La diabetes se ha convertido en uno de los grandes retos sanitarios del siglo XXI. Lo más alarmante no es solo el crecimiento constante de los casos en todo el mundo, sino el hecho de que casi la mitad de las personas que la padecen ni siquiera son conscientes de ello. Un estudio publicado en la revista ‘The Lancet Diabetes & Endocrinology’ revela que el 44,2% de los diabéticos mayores de 15 años desconocen que sufren esta enfermedad crónica, lo que la convierte en una amenaza silenciosa con graves consecuencias a medio y largo plazo.
La diabetes afecta hoy a más de 830 millones de personas en el planeta, según la Organización Mundial de la Salud, y las proyecciones no son optimistas. Si no se actúa con mayor rapidez, esa cifra podría alcanzar los 1.300 millones en 2050. La realidad es que, aunque los diagnósticos han aumentado en las últimas dos décadas, la proporción de pacientes que reciben un tratamiento adecuado o logran mantener niveles óptimos de glucosa sigue siendo muy baja, lo que deja en evidencia la fragilidad de los sistemas de salud frente a esta enfermedad.
1El reto del diagnóstico de la diabetes

La diabetes puede pasar desapercibida durante años, con síntomas tan leves que muchas personas no sospechan que la padecen hasta que ya hay complicaciones. Entre sus signos más frecuentes se encuentran la visión borrosa, el cansancio persistente, la sed excesiva o la necesidad de orinar con frecuencia. Sin embargo, en muchos países, especialmente en regiones como África Subsahariana Central, menos del 20% de los pacientes con diabetes saben que la tienen. Esta falta de detección convierte a la enfermedad en un enemigo invisible.
Los investigadores alertan de que el diagnóstico precoz es fundamental para evitar consecuencias irreversibles. Sin tratamiento, la diabetes puede desencadenar problemas graves como la cetoacidosis diabética, una complicación que provoca acumulación de ácidos en la sangre y puede ser mortal. Además, afecta a órganos vitales como el corazón, los riñones, los vasos sanguíneos y los ojos. En este contexto, reforzar la capacidad de los sistemas sanitarios para identificar la enfermedad de forma temprana se vuelve urgente y prioritario.