La comida rápida forma parte de nuestro día a día, una solución cómoda y sabrosa para agendas apretadas. Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué hay más allá del mostrador?, pues la verdad sobre lo que comemos es mucho más compleja de lo que imaginamos y esconde secretos que cambiarían tu percepción. Hay historias que solo conocen quienes trabajan dentro, verdades incómodas que rara vez salen a la luz y que ahora empiezan a desvelarse.
Jorge Pergo, con más de dos décadas de experiencia gestionando locales para gigantes del fast food, conoce cada detalle. Por eso, cuando alguien como él habla, el sector tiembla, porque un veterano del sector ha decidido romper su silencio y contarlo todo y su revelación no se centra en mitos conocidos, sino en un producto concreto. Un elemento del menú que millones de personas consumen sin sospechar lo que realmente esconde en su interior. ¿Te atreves a descubrirlo?
¿QUÉ OCURRE REALMENTE EN LAS COCINAS?
El ritmo en cualquier cocina de comida rápida es frenético, una cadena de montaje perfectamente engrasada donde cada segundo cuenta. Los clientes esperan inmediatez y el sistema está diseñado para ofrecerla, pero la velocidad es el único objetivo que importa por encima de todo y esto obliga a seguir protocolos muy estrictos. En este ambiente de alta presión, la eficiencia se impone a cualquier otra consideración, marcando la diferencia entre el éxito y el fracaso del turno.
Esta cultura de la inmediatez genera una camaradería especial entre los empleados de las cadenas de hamburguesas. Se comparten trucos, atajos y, sobre todo, confidencias sobre los productos que sirven, porque existen códigos no escritos que todos los trabajadores conocen y respetan para sobrellevar la jornada. Uno de esos códigos es saber qué pedir en tu descanso y, más importante aún, qué no pedir bajo ningún concepto, un secreto a voces entre el personal.
EL SILENCIO CÓMPLICE DE LOS EMPLEADOS
La mayoría de los trabajadores de la industria de la restauración rápida son jóvenes que necesitan el empleo y no quieren problemas. Saben que señalar las prácticas internas podría costarles el puesto, de modo que el miedo a las represalias es una razón de peso para no hablar y prefieren callar. Se convierte en una especie de pacto no verbal, una lealtad forzada por la necesidad que mantiene los secretos a salvo de la opinión pública y de los consumidores.
Jorge Pergo (55) fue parte de ese sistema durante más de veinte años, ascendiendo desde la base hasta la gerencia. Ahora, ya fuera del sector, siente la responsabilidad de hablar sobre su experiencia en la comida rápida, pues su testimonio es una pieza clave para entender este universo desde dentro como pocos pueden hacerlo. No lo mueve el rencor, sino el deseo de que el consumidor sepa la verdad que se oculta detrás de las brillantes fotos del menú.
LOS INGREDIENTES QUE NADIE QUIERE VER
Mucha gente asume que la comida rápida es poco saludable, pero pocos se detienen a pensar en la ingeniería que hay detrás. Hablamos de aditivos, potenciadores de sabor y conservantes diseñados para que un producto sepa siempre igual, ya sea en Madrid o en Tokio, porque muchos productos se diseñan en laboratorios para maximizar el sabor y la adicción del cliente. Esta estandarización es la clave del éxito de estas cadenas, pero también su punto más oscuro y polémico.
El problema se agrava cuando analizamos ciertos productos del menú de bajo coste que prometen más de lo que ofrecen. Para que los números cuadren y el margen de beneficio sea alto, a menudo se recurre a materias primas de calidad cuestionable, ya que el objetivo principal es reducir costes utilizando materias primas muy procesadas y que aguanten mucho tiempo. Es aquí donde Jorge sitúa el foco, en un producto que es el ejemplo perfecto de este ahorro de costes.
Y EL PRODUCTO MENOS RECOMENDABLE ES…
La revelación de Jorge apunta a un elemento que muchos piden pensando que es una opción más elaborada o incluso «gourmet» dentro de la oferta de comida rápida. Es uno de esos productos de temporada o promociones especiales que generan largas colas, pues el verdadero ‘villano’ del menú es un producto que pasa desapercibido para la mayoría. Su apariencia es apetitosa y su marketing es brillante, pero la realidad, según el ex-gerente, es muy diferente y preocupante.
El producto que ni los propios empleados comen es la hamburguesa que simula ser un costillar de cerdo con salsa barbacoa. Sí, ese bocadillo tan popular que aparece y desaparece del menú generando una enorme expectación en el mundo de la comida rápida, porque se trata de la famosa costilla sin hueso que imita un costillar pero cuya composición real es un misterio. Su forma característica es fruto de un molde, no de un hueso real extraído de la pieza.
«SABEMOS LO QUE LLEVA DE VERDAD»
«Nadie que haya visto cómo se fabrica se lo comería», sentencia Jorge con tranquilidad. «No es carne de costilla desmenuzada, como la gente cree», continúa explicando, «sino que está hecha con restos de carne prensada y aditivos para darle forma y una textura homogénea». A esa masa se le añaden potenciadores de sabor, una enorme cantidad de azúcar en la salsa y conservantes para que aguante semanas congelada. Es la joya de la corona de la comida basura.
La próxima vez que te enfrentes al menú de un local de comida rápida, quizás recuerdes las palabras de Jorge. Su intención no es generar una alarma, sino invitar a una reflexión sobre lo que consumimos cuando buscamos un bocado rápido, porque la clave no es prohibir, sino saber elegir con información que nos permita ser dueños de nuestras decisiones. Al final del día, la pregunta sigue en el aire: ¿realmente sabemos lo que estamos comiendo?