El pan que compras a primera hora de la mañana, ese que coges con prisas antes de entrar a la oficina, podría no ser la mejor elección del día. Mucho se habla sobre la frescura de los alimentos, pero pocas veces nos paramos a pensar en el ciclo de producción de algo tan básico como una barra de pan, cuyo horneado en los supermercados sigue una estrategia comercial muy definida. ¿Y si te dijeran que la mejor pieza, la más sabrosa y crujiente, sale del horno cuando la mayoría ya está en su puesto de trabajo?
Parece un contrasentido, ¿verdad? Uno asocia el madrugar con encontrar el producto más fresco, casi como un premio al que primero llega. Pero en el mundo de las grandes superficies, la lógica a veces sigue otros caminos. La próxima vez que te acerques a la panadería de tu supermercado, quizás recuerdes esto: el pan de primera hora a menudo es producto descongelado y horneado para cubrir la alta demanda matutina. Adentrémonos en los secretos que se esconden detrás del mostrador.
¿ES ORO TODO LO QUE RELUCE EN LA PANADERÍA?
Esa imagen idílica del pan recién hecho, humeante y esperando en la cesta a primera hora, a menudo esconde una realidad mucho más industrial. La mayoría de supermercados utilizan pan precocido y congelado, una solución logística brillante para tener producto disponible desde que se levanta la persiana. Esto no significa que sea un mal producto, pero la calidad de una masa que ha sido congelada y reactivada nunca será igual a la de una hogaza fermentada y horneada en el día.
La clave está en el proceso. Mientras que el pan artesanal requiere de largas horas de fermentación para desarrollar sabor y una buena estructura en la miga, el pan industrial busca la eficiencia. Por eso, las primeras hornadas suelen corresponder a este tipo de pan de batalla, perfecto para tostadas y bocadillos rápidos, pero su textura y durabilidad son notablemente inferiores a las de un pan elaborado con más calma y dedicación.
EL GRAN SECRETO: LA HORA CLAVE PARA COMPRAR EL MEJOR PAN
Entonces, ¿cuándo sale el «pan bueno»? Según trabajadores del sector, las mejores piezas suelen aparecer a media mañana, entre las 11:00 y las 12:00. ¿La razón? Es un movimiento estratégico. A esa hora, la compra es más pausada y los supermercados sacan un producto de mayor calidad para un cliente que se fija más en los detalles y busca algo especial para la comida principal del día. Es un pan pensado para disfrutar, no solo para consumir.
Este segundo horneado suele incluir panes con masas madre, harinas especiales o procesos de fermentación más largos, que no son rentables para la vorágine de primera hora. A media mañana, con menos gente, el personal de panadería puede dedicar más tiempo a estas elaboraciones. Por lo tanto, si buscas una barra con mejor sabor, una corteza más crujiente y una miga más alveolada, esa es tu ventana de oportunidad.
LA NOCHE ANTERIOR: ¿QUÉ PASA CON EL PAN QUE SOBRA?
Aquí entra en juego otro factor importante: la gestión del excedente. El pan que no se vende a lo largo del día no desaparece por arte de magia al cerrar las puertas. Legalmente, el pan común solo puede venderse como fresco durante las 24 horas posteriores a su cocción. Pasado ese tiempo, algunos establecimientos lo colocan en zonas específicas, claramente señalizado como «pan del día anterior» y a un precio reducido, una práctica honesta y que favorece el aprovechamiento.
Sin embargo, en la picaresca del día a día, no siempre es fácil para el consumidor saber qué está comprando exactamente. Un buen truco para distinguir un pan realmente fresco de uno que lleva ya unas horas (o más) horneado es fijarse en la corteza. Un pan del día tendrá una corteza que cruje al presionarla, mientras que un pan menos fresco tiende a volverse más elástico y gomoso. Es un gesto sencillo que te dará mucha información sobre la verdadera edad de tu hogaza.
CÓMO DISTINGUIR UN BUEN PAN A SIMPLE VISTA
No necesitas ser un maestro panadero para aprender a identificar un pan de calidad. El primer indicio es el color; una buena cocción se traduce en una corteza con diferentes tonalidades de dorado, no un color pálido y uniforme. Desconfía de las barras que parecen todas idénticas, como salidas de un molde, porque probablemente lo sean. Un buen pan suele tener un aspecto rústico e irregular, señal de que la masa ha tenido vida propia durante la fermentación.
Otro detalle fundamental es el peso. Coge dos barras de tamaño similar; la que pese más probablemente tenga una miga más densa y húmeda, lo que es sinónimo de una mejor hidratación de la harina y, por tanto, de un producto que aguantará fresco más tiempo. El aroma también es un factor decisivo; un pan de calidad debe oler a cereal tostado, a levadura, no a producto industrial sin matices.
EL FUTURO DEL PAN EN EL SUPERMERCADO: ¿CALIDAD O CANTIDAD?
El debate sobre el pan que encontramos en las grandes superficies no es nuevo, pero cada vez cobra más fuerza. Los consumidores están cada vez más informados y demandan no solo precios competitivos, sino también productos de mayor calidad, con ingredientes reconocibles y procesos más transparentes. Esto ha empujado a muchos supermercados a mejorar su oferta, incorporando obradores a la vista o colaborando con panaderos locales.
Al final, la decisión recae en nosotros. Entender que el mejor pan no siempre está disponible a primera hora es un primer paso para cambiar nuestros hábitos de compra. Quizás implique planificar un poco mejor cuándo vamos al supermercado, pero la recompensa merece la pena. Elegir una buena pieza de pan no es solo una cuestión de sabor, sino también de apostar por un modelo de producción de alimentos más honesto y sostenible.