Pedir el vino de la casa en La Rioja parece un gesto de confianza, casi una apuesta segura en la cuna del buen beber. Llegas a un restaurante, abres la carta y, ante la duda, te lanzas a por esa opción cómoda y sin complicaciones que te ofrece el camarero. Sin embargo, lo que se presenta como una elección lógica puede ser una trampa bien diseñada, ya que, según los expertos, el vino de la casa suele ser una estrategia para maximizar beneficios con productos de muy baja calidad. ¿Y si esa copa amable fuera en realidad el peor negocio que hagas ese día?
La idea resuena con fuerza en boca de un sumiller que ha visto de todo en las barras y comedores de esta tierra de viñedos. Nos advierte de que detrás de esa aparente sencillez se esconde a menudo una estudiada operación de marketing, pues los restaurantes compran estos vinos a granel por precios irrisorios para luego venderlos a un margen desorbitado. La próxima vez que te ofrezcan el vino de la casa, piénsalo dos veces, porque podrías estar pagando oro por un producto que ni el propio dueño del local bebería en una celebración.
¿EL SECRETO PEOR GUARDADO DE LA HOSTELERÍA?

Seguro que te ha pasado. Estás en un sitio nuevo, quizás durante una escapada de enoturismo en La Rioja, y no quieres complicarte la vida eligiendo entre decenas de referencias que no conoces. La opción «de la casa» parece honesta, una recomendación implícita del lugar. Pero la realidad es que esa botella sin nombre ni historia es una máquina de hacer dinero, porque el margen de beneficio de este vino puede superar el 500 % para el restaurador. Un negocio redondo para ellos, pero un completo desastre para tu bolsillo.
El problema va más allá de lo puramente económico. Al aceptar esta sugerencia, depositamos nuestra confianza en el criterio del restaurante, esperando que nos ofrezcan algo digno, representativo de la zona. Es una pena que en una región como La Rioja, con su increíble cultura vinícola, se recurra a esta práctica, ya que esta práctica erosiona la confianza del cliente que busca una recomendación honesta. Es, en esencia, una forma sutil de dar gato por liebre aprovechándose del desconocimiento o la pereza del comensal.
EL «VINO DE LA CASA»: UN CONCEPTO MANIPULADO
El nombre en sí mismo evoca calidez y tradición, pero la realidad suele ser mucho más industrial y gris. Piénsalo bien, ¿qué significa realmente «de la casa»? A diferencia de un vino con su propia etiqueta, bodega y denominación, este es un producto anónimo. Un vino sin rostro que puede cambiar de una semana a otra según la oferta más barata que encuentre el gerente, ya que un vino de la casa rara vez tiene una identidad fija, convirtiéndose en un mero producto de rotación. No representa la esencia de La Rioja, sino la del mejor postor.
Estos caldos suelen proceder de grandes excedentes de producción, vinos que no han alcanzado la calidad mínima para ser embotellados bajo una marca comercial o que se elaboran con las uvas menos nobles. Mientras la imagen que tenemos de los vinos riojanos es la de barricas y viñedos cuidados, estos vinos genéricos provienen de cooperativas industriales que priorizan el volumen por encima de cualquier otro atributo. Se alejan por completo del trabajo artesanal que ha dado fama mundial a esta región y que cualquier viajero merece descubrir.
CÓMO DETECTAR LA TRAMPA ANTES DE CAER EN ELLA

La próxima vez que te encuentres en esta tesitura, no te cortes y pregunta con naturalidad. Cuestiones tan simples como «¿De qué bodega es?» o «¿Qué tipo de uva lleva?» suelen desarmar a quien va de farol. Un restaurante orgulloso de su selección te dará todos los detalles con una sonrisa, pero si la respuesta es vaga o evasiva, desconfía, ya que la falta de información específica sobre el origen y la composición del vino es la mayor señal de alarma. Si no saben o no quieren decírtelo, es que probablemente no hay nada bueno que contar.
Otro truco infalible es comparar su precio con el del vino más barato de la carta con etiqueta. Si una copa del vino de la casa cuesta tres euros y la botella más económica, de una bodega decente de La Rioja, cuesta dieciséis o dieciocho, echa cuentas. Te darás cuenta de que por un poco más aseguras un salto de calidad abismal, porque a menudo el precio por copa del vino de la casa está inflado para que parezca una ganga frente a la botella. Es una estrategia de precios diseñada para guiarte hacia la opción más rentable para el local.
LA LETRA PEQUEÑA QUE TU PALADAR SÍ NOTARÁ
Puede que la cartera no se dé cuenta del «sablazo» hasta el final, pero tus papilas gustativas lo notarán al instante. Un vino de batalla, como se conoce en el argot, suele ser plano, sin matices, y con una acidez mal integrada que raspa en la garganta. Es el típico vino que al día siguiente te regala un buen dolor de cabeza, porque la presencia de defectos como aromas a humedad o un sabor metálico es común en estos vinos de baja gama. No te aportará ningún placer, simplemente cumplirá la función de ser un líquido con alcohol para acompañar la comida.
En cambio, incluso el crianza más humilde de La Rioja te ofrecerá una experiencia mucho más gratificante. Encontrarás aromas a fruta, a vainilla de la barrica, y un equilibrio en boca que invita a seguir bebiendo. Un buen vino, aunque sea económico, te deja un buen recuerdo y eleva la calidad de la comida, porque la diferencia entre un vino anónimo y uno con denominación de origen es un abismo en complejidad y disfrute. No hace falta ser un experto para notar que uno es un producto industrial y el otro, el fruto de un trabajo bien hecho.
ENTONCES, ¿QUÉ BEBO PARA NO EQUIVOCARME?

No dejes que una mala experiencia te impida disfrutar del increíble universo vinícola que te rodea. En lugar de ir a lo fácil, explora la carta y busca los vinos jóvenes o los crianzas de bodegas conocidas de La Rioja. Suelen tener una relación calidad-precio imbatible y son una apuesta segura, ya que pedir una botella de un productor local conocido casi siempre garantiza una calidad infinitamente superior por un coste ligeramente mayor. Te sorprenderá lo que puedes encontrar por apenas unos euros más de lo que te habrían cobrado por ese brebaje de la casa.
Al final, se trata de una cuestión de respeto. Respeto por el trabajo de los viticultores que se esfuerzan por crear algo especial y, sobre todo, respeto por ti mismo y por tu dinero. Un viaje a La Rioja es una oportunidad para celebrar su cultura, y el vino es su pilar fundamental. La próxima vez, invierte cinco minutos en elegir bien, pregunta sin miedo y brinda con algo que de verdad merezca la pena, porque disfrutar de una buena copa es uno de los grandes placeres de la vida y no merece la pena arruinarlo por un ahorro mal entendido.