La historia a menudo se olvida de nombres cruciales, y el de Bernardo de Gálvez es uno de ellos, un hombre cuya audacia fue determinante para que hoy conozcamos a Estados Unidos tal y como es. Imagina la escena: una bahía fuertemente defendida por el enemigo, una flota aliada paralizada por el miedo y un general que toma una decisión que roza la locura, y es que la ayuda española fue un factor decisivo para la independencia de las Trece Colonias, un capítulo que a menudo se pasa por alto. ¿Qué empuja a un líder a arriesgarlo todo de esa manera?
Aquel día, frente a la costa de Florida, no solo se jugaba el control de una ciudad, sino el destino de una guerra y el nacimiento de una nación. Con la famosa frase «Yo solo», el héroe malagueño se enfrentó a sus propios oficiales antes que al enemigo, demostrando un coraje que aún hoy resuena en la historia. Fue un gesto que lo convirtió en leyenda, porque Bernardo de Gálvez se lanzó en solitario a la boca del lobo para forzar el ataque a Pensacola, una hazaña que merece ser contada. ¿Cómo un solo hombre pudo cambiarlo todo?
¿QUIÉN FUE ESTE HÉROE OLVIDADO POR LA HISTORIA?
Pocos saben que detrás de uno de los mayores apoyos a la causa americana se encontraba un militar de Macharaviaya, un pequeño pueblo de Málaga. Bernardo de Gálvez y Gallardo nació en 1746 en el seno de una estirpe de militares y políticos que dejaron una huella imborrable en la España del siglo XVIII. Desde muy joven, su destino parecía sellado, y es que la poderosa familia de los Gálvez influyó notablemente en la política de la Corona española, con tíos que ocuparon cargos tan relevantes como el de secretario de Indias o virrey de Nueva España. Era un hombre destinado a grandes empresas.
Su carrera lo llevó muy pronto al Nuevo Mundo, donde su valía no tardó en destacar, forjándose una reputación de líder audaz e inteligente en diversas campañas contra apaches y británicos. Su nombramiento como gobernador de la Luisiana española en 1777 lo colocó en el epicentro de un conflicto que estaba a punto de estallar. Desde Nueva Orleans, la estratégica posición de Bernardo de Gálvez le permitió observar y actuar en la retaguardia británica, convirtiéndose en una figura clave en la Luisiana mucho antes de que España declarara la guerra oficialmente.
EL PLAN SECRETO PARA AYUDAR A LOS REBELDES AMERICANOS
Antes de que las armas hablaran, la diplomacia y el espionaje ya estaban en marcha. España se movía en la sombra, y Gálvez era su mejor hombre sobre el terreno. Cuando las Trece Colonias declararon su independencia, España adoptó una postura de neutralidad oficial, pero bajo la superficie, la maquinaria diplomática y militar trabajaba a pleno rendimiento. El rey Carlos III veía la oportunidad de debilitar a su eterno rival, Gran Bretaña, y recuperar territorios perdidos como Florida, y por eso Bernardo de Gálvez organizó una red secreta de apoyo a los rebeldes americanos desde Nueva Orleans, suministrándoles pólvora, medicinas y armas. Una ayuda vital para las tropas de George Washington.
La situación dio un vuelco en 1779, cuando España declaró formalmente la guerra a Gran Bretaña. Lejos de esperar órdenes, Bernardo de Gálvez lanzó una ofensiva relámpago con una rapidez y eficacia que sorprendió a todos. Remontó el Misisipi con un ejército compuesto por soldados regulares, milicianos criollos, negros libres e incluso nativos americanos. Su estrategia en el Misisipi fue impecable, ya que en cuestión de semanas conquistó los fuertes británicos de Manchac, Baton Rouge y Natchez, despejando el río de presencia enemiga y asegurando una ruta vital para los colonos.
LA CAMPAÑA DE FLORIDA: UN OBJETIVO IRRENUNCIABLE
Tras sus victorias en el Misisipi, el siguiente paso en la brillante estrategia de Bernardo de Gálvez era expulsar a los británicos de toda la costa del Golfo de México. El objetivo principal era la Florida Occidental, y su capital, Pensacola, era el bastión más formidable del enemigo en la región. Su conquista no solo devolvería a España un territorio anhelado, sino que asestaría un golpe mortal al esfuerzo de guerra británico, porque la base naval de Pensacola era un nido de corsarios que amenazaba el comercio español y servía de punto de partida para ataques contra los aliados.
La primera expedición a Pensacola en 1780 fue un desastre. Una flota preparada para la invasión fue dispersada por un huracán devastador antes de llegar a su destino, con barcos hundidos y hombres perdidos en la tormenta. Lejos de rendirse, Bernardo de Gálvez demostró una tenacidad inquebrantable y reorganizó sus fuerzas para un segundo intento. Aquel contratiempo solo reforzó su determinación, ya que la tenacidad del gobernador de Luisiana le llevó a solicitar más barcos y hombres a La Habana, consciente de que el éxito de la conquista de la Florida Occidental dependía de tomar Pensacola a cualquier precio.
«YO SOLO»: EL MOMENTO QUE FORJÓ UNA LEYENDA
Hay instantes que definen a una persona para siempre. Para Gálvez, ese momento llegó frente a una bahía defendida por cañones y ante la indecisión de sus propios hombres. En marzo de 1781, la nueva flota española llegó finalmente a las puertas de la bahía de Pensacola. Sin embargo, la entrada era un infierno artillero defendido por el fuerte Barrancas Coloradas. El jefe de la escuadra naval, el capitán José Calvo de Irazábal, se negó a cruzar la línea de fuego, argumentando que era un suicidio, y es que el temor del almirante a los cañones británicos paralizó a toda la flota española, creando una tensión insostenible. Bernardo de Gálvez no podía creerlo.
Fue entonces cuando la audacia de Bernardo de Gálvez alcanzó su cénit. Hastiado de la cobardía y la inacción, tomó el mando de su propio bergantín, el Galveztown, y se dirigió hacia la entrada de la bahía mientras ordenaba izar su insignia de comandante. Se dice que gritó a los cuatro vientos su intención de entrar, con o sin la flota.
Al pasar bajo el fuego enemigo, indemne, el héroe malagueño se lanzó en solitario a la bahía para demostrar que la empresa era posible, un acto de desafío que humilló al resto de oficiales. Luego envió una nota a Irazábal que decía: «En el pliego adjunto remito a V.S. la orden para que ejecute lo mismo que yo he hecho». Aquel fue el origen de su lema: «Yo solo».
EL LEGADO DE UN HÉROE QUE UNIÓ DOS MUNDOS
La hazaña en Pensacola de Bernardo de Gálvez rompió la parálisis. Avergonzados, los demás barcos de la flota siguieron su estela y entraron en la bahía, iniciando un asedio que duraría dos meses y que culminaría con la rendición británica. La caída de Pensacola fue una catástrofe para el Reino Unido, pues la victoria española desvió tropas y recursos británicos que no pudieron usarse contra Washington en el norte, aliviando la presión sobre el ejército continental en un momento crítico. El impacto en la guerra fue inmenso, acelerando la victoria final de los colonos en Yorktown.
Tras la guerra, el rey Carlos III reconoció su gesta concediéndole el título de conde de Gálvez y permitiéndole añadir a su escudo de armas el lema «Yo solo» junto a una imagen del Galveztown. Aunque su figura cayó en un relativo olvido durante siglos, Estados Unidos nunca lo descartó de su historia, y en 2014, el Congreso le concedió la Ciudadanía Honoraria de los Estados Unidos, un honor que solo han recibido ocho personas en la historia, como Winston Churchill o la Madre Teresa de Calcuta.
Es el recuerdo del héroe que unió para siempre a dos naciones, porque la figura de Bernardo de Gálvez sigue siendo un poderoso símbolo de la amistad histórica entre España y Estados Unidos, un lazo forjado a sangre y fuego en los campos de batalla de la revolución.