Los últimos sondeos publicados suponen un nuevo varapalo para Alberto Núñez Feijóo. A pesar de los escándalos de corrupción que afectan al PSOE, algunos aún en fase de investigación, y el creciente desgaste del Gobierno de coalición, la mayoría de encuestas no pronostican un crecimiento significativo del Partido Popular respecto a las elecciones generales de 2023.
Lejos de consolidarse como alternativa clara, el PP parece haber tocado techo electoral, mientras que Vox se dispara, erosionando el espacio del centro-derecha y empujando al líder popular hacia posiciones cada vez más extremas.
Una reciente encuesta de la consultora Opina 360 advierten que aunque el bloque de derechas podría alcanzar la mayoría para formar gobierno, el PSOE sería la fuerza más votada. El liderazgo de Feijóo queda así en entredicho, atrapado entre la presión del ayusismo, la pugna por el voto conservador que lidera Vox y una estrategia propia que no termina de cuajar ni en el electorado moderado ni en el más ideologizado.
TECHO DE CRISTAL
Los datos de intención de voto parecen confirmar una tendencia preocupante para el PP: no logra capitalizar el desgaste del Gobierno ni traducir en apoyos la polémica gestión de Pedro Sánchez. Incluso en un contexto marcado por casos que afectan al entorno del PSOE, como el conocido caso Koldo, el Partido Popular apenas logra ampliar su base.
Feijóo, que llegó prometiendo «moderación y sentido de Estado», no ha conseguido convencer ni consolidar su perfil como alternativa real. Su imagen de gestor eficaz se diluye conforme se le ve ceder ante las presiones internas del partido y las imposiciones de Vox.
Ante el estancamiento en las encuestas, Feijóo ha optado por endurecer su discurso en temas clave, en un intento de recuperar terreno ante el avance de la ultraderecha. En las últimas semanas, su respaldo a iniciativas y posturas polémicas ha sorprendido incluso a sectores moderados del PP.
Una de las propuestas más controvertidas ha sido la de imponer una especie de «carnet por puntos» para inmigrantes. Con esta propuesta, que busca supuestamente «fomentar la integración», Feijóo intenta hacer equilibrios imposibles entre el discurso xenófobo de Vox y el electorado tradicional del PP, pero ha recibido duras críticas por su carácter discriminatorio y por generar una ciudadanía de segunda.
Asimismo, la dirección nacional avaló la decisión del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, de votar en contra del reconocimiento del derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad sin injerencias administrativas.

En un pleno reciente, el Ayuntamiento se opuso a una moción que buscaba blindar los derechos reproductivos y garantizar la no interferencia institucional en decisiones como el aborto. Aunque, tras la presión popular, el PP ha rectificado.
RECHAZO A AVANCES HISTÓRICOS
Otro momento significativo ha sido la negativa del PP a apoyar la nueva ley que reduce la jornada laboral a 37,5 horas semanales, una demanda histórica de los sindicatos que se alinea con los estándares de las grandes empresas y del resto de Europa.
El rechazo del PP a esta reforma ha sido interpretado por amplios sectores sociales como una muestra de desconexión con la realidad de la mayoría trabajadora y un alineamiento con los intereses de las grandes patronales.
En política internacional, la ambigüedad del líder del PP ante el genocidio de Gaza también ha generado una gran polémica. Mientras gobiernos europeos, organismos internacionales y una gran parte de la ciudadanía han calificado los bombardeos masivos y la ocupación como un genocidio, Feijóo ha evitado usar ese término, optando por declaraciones tibias que han sido interpretadas como pasividad cómplice.
RIESGO
Todo ello alimenta una percepción creciente: Feijóo está atrapado. Por un lado, intenta no perder al votante moderado que teme la radicalización del discurso. Por otro, se ve forzado por la presión de Vox y el ala más dura del PP, liderada por Isabel Díaz Ayuso, a endurecer su postura en temas sociales, migratorios y económicos.
Este equilibrio precario no parece funcionar. Su liderazgo ya no es incuestionable y los movimientos internos del partido empiezan a mostrar señales de impaciencia. Feijóo, que en 2022 fue presentado como el «hombre de Estado» que pondría orden en el PP tras el descalabro de Pablo Casado, se encuentra ahora en una encrucijada.
Su estrategia no genera entusiasmo, sus movimientos recientes alienan a votantes clave, y su liderazgo empieza a mostrar grietas. Las encuestas no mienten: el PP no despega, y Vox amenaza con devorar el espacio que le queda. A menos que Feijóo logre redefinir su proyecto político y reconectar con las mayorías sociales, su futuro como líder está cada vez más en entredicho.