«Si te despiertas con la boca seca, tu cerebro podría haberse quedado sin oxígeno durante la noche; y deberías ir al médico hoy mismo»: Dr. Manuel Rivas (65), neumólogo, sobre la apnea del sueño que no sabes que tienes

Un gesto tan común como amanecer con la boca pastosa podría ser la señal de alarma que tu cuerpo te envía. Detrás de este síntoma aparentemente inofensivo se esconde una amenaza silenciosa para tu salud cardiovascular y cerebral.

Despertarse con la boca seca puede parecer una molestia sin importancia, pero la realidad es que tu cerebro podría haber lanzado una señal de socorro durante toda la noche. Según advierte el Dr. Manuel Rivas, un neumólogo con una larga trayectoria, este síntoma tan común podría ser la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. La advertencia es clara, y es que si te despiertas con la boca seca, tu cerebro podría haberse quedado sin oxígeno durante la noche, una situación que merece una visita al médico sin más dilación. ¿!– /wp:paragraph –>

La contundencia del Dr. Rivas no deja lugar a dudas: «y deberías ir al médico hoy mismo». Esta afirmación tan directa busca sacudirnos y hacernos prestar atención a un detalle que millones de personas normalizan cada mañana. Lo que ignoramos es que nuestro órgano pensante, para funcionar correctamente, necesita un suministro constante de oxígeno, especialmente durante el descanso nocturno. La posibilidad de que no lo esté recibiendo es alarmante, y es que la apnea del sueño que no sabes que tienes podría estar detrás de todo, un trastorno que te roba el aliento mientras duermes y pone en jaque tu bienestar.

¿UN SÍNTOMA INOFENSIVO? LA TRAMPA EN LA QUE TODOS CAEMOS

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Casi nadie le da importancia. Lo achacamos al aire acondicionado, a una cena salada o simplemente a no haber bebido suficiente agua antes de acostarnos, pero la cruda realidad es que podría ser un indicativo mucho más serio. Mientras intentamos quitarnos esa desagradable sensación con un buen vaso de agua, la verdadera causa podría ser que has pasado horas respirando por la boca porque tu vía aérea principal se estaba obstruyendo, un mecanismo de supervivencia de tu cuerpo que delata un problema subyacente que afecta a tu actividad cerebral. Es un grito de auxilio silencioso que hemos aprendido a ignorar por completo.

La lógica es aplastante, pero se nos escapa. Si tu nariz se bloquea o, peor aún, tu garganta se relaja y colapsa intermitentemente, tu cuerpo busca una ruta de emergencia para obtener aire: la boca. El problema es que esta vía no está diseñada para filtrar ni humedecer el aire como la nariz, lo que provoca esa sequedad tan característica. Sin que tú te enteres, mientras sueñas, tu mente está gestionando una crisis respiratoria que se repite una y otra vez, un estrés nocturno que deja huellas mucho más profundas que una simple molestia matutina al despertar.

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EL ENEMIGO SILENCIOSO QUE TE ROBA EL ALIENTO (Y ALGO MÁS)

La apnea del sueño es ese ladrón que entra en tu dormitorio cada noche sin que te des cuenta. Su nombre suena técnico, pero su mecanismo es terroríficamente simple: dejas de respirar. Estas pausas, que pueden durar desde unos pocos segundos hasta más de un minuto, son un auténtico cortocircuito para tu organismo. Mientras estás en los brazos de Morfeo, el nivel de oxígeno en tu sangre se desploma peligrosamente con cada pausa respiratoria, forzando a tu sistema nervioso a provocar un microdespertar para que recuperes el aliento. No te acuerdas de nada, pero tu descanso se ha hecho añicos.

Estos microdespertares son la clave del misterio. No llegas a ser consciente de ellos, pero impiden que alcances las fases de sueño profundo y reparador, esas que son vitales para la recuperación física y mental. Imagina que tu cuerpo y tu cerebro intentan reiniciar el sistema cada noche, pero alguien pulsa el botón de reset cien, doscientas o incluso trescientas veces. El resultado es un descanso fragmentado y de pésima calidad, porque la apnea del sueño te impide completar los ciclos de sueño necesarios para una correcta recuperación nocturna, dejándote agotado y afectando directamente a tu cognición diurna sin que entiendas el porqué.

CUANDO TU CEREBRO PIDE AUXILIO Y NO LO ESCUCHAS

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Cada una de esas caídas de oxígeno nocturnas, conocidas como hipoxemias, es un pequeño golpe para tus neuronas. El cerebro es un órgano increíblemente demandante, consume cerca del 20% del oxígeno que respiramos, por lo que es extremadamente sensible a su falta. Cuando el suministro falla noche tras noche, año tras año, las consecuencias se acumulan, y es que la falta de oxigenación crónica puede afectar a la memoria, la concentración y la capacidad de tomar decisiones, provocando un envejecimiento prematuro de tus funciones cognitivas que a menudo se confunde con el simple estrés o el paso del tiempo.

Pero la amenaza no se detiene en la cabeza. Ese esfuerzo titánico que tu cuerpo realiza para volver a respirar somete al sistema cardiovascular a una tensión brutal. El corazón tiene que bombear más fuerte para distribuir el poco oxígeno disponible, lo que dispara la presión arterial y aumenta el riesgo de arritmias. Con el tiempo, esta situación eleva exponencialmente el peligro de sufrir un infarto, un ictus u otros accidentes cardiovasculares graves, convirtiendo a la apnea no tratada en uno de los mayores factores de riesgo ocultos para la salud neurológica y cardíaca en la población adulta.

MÁS ALLÁ DE LA BOCA SECA: LAS OTRAS SEÑALES DE ALARMA

Aunque la boca seca es un chivato sorprendentemente fiable, no suele venir sola. El cuerpo, en su sabiduría, nos envía un completo repertorio de señales que, si las conectamos, dibujan un mapa muy claro del problema. El más conocido, sin duda, es el ronquido, pero no uno cualquiera. Hablamos de un ronquido estruendoso, irregular, que se ve interrumpido por silencios inquietantes. Es en esos silencios cuando se produce la apnea, y es que la persona a menudo emite un fuerte resoplido o jadeo justo después, que es el sonido del cuerpo luchando por respirar, un síntoma que la pareja de quien lo sufre suele detectar con gran preocupación y que indica un posible desgaste cerebral.

El campo de batalla nocturno deja secuelas visibles durante el día. Levantarse con dolor de cabeza es otro clásico, producto de la dilatación de los vasos sanguíneos del cerebro para intentar captar más oxígeno durante la noche. A esto se suma una somnolencia diurna abrumadora, esa necesidad irrefrenable de echar una cabezada en el sofá, en el transporte público o, peligrosamente, al volante. Además, la irritabilidad y los cambios de humor inexplicables suelen ser consecuencia directa de un cerebro que no ha descansado, afectando a tu rendimiento mental y a tus relaciones personales sin que logres identificar la causa raíz.

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«DEBERÍAS IR AL MÉDICO HOY MISMO»: EL MOMENTO DE ACTUAR

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El primer paso, y el más difícil, es dejar de buscar excusas y asumir que algo podría no estar bien. La idea de tener un trastorno del sueño asusta, pero el verdadero miedo debería ser vivir con él sin saberlo. Acudir al médico de cabecera para explicarle lo que te ocurre es fundamental. Él sabrá valorar la situación y, si lo considera necesario, derivarte a un especialista en sueño. La prueba diagnóstica por excelencia es la polisomnografía, y es que un estudio del sueño monitorizará tu respiración, niveles de oxígeno y actividad cerebral durante una noche, ofreciendo un veredicto claro y definitivo sobre lo que ocurre mientras duermes y cómo proteger tu bienestar cerebral.

Afortunadamente, una vez diagnosticado, el problema tiene solución. Los tratamientos, como el conocido CPAP (un dispositivo que envía un flujo de aire continuo para mantener la vía aérea abierta), son increíblemente eficaces y cambian la vida de las personas de la noche a la mañana, literalmente. Dejar atrás la boca seca, los ronquidos y el agotamiento constante es posible. Proteger tu cerebro y tu corazón de los estragos de la falta de oxígeno no es una opción, es una necesidad. Porque recuperar la calidad de tu sueño es recuperar el control de tu salud y exprimir al máximo tu potencial cognitivo cada día.

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