Carlos Ríos (35), dietista-nutricionista: «La fruta que te comes de postre es el mayor error si quieres adelgazar: estás activando esta hormona que almacena grasa»

¿Un postre saludable que te impide adelgazar? Descubre por qué. El momento del día en que comes ciertos alimentos puede cambiarlo todo.

La fruta que eliges como postre pensando que es la opción más ligera y saludable podría ser la razón por la que la báscula no se mueve. Aunque suene contradictorio, este gesto tan aplaudido tiene una cara B que pocos conocen. ¿Y si te dijeran que ese final dulce para tu comida está enviando la señal equivocada a tu cuerpo? Sigue leyendo, porque lo que vas a descubrir puede cambiar por completo tu forma de ver este alimento.

Este hábito, repetido día tras día, podría estar detrás de un bloqueo metabólico que te frustra sin que sepas por qué. De hecho, el problema no es el alimento en sí, sino el momento exacto en que lo consumes y cómo interactúa con el resto de lo que has comido. La clave está en una respuesta hormonal silenciosa pero muy poderosa, una que decide si la energía se usa o, por el contrario, se almacena donde menos te apetece.

¿EL POSTRE MÁS SANO ES EN REALIDAD TU ENEMIGO SECRETO?

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Durante años hemos creído que cambiar un postre ultraprocesado por una fruta era la mejor decisión posible. Y en parte lo es, pero el contexto importa más de lo que imaginas. Lo que nadie te contó es que ese gesto bienintencionado tras una comida abundante envía una señal confusa a tu organismo. Este alimento de origen vegetal, consumido en el momento equivocado, puede jugar en tu contra, generando un efecto que nadie busca al intentar cuidarse.

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La cuestión es que tu cuerpo no procesa esta pieza de fruta de la misma forma si llega a un estómago vacío o si aterriza sobre un guiso, pasta o un buen filete. La digestión previa de grasas, proteínas y otros carbohidratos lo cambia todo. De repente, un manjar dulce y lleno de vitaminas se convierte en un excedente de azúcar que tu cuerpo no sabe cómo gestionar y que tomará el camino más fácil: convertirse en reserva.

LA HORA LO CAMBIA TODO: EL TIMING ES LA CLAVE

Imagina tu metabolismo como un controlador aéreo increíblemente eficiente. Cada nutriente que llega es una aeronave que debe ser dirigida a su pista de aterrizaje correcta. Cuando comes una comida completa, el controlador ya está gestionando un tráfico denso de carbohidratos, proteínas y grasas. En ese preciso instante, la energía de los alimentos principales está siendo procesada y distribuida por el cuerpo. Todo funciona según lo previsto, en un orden perfecto.

Pero de pronto, cuando la operación está en pleno apogeo, aparece un nuevo avión cargado de fructosa: la fruta del postre. El controlador aéreo (tu metabolismo) se ve desbordado por esta llegada inesperada. Lo que ocurre entonces es que este azúcar rápido no encuentra una pista de aterrizaje libre para ser usado como energía inmediata, ya que las necesidades del cuerpo están cubiertas, por lo que se desvía directamente al hangar de almacenamiento.

INSULINA, LA HORMONA QUE GUARDA LA LLAVE DE LA GRASA

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Cuando terminas tu plato principal, tus niveles de glucosa en sangre suben, y el páncreas libera insulina para que las células puedan absorber esa energía. Es un proceso natural y necesario. El problema es que esta primera oleada de insulina ya ha dejado a tus células energéticamente satisfechas. Están, por así decirlo, con el cartel de «completo» colgado en la puerta, cumpliendo su función a la perfección.

Y justo entonces, aparece la fruta. Su fructosa provoca un segundo pico de insulina, una nueva orden para almacenar energía. Como las células musculares y el hígado ya tienen suficiente glucosa, esta hormona no tiene más remedio que activar la lipogénesis. Dicho de otro modo, la insulina abre las puertas de las células grasas para que guarden todo ese excedente de azúcar, transformando un postre saludable en un creador directo de grasa corporal.

ENTONCES, ¿CUÁNDO ES EL MEJOR MOMENTO PARA COMERLA?

Si la fruta después de comer no es la mejor idea si buscas perder grasa, la pregunta es obvia: ¿cuándo la comemos? La respuesta es más sencilla de lo que parece y te permitirá seguir disfrutando de sus beneficios sin efectos contraproducentes. La clave es consumirla de forma aislada, cuando tu sistema digestivo no esté ocupado con una batalla campal de nutrientes.

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El momento ideal es a media mañana o a media tarde, como un tentempié entre horas. En ese contexto, la fructosa se asimila de forma óptima y se utiliza como una fuente de energía rápida y eficiente, dándote ese empujón que necesitas para seguir con tu jornada. De esta manera, este bocado saludable cumple su verdadera función: nutrirte y recargarte sin interferir en los grandes procesos digestivos del día.

RECONCÍLIATE CON LA FRUTA Y DALE EL LUGAR QUE MERECE

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Que no cunda el pánico. Nadie está diciendo que la fruta sea mala, ni mucho menos. Es una fuente insustituible de vitaminas, fibra y antioxidantes que debe formar parte de cualquier dieta equilibrada. El único matiz, el pequeño detalle que lo cambia todo, es aprender a jugar a favor de tu metabolismo. Se trata de estrategia nutricional, no de prohibición, de darle a tu cuerpo lo que necesita en el momento en que realmente puede aprovecharlo.

Así que la próxima vez que te apetezca una manzana, un plátano o un puñado de bayas, no lo dudes. Simplemente, piensa si es el momento adecuado. Al convertir la fruta en tu aliada para picar entre horas, no solo evitarás la activación de esos mecanismos de almacenamiento de grasa, sino que también estarás aportando a tu organismo un chute de energía limpia y natural justo cuando más lo necesita. Es un pequeño cambio con un impacto gigante.

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