Desde hace unas semanas, el COVID vuelve a ocupar titulares por una nueva mutación que ha despertado curiosidad y cierto temor: la llamada “variante Frankenstein”. Su nombre ya da pie a imaginar algo inquietante, un virus que se reinventa mezclando fragmentos de otros para burlar nuestras defensas. Sin embargo, más allá del impacto mediático, lo importante es entender qué hay de verdad detrás de este fenómeno y qué dicen los expertos sobre su posible riesgo.
El COVID ha demostrado una enorme capacidad para mutar desde su aparición. La variante XFG, oficialmente bautizada como Stratus, es un ejemplo más de esa constante evolución. Lejos de ser un monstruo de laboratorio, se trata de un linaje recombinante, nacido de la unión de dos subvariantes de ómicron, la LF.7 y la LP.8.1.2. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la catalogó como “variante bajo monitoreo” el pasado junio, lo que significa que debe vigilarse, pero sin pruebas de que implique un peligro superior.
2Vacunas y protección ante la variante XFG

Uno de los grandes interrogantes que despierta el COVID en su nueva forma es la eficacia de las vacunas. Los datos iniciales son tranquilizadores, pues las formulaciones actuales, especialmente las basadas en la subvariante JN.1, continúan ofreciendo una buena protección frente a XFG. Es cierto que los niveles de anticuerpos neutralizantes pueden reducirse aproximadamente a la mitad, pero esto no elimina la defensa inmunitaria. En las personas vacunadas recientemente con dosis de refuerzo, el riesgo de hospitalización sigue siendo bajo.
Esto refuerza la idea clave de que la vacunación continúa siendo una herramienta eficaz para controlar las variantes del COVID, incluso cuando surgen combinaciones inesperadas como esta. Mantener los programas de inmunización actualizados y fomentar la vigilancia genómica son pasos esenciales para anticiparse a posibles cambios más relevantes en el futuro.