La cocaína sigue siendo uno de los temas más incómodos de la conversación pública en España, aunque los datos la sitúan a la cabeza de Europa en su consumo. En una entrevista reciente en ‘La Ventana’ de la cadena SER, el periodista y escritor David López Canales, autor del libro ‘¿Una rayita? Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello’, abordó con claridad un fenómeno tan cotidiano como silenciado. En el país donde la esperanza de vida es una de las más altas del mundo y las donaciones de órganos son un ejemplo global, también se esconde una realidad que preocupa, y es que la cocaína es barata, accesible y, sobre todo, está normalizada.
Durante su charla con los presentadores del programa, López Canales explicó que su interés por el tema nació de la necesidad de entender cómo una droga tan estigmatizada en los años ochenta se ha convertido en algo que apenas sorprende. Recordó cómo, en su juventud, la cocaína se percibía como un símbolo de lujo y poder, una sustancia reservada para quienes podían permitírsela. Hoy, sin embargo, esa imagen ha cambiado por completo, pues la cocaína ya no distingue clases, edades ni entornos, y su consumo se ha extendido con una naturalidad inquietante.
2El espejo de una sociedad agotada y productiva

Uno de los momentos más reveladores de la entrevista en ‘La Ventana’ fue cuando el periodista explicó que la cocaína es, en cierto modo, el reflejo de una sociedad hiperconsumista y cansada. “Es un producto más de consumo, pero al mismo tiempo se utiliza para escapar de esa misma dinámica, del agotamiento, de la productividad extrema”, señaló. Esta contradicción, lejos de ser anecdótica, describe un fenómeno social profundo, y es que la droga se convierte en una herramienta para seguir el ritmo que la propia sociedad impone.
Además, la cocaína arrastra una percepción cultural que la diferencia de otras drogas. Mientras que la heroína se asociaba con la marginalidad y la autodestrucción, la cocaína se consideró durante años una droga “limpia”, elegante, casi funcional. Esa imagen, sumada al silencio que la rodea, ha contribuido a su expansión. López Canales aseguró que lo más preocupante no es su consumo en sí, sino la falta de conversación sobre el síntoma colectivo de estrés, vacío y desconexión emocional que representa.