó la expropiación. Aquel movimiento, justificado por una supuesta insolvencia y una contabilidad opaca, fue un terremoto que sacudió los cimientos del poder económico y político español y marcó el inicio de la guerra personal de Ruiz-Mateos contra el Estado.
¿VÍCTIMA O VILLANO? NACE EL PERSONAJE MEDIÁTICO
Tras perder su imperio, Ruiz-Mateos se reinventó por completo, dejando atrás el traje de ejecutivo para enfundarse el de víctima del sistema. Comprendió antes que nadie el poder de la televisión y supo que su única arma era la opinión pública. José María entendió que para ganar la guerra contra el ministro Miguel Boyer necesitaba convertirse en un personaje, alguien con quien la gente pudiera empatizar, un David luchando contra un Goliat todopoderoso.
Y entonces llegó el puñetazo. La agresión a Boyer no fue un simple arrebato, fue una declaración de intenciones perfectamente calculada que lo convirtió en un icono popular de la noche a la mañana. De repente, el controvertido empresario pasó a ser el hombre que se atrevía a plantar cara al poder, y su grito se convirtió en un lema para miles de personas que se sentían, como él, abandonadas por el sistema. El personaje había devorado a la persona.
SUPERMAN EN LOS JUZGADOS Y TARTAZOS EN DIRECTO
La estrategia del esperpento se desató sin control, y las puertas de los juzgados se convirtieron en un teatro del absurdo. Un día aparecía vestido de Superman para «rescatar» la justicia, otro con un traje de presidiario para denunciar su persecución. El hombre del disfraz utilizaba el humor y la provocación para mantener su nombre en los titulares de forma constante, una táctica brillante para que nadie olvidara su causa mientras los procesos judiciales se eternizaban.
Pero su escenario favorito era la televisión, donde campaba a sus anchas. Protagonizó momentos inolvidables, como el famoso tartazo que un espontáneo (supuestamente pagado por él) le lanzó a la abogada de Isabel Preysler en pleno directo. El personaje televisivo sabía perfectamente que cada escándalo generaba un debate que lo mantenía vivo mediáticamente, eclipsando la complejidad de las acusaciones de estafa que pesaban sobre él.
EL EXTRAÑO CARIÑO POPULAR: ¿POR QUÉ CAÍA BIEN?
La pregunta del millón es por qué una parte significativa de la sociedad española apoyaba a Ruiz-Mateos. La respuesta reside en su increíble capacidad para conectar con el sentir de la calle. Se presentaba como un hombre hecho a sí mismo, un padre de familia numerosa y católico devoto al que el socialismo le había robado todo. El populista jerezano logró que miles de ciudadanos se identificaran con su lucha contra un Estado percibido como injusto y arrogante.
Ese apoyo popular se materializó de la forma más insólita: en las urnas. Creó su propio partido político, la «Agrupación Ruiz-Mateos«, y contra todo pronóstico, consiguió dos escaños en el Parlamento Europeo en 1989. El eurodiputado consiguió su objetivo de obtener inmunidad parlamentaria y llevar su causa a Europa, demostrando que su personaje no solo funcionaba en la televisión, sino que también era capaz de movilizar el voto de los descontentos.
EL OCASO DEL CLAN Y LA SOMBRA DE NUEVA RUMASA
El tiempo pasó, pero la obsesión de Ruiz-Mateos por reconstruir su imperio nunca desapareció. A principios de los 2000 resurgió con Nueva Rumasa, un conglomerado levantado con la misma fórmula que el original y financiado a través de pagarés con altísimos intereses. El empresario gaditano utilizó su fama y la confianza que aún generaba para atraer a miles de pequeños inversores que le confiaron los ahorros de toda una vida.
La historia, tristemente, se repitió. Nueva Rumasa colapsó en 2011, dejando un agujero millonario y a más de 5.000 familias atrapadas en una estafa piramidal. Esta vez, el personaje ya no hacía gracia. La imagen del abuelo entrañable se desvaneció para dejar paso a la del presunto estafador, y la simpatía popular se tornó en rabia. El legado final de Ruiz-Mateos es el de un hombre complejo que hizo del esperpento un arte, un personaje que nos hizo reír mientras tejía una de las mayores tragedias financieras de nuestra historia reciente, recordándonos lo delgada que es la línea entre el carisma y el engaño.









