La increíble historia del espía español que se hizo pasar por un fanático de Franco para robarle a Hitler su arma más mortífera

La mente de un español anónimo que, movido por el odio a los totalitarismos, diseñó el mayor engaño de la Segunda Guerra Mundial. El único hombre en la historia condecorado por los nazis con la Cruz de Hierro y, a la vez, por los británicos como Miembro del Imperio.

La increíble historia de Joan Pujol arranca en una España rota, marcada por la figura de Franco. Este catalán, que detestaba por igual a nazis y comunistas, vio en la Segunda Guerra Mundial una oportunidad única, y su plan era tan audaz que parecía una locura destinada al fracaso absoluto. Se propuso engañar al mismísimo Hitler, pero, ¿cómo lo haría un hombre aparentemente insignificante? Su peripecia demuestra que la voluntad puede cambiar el rumbo de la historia.

Para ello, necesitaba convertirse en alguien que no era, un ferviente admirador del régimen franquista. Pujol cultivó una imagen de fascista convencido para ganar la confianza de los servicios de inteligencia alemanes, y logró que los nazis creyeran que era su mejor agente en suelo británico. Este fue el primer paso de un engaño maestro que acabaría salvando miles de vidas y que tiene como protagonista a un español excepcional.

¿UN HOMBRE CORRIENTE CONTRA DOS IMPERIOS?

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La aversión de Pujol hacia los totalitarismos no nació en Berlín, sino en su propia tierra. La Guerra Civil le mostró la cara más cruel de los dos extremos ideológicos, consolidando un profundo rechazo hacia ellos, y odiaba el fascismo y el comunismo con una intensidad que le llevó a actuar por su cuenta. Decidió que su lucha no sería con un fusil, sino con su ingenio, en una España de posguerra asfixiante y temerosa.

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No era militar ni diplomático; solo un hombre con una familia y un modesto negocio avícola. Sin embargo, su capacidad de observación y su teatro innato eran sus mejores armas. Convencido de que debía hacer algo «por el bien de la humanidad», y se juró a sí mismo que contribuiría a la derrota del nazismo aunque le costara la vida. Su audaz plan empezó a tomar forma mucho antes de que el mundo entero supiera su nombre.

EL NACIMIENTO DE UN ESPÍA QUE NADIE QUERÍA

Con una determinación de hierro, Pujol se presentó en la embajada británica en Madrid hasta en tres ocasiones para ofrecer sus servicios como espía. Lo rechazaron todas las veces. ¿Quién era aquel español sin contactos ni experiencia? Para ellos era un riesgo, y los británicos no confiaron en él, pensando que podría ser un agente doble del propio Franco. Pero la negativa solo avivó su ingenio, llevándole a trazar un plan B mucho más arriesgado.

Si los Aliados no le querían, se haría tan valioso para los alemanes que los británicos no tendrían más remedio que reclutarle. Se hizo pasar por un fanático del franquismo y contactó con los servicios de inteligencia nazis en la capital, y les vendió la idea de que podía crear una sofisticada red de espionaje en Gran Bretaña para ellos. Los alemanes, fascinados por su aparente fervor ideológico, le creyeron y le dieron el nombre en clave: «Arabel».

LA TELARAÑA DE MENTIRAS QUE ENGAÑÓ A UN REICH

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Desde Lisboa, y sin haber pisado jamás el Reino Unido, Pujol comenzó a enviar informes a los alemanes. Su fuente de información era sorprendentemente simple: una guía turística de Inglaterra, mapas y noticieros que compraba en los quioscos. Con estos mimbres, y creó una red ficticia de veintisiete agentes repartidos por toda Gran Bretaña, cada uno con su propia historia. El control alemán era tan férreo bajo la dictadura de Franco que nadie sospechó del increíble engaño.

Sus informes eran tan detallados y creíbles que los nazis estaban encantados con su nuevo agente. Mezclaba información verídica intrascendente con datos falsos de gran impacto estratégico. Fueron precisamente estos informes, interceptados por la inteligencia británica, los que les alertaron, y el MI5 se dio cuenta de que un agente desconocido estaba operando y confundiendo a los alemanes con una eficacia asombrosa. Habían encontrado, sin buscarlo, a su espía perfecto. El legado del Generalísimo Franco tenía estas curiosas ramificaciones.

EL DÍA D: LA OBRA MAESTRA DEL AGENTE ‘GARBO’

Ya en Londres y bajo el nombre clave «Garbo» para el MI5, Pujol se convirtió en la pieza central de la Operación Fortitude. Su misión era crítica: convencer a Hitler de que el desembarco principal ocurriría en el paso de Calais, y no en Normandía. Su red fantasma de espías comenzó a enviar un torrente de mensajes, y Garbo informó a los alemanes del desembarco en Normandía, pero lo presentó como una simple maniobra de distracción. Este movimiento fue una genialidad absoluta. El gobierno de Franco observaba desde la distancia.

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El Alto Mando alemán se tragó el anzuelo por completo. Hitler, convencido por los informes de su «mejor agente», mantuvo dos divisiones Panzer cruciales esperando en Calais durante semanas, incluso después de que el Día D ya hubiera comenzado. Esta duda sembrada por un solo hombre, y fue clave para que los Aliados pudieran establecer una cabeza de playa sólida en Normandía, cambiando el curso definitivo de la guerra. La España de Franco nunca reconoció a un héroe como él.

CONDECORADO POR EL ENEMIGO, OLVIDADO POR LA HISTORIA

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La culminación de su espectacular engaño llegó con una ironía insuperable, casi de película. Los alemanes, agradecidos por sus «valiosos» servicios y sus avisos, le concedieron la Cruz de Hierro, una de sus más altas distinciones militares. Pocos meses después, y el rey Jorge VI le nombraba Miembro de la Orden del Imperio Británico por su papel decisivo en la victoria aliada. Es el único caso conocido en toda la guerra, un reflejo del odio que sentía por la dictadura franquista.

Tras la guerra, Pujol temía ser un objetivo para los nazis supervivientes y desapareció del mapa. Con la ayuda del MI5, fingió su muerte por malaria en Angola y se refugió en Venezuela, donde vivió anónimamente durante décadas regentando una pequeña librería. Su historia no se conoció hasta 1984, cuando fue localizado por el historiador Nigel West. El espía que engañó a Hitler, el hombre que detestaba a Franco, murió en Caracas en 1988, dejando un legado imborrable de astucia y valentía silenciosa.

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