En política algunas señales no deben ignorarse. El ascenso de Aliança Catalana, la formación liderada por Sílvia Orriols, ha sido una de las grandes sorpresas de los últimos meses en Cataluña.
Con un discurso duro sobre la inmigración, un independentismo inflexible y una retórica muy alejada de los consensos democráticos que han marcado la etapa autonómica, el crecimiento del partido en las encuestas, y en los debates, ya está alterando la agenda política catalana. Y aunque el partido no tiene intención de presentarse a nivel estatal, su auge podría tener consecuencias más amplias de lo que su radio de acción territorial sugiere.
La razón no está en Aliança como fenómeno aislado, sino en el clima político más amplio en el que surge, donde el descontento, la polarización y el deterioro de los proyectos políticos tradicionales generan espacio para discursos que hasta hace poco eran marginales.
Si Vox supuso en su momento la aparición de una nueva derecha nacionalista española, el fenómeno de Orriols apunta hacia un terreno aún más radical, con la diferencia de que, en su caso, la bandera es la catalana.
MALESTAR
Los factores que explican el crecimiento de Aliança Catalana no son ajenos al resto de Europa. El desencanto con las instituciones, el agotamiento de los grandes partidos y la sensación de pérdida de control son ingredientes comunes en el avance de las nuevas derechas, ya sean centralistas o soberanistas.
En el caso catalán, a esto se suma el hartazgo de un sector del independentismo con la estrategia de negociación de ERC y Junts, la percepción de inseguridad, a menudo sobredimensionada o instrumentalizada, y una narrativa identitaria que presenta a la inmigración como amenaza directa al país. Este tipo de discursos no son nuevos.
Pero sí lo es su capacidad de conectar con una parte del electorado que se siente huérfano de representación. No es casual que Aliança tenga más implantación en ciudades intermedias o pequeñas que en la Barcelona metropolitana. Hay una fractura territorial en la experiencia cotidiana, en cómo se percibe la gestión del espacio público, la seguridad, o la convivencia.

Ese contraste ha sido hábilmente aprovechado por la formación de Orriols para presentar un relato simple y contundente: el «Catalunya pels catalans».
UN ESPEJO PARA VOX
El caso de Aliança plantea una paradoja: siendo un partido soberanista, comparte con Vox varios de los marcos discursivos que definen hoy la nueva derecha populista en Europa: rechazo al multiculturalismo, defensa de una identidad cultural homogénea y crítica a los consensos de la globalización.
Ambos parten de diagnósticos similares, aunque sus propuestas apunten en direcciones diferentes. Y esto es lo que ha generado inquietud entre analistas y partidos: ¿puede abrirse ahora un espacio para una formación a la derecha de Vox en el conjunto de España? Por ahora, no hay señales concretas de que esto esté en marcha. Pero el terreno político parece cada vez más fértil para proyectos de este tipo.
La normalización del discurso contra la inmigración, el uso sistemático de retóricas del miedo y el enfrentamiento, y la fragilidad de los discursos alternativos abren posibilidades que hace unos años parecían improbables. Vox, en su intento de ampliar base, ha moderado algunos aspectos de su mensaje; en ese movimiento, puede perder parte del electorado más radical, que empieza a mirar a su derecha.
OLA EUROPEA
El fenómeno no es exclusivamente español ni catalán. La derecha populista europea está en expansión. Gobierna en Italia, condiciona al ejecutivo en Francia, lidera el discurso en Países Bajos y ha marcado una transformación profunda del Partido Republicano en Estados Unidos. Lejos de ser un desvío momentáneo, esta corriente está reconfigurando las reglas del juego político en muchas democracias.
Las razones son múltiples, pero hay algunas constantes: desafección institucional, precariedad, inseguridad vital, caída de la confianza social. Aunque los indicadores macroeconómicos sigan siendo aceptables, la vida cotidiana de amplias capas de la población no refleja esa bonanza. Y frente a esa contradicción, surgen opciones que ofrecen respuestas rápidas y contundentes, aunque muchas veces poco realistas.
Los partidos tradicionales, tanto de derechas como de izquierdas, han sido lentos en su reacción. Han mirado con condescendencia o con desdén este tipo de movimientos, esperando que fueran fenómenos pasajeros. Pero el tiempo ha demostrado que no lo son.
POPULISMO
Como apuntaba recientemente el politólogo Víctor Lapuente, lo que estamos viendo no es simplemente un relevo de nombres, sino una transformación estructural de la política occidental. El discurso populista no es una anomalía, sino el nuevo terreno dominante. Y dentro de ese marco, el crecimiento de fuerzas como Aliança Catalana no es una excentricidad, sino un síntoma claro de cómo han cambiado las coordenadas.