Pocas canciones definen tan bien un verano como Yo quiero bailar, el himno que catapultó a Sonia y Selena a la fama más estratosférica en 2001. Aquel estribillo, sencillo y directo, se convirtió en la banda sonora de un país entero, un torbellino de éxito que parecía no tener fin. Pero, ¿qué sucede cuando la música se detiene? ¿Qué fue de las dos mujeres que pusieron a España en pie con su éxito del verano? La respuesta es tan inesperada como fascinante.
Su rostro estaba en todas las carpetas y su tema no dejaba de sonar, pero de la noche a la mañana, el silencio. Detrás de la coreografía y las sonrisas se escondía una realidad compleja que llevó a su separación, dejando a miles de fans con el corazón roto. Muchos se preguntaron qué había pasado, una incógnita que hoy desvelamos al descubrir que una es azafata de vuelo y la otra da clases de canto en Marbella, dos caminos radicalmente distintos que nadie habría podido imaginar para las reinas de aquel hit estival.
EL VERANO EN QUE TODA ESPAÑA QUISO BAILAR
Corría el año 2001 y el pop español vivía una época dorada de ritmos latinos y estribillos pegadizos. Fue en ese caldo de cultivo donde emergió un tema que lo cambiaría todo, Yo quiero bailar. La canción no era solo un éxito, era un fenómeno social que se apoderó de chiringuitos, verbenas y discotecas de todo el país, convirtiéndose en el himno generacional de aquella época. Sonia y Selena, con su frescura y energía, representaban la alegría despreocupada de unas vacaciones interminables.
El secreto de su triunfo fue una fórmula magistral: una melodía adictiva, una letra que invitaba a la fiesta y un baile que todo el mundo podía aprender en cinco minutos. De repente, el fenómeno musical era imparable, el dúo se convirtió en un icono pop de usar y tirar, con una exposición mediática brutal que las situó en la cima de la industria. Nunca antes un tema había calado tan hondo en el imaginario colectivo como lo hizo Yo quiero bailar, y parecía que su reinado sería eterno.
¿QUÉ ROMPIÓ UN ÉXITO TAN ARROLLADOR?
Detrás de cada gran triunfo, a menudo se esconden historias de desencuentros y presiones difíciles de gestionar. La de Sonia y Selena no fue una excepción. El desgaste de la convivencia, la intensidad de las giras y las diferentes visiones sobre el futuro del proyecto comenzaron a abrir una brecha insalvable entre ellas. Aquel sueño que compartían mientras cantaban Yo quiero bailar se estaba agrietando, la fama repentina y la convivencia intensiva comenzaron a pasarles factura de una manera silenciosa pero implacable.
Aunque durante años se especuló con todo tipo de rumores, la realidad fue más sencilla y, a la vez, más humana. Selena Leo ansiaba explorar un camino en solitario, con un registro musical diferente, mientras que Sonia quería mantener la esencia que las había llevado al estrellato. La tensión se hizo insostenible, la separación se produjo en la cima de su carrera, demostrando que ni el mayor de los éxitos puede sobrevivir a las diferencias personales. Su gran hit, paradójicamente, fue el principio y el fin de su aventura conjunta.
DE LOS ESCENARIOS A LOS CIELOS: LA NUEVA VIDA DE SONIA
Tras la disolución del grupo, Sonia Madoc intentó continuar su carrera en la música, pero el peso de un éxito como Yo quiero bailar es una sombra muy alargada. Buscando un cambio radical y una estabilidad que el mundo del espectáculo no le ofrecía, tomó una de las decisiones más sorprendentes. Hizo el curso de Tripulante de Cabina de Pasajeros (TCP), un giro de 180 grados que la llevó a trabajar como azafata de vuelo para diversas aerolíneas, encontrando en el cielo una nueva forma de conectar con la gente.
Este cambio de rumbo no significó un adiós definitivo a su pasión, ya que ha compaginado su trabajo en las nubes con proyectos musicales esporádicos. Sin embargo, su principal ocupación durante años ha estado lejos de los focos, demostrando una admirable capacidad de reinvención. Lejos de la nostalgia de aquella famosa canción, Sonia encontró una profesión que le aportaba anonimato y una rutina que contrastaba con la vorágine de su pasado, una elección valiente que muchos de sus seguidores jamás hubieran previsto.
SELENA, EL SOL DE MARBELLA Y UNA PASIÓN INTACTA
Selena Leo, por su parte, nunca quiso alejarse de su verdadera vocación. Tras la separación, emprendió su carrera en solitario, publicando varios discos y explorando diferentes estilos musicales con los que se sentía más identificada que con Yo quiero bailar. Su camino la llevó a instalarse en Marbella, un refugio donde pudo redefinir su relación con la industria, allí encontró el equilibrio perfecto entre su amor por la música y una vida más tranquila y alejada del circuito comercial masivo, convirtiéndose en una figura respetada en el ámbito local.
En la costa malagueña, Selena no solo ha seguido componiendo y actuando, sino que también ha canalizado su experiencia para ayudar a otros. Abrió su propia escuela, donde imparte clases de canto y asesora a nuevos talentos, una forma de devolver todo lo que la música le ha dado. Para ella, la banda sonora de aquel verano fue una etapa, su presente es una madurez artística en la que disfruta de su pasión en sus propios términos, demostrando que el éxito no siempre reside en estar en primera línea mediática.
¿PODRÍAMOS VOLVER A BAILAR JUNTAS ALGÚN DÍA?
A pesar de sus caminos divergentes, el destino las ha vuelto a unir en contadas ocasiones, para deleite de sus fans más fieles. Sonia y Selena han participado juntas en giras de revival como «Love the 90s», donde han vuelto a interpretar ese Yo quiero bailar que las convirtió en leyenda. Estos reencuentros han demostrado que, aunque sus vidas son muy distintas, la química en el escenario sigue intacta, provocando una oleada de nostalgia cada vez que pisan las tablas juntas y recordándonos por qué su música marcó a toda una generación.
Aquellas actuaciones esporádicas avivan la esperanza de un regreso más permanente, aunque ambas han dejado claro que están felices con sus vidas actuales. Lo que es innegable es que el legado de Yo quiero bailar trasciende el tiempo; no es solo una canción, es el recuerdo de un verano, de una juventud, de una época más sencilla. Quizás su mayor éxito no fue vender millones de discos, sino crear un recuerdo imborrable en la memoria de un país que, de vez en cuando, todavía sonríe al escuchar ese primer acorde.