Telegram sorprende con una función que expone más de lo que parece y estas son sus consecuencias, como bien advierte el informático Diego Fernández, de 33 años. Lo que muchos consideran un bastión de la privacidad en el universo de la mensajería instantánea esconde recovecos que merecen una segunda mirada, pues una simple activación puede comprometer nuestra seguridad más de lo que imaginamos. ¿Estamos realmente a salvo en la aplicación de mensajería o hemos pecado de un exceso de confianza?
La advertencia de Diego Fernández resuena con fuerza, “expone más de lo que parece”, y nos obliga a cuestionar cómo usamos nuestras herramientas digitales diarias. Millones de usuarios se refugian en la plataforma de Pável Dúrov buscando una alternativa segura, pero la clave de la privacidad a menudo reside en configuraciones que ignoramos por completo. Un simple paseo por los ajustes de la aplicación puede desvelar sorpresas que nos dejarían helados si fuéramos conscientes de su alcance.
UN ESPEJISMO DE SEGURIDAD QUE SE DESVANECE
La fama de Telegram como el epítome de la comunicación segura ha calado hondo en el imaginario colectivo. Se presenta como un refugio frente a otras plataformas, pero esta percepción puede ser un arma de doble filo, ya que la seguridad por defecto no siempre es tan robusta como se cree en todas sus funciones. Es precisamente en esa confianza ciega donde reside el peligro, al dar por sentado que la app del avión de papel nos protege de todo y de todos sin que tengamos que mover un dedo.
Este espejismo de invulnerabilidad lleva a muchos a ignorar los ajustes más cruciales de la aplicación. La diferencia entre una conversación blindada y una puerta abierta a extraños puede estar a un solo clic de distancia, pues un ajuste incorrecto en la visibilidad de nuestro perfil nos hace vulnerables a miradas indiscretas. La competencia de WhatsApp ha jugado bien sus cartas en marketing, pero la responsabilidad final siempre recae en el usuario y su curiosidad por entender qué comparte y con quién.
EL MAPA INVISIBLE: ¿QUIÉN PUEDE VERTE AHORA MISMO?
Pocos saben que en las entrañas de Telegram existe una herramienta llamada «Personas cerca», diseñada para conectar con gente en nuestro entorno inmediato. Si bien requiere una activación manual, las implicaciones son enormes y a menudo desconocidas, dado que esta funcionalidad convierte nuestro dispositivo en una baliza que emite nuestra ubicación aproximada a cualquiera. La idea de socializar puede sonar atractiva, pero el riesgo de exponer dónde vivimos, trabajamos o pasamos nuestro tiempo libre es real.
El rastro que dejamos al activar esta opción es más profundo de lo que parece a simple vista. No se trata solo de que alguien pueda vernos en un mapa en un momento puntual, sino que la información sobre nuestra ubicación puede ser recopilada y utilizada para fines maliciosos como el acoso o la vigilancia. Este servicio de mensajería ofrece una ventana al mundo, pero debemos ser conscientes de que, si no tenemos cuidado, también abre una ventana directa hacia nuestra vida privada.
LA LLAMADA QUE REVELA TU DOMICILIO: EL RIESGO DE LA IP
Por defecto, para mejorar la calidad del audio, las llamadas en Telegram se realizan de modo «peer-to-peer» (P2P), conectando directamente los dos dispositivos. Aunque suene eficiente, esto tiene una contrapartida muy seria, puesto que esta conexión directa revela la dirección IP de ambos usuarios entre sí, un dato que puede usarse para triangular una ubicación geográfica aproximada. La aplicación de Pável Dúrov permite desactivarlo, pero la mayoría ni siquiera sabe que esta opción existe.
Con una simple herramienta disponible en internet, cualquiera con ciertos conocimientos técnicos podría obtener nuestra IP durante una llamada. A partir de ahí, averiguar nuestro proveedor de internet y la ciudad o barrio desde donde llamamos es cuestión de minutos, porque el riesgo de que un desconocido obtenga datos sobre nuestra localización real es sorprendentemente alto. Esta plataforma social nos conecta, sí, pero también nos obliga a entender la tecnología que usamos para no quedar expuestos sin saberlo.
CONSECUENCIAS LEGALES: CUANDO UN «CLIC» TE PONE EN APUROS
La desinformación sobre cómo funciona Telegram no solo nos expone a nivel personal, sino también en el terreno legal. Utilizar la ubicación de alguien obtenida a través de la aplicación para fines no consentidos puede chocar frontalmente con la Ley de Protección de Datos, y el desconocimiento de la norma no exime de su cumplimiento ni de las posibles sanciones. Somos responsables de cómo configuramos nuestra privacidad, pero también de lo que hacemos con los datos ajenos.
Imaginemos un escenario donde la información de localización se usa para monitorizar a una persona o se comparte en grupos sin su permiso. En ese momento, dejamos de ser meros usuarios de una app de mensajería para convertirnos en actores de un posible ilícito, ya que la difusión de datos personales sin consentimiento puede constituir un delito con consecuencias penales. La famosa aplicación es solo una herramienta; el uso que le damos determina si nos movemos en la legalidad o cruzamos una línea muy peligrosa.
LA LETRA PEQUEÑA QUE NADIE LEE, PERO TODOS ACEPTAN
El análisis de Diego Fernández nos devuelve al punto de partida: la necesidad de ser usuarios críticos y proactivos. Las actualizaciones de Telegram seguirán llegando con nuevas funciones y mejoras, pero la esencia del problema persistirá si no cambiamos nuestros hábitos, porque la verdadera protección emana de revisar periódicamente los ajustes de privacidad de las aplicaciones que usamos. Esperar que la tecnología nos proteja por completo sin nuestra intervención es una utopía peligrosa en la era digital.
En definitiva, la comodidad que nos ofrece Telegram a menudo nos hace bajar la guardia ante los pequeños detalles que marcan la diferencia. Cada nueva función es un arma de doble filo que nos exige un mínimo de curiosidad y responsabilidad para entender su alcance, puesto que el equilibrio entre estar conectado y estar seguro es una línea fina que debemos aprender a gestionar activamente. La pregunta no es si la aplicación es segura, sino si nosotros la estamos utilizando de una forma segura.