Jordi Sevilla, Juan Lobato y García-Page preparan una corriente antisanchista

En el seno del PSOE, el debate interno nunca ha dejado de existir, pero cada cierto tiempo resurgen voces que apuntan a la necesidad de articular nuevas corrientes. En este contexto, nombres como el del exministro Jordi Sevilla, el exlíder del PSOE madrileño Juan Lobato y el exdiputado aragonés Ignacio Urquizu suenan cada vez con más fuerza como posibles impulsores de una corriente crítica hacia la actual dirección del partido, encabezada por Pedro Sánchez.

El catalizador de este movimiento no es otro que el creciente descontento en algunos sectores socialistas, especialmente en la vieja guardia felipista, ante el rumbo que ha tomado el partido en los últimos años.

Aunque no se ha oficializado ningún movimiento, fuentes cercanas al partido confirman contactos discretos entre estas figuras. La figura de Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, aparece como clave para dar cuerpo a esta corriente.

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Su peso territorial lo convierte en un posible aglutinador de una oposición interna que, aunque aún incipiente, podría ganar fuerza si se articula con inteligencia política.

ARREMANGARSE

Cualquier intento de constituir una corriente formal dentro del PSOE debe cumplir con requisitos establecidos por los estatutos del partido. Uno de los principales es reunir al menos un 5% de apoyo en cinco federaciones distintas. Se trata de una barrera significativa, diseñada para evitar la proliferación de plataformas internas de escasa representatividad, y que obliga a los críticos a ‘arremangarse’.

Por ahora, el único apoyo garantizado parece ser el de Castilla-La Mancha. Sin embargo, fuera de su comunidad autónoma, la situación es más incierta. Ni Juan Lobato, que dejó recientemente la secretaría general del PSOE madrileño, ni Jordi Sevilla, que lleva años fuera de la primera línea política, cuentan con estructuras propias que faciliten la recogida de apoyos. Ignacio Urquizu, por su parte, mantiene cierta presencia en el ámbito intelectual socialista, pero sin peso territorial evidente.

La posición de Emiliano García-Page es, por tanto, fundamental, pero también ambigua. Aunque ha sido una de las voces más firmes en contra de algunas decisiones del Gobierno central, el presidente regional duda sobre la conveniencia de apoyar a una corriente que podría desnudar la escasa fuerza que los críticos tienen dentro del partido.

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Emiliano García-Page. Foto: EP.

Y es que uno de los riesgos principales de formalizar un bloque antisanchista es precisamente el de evidenciar su debilidad. De dar el paso y fracasar en la obtención de los apoyos mínimos, no sólo se debilitaría la posición de García-Page, sino que se reforzaría indirectamente la autoridad interna de Sánchez, al demostrar que su liderazgo sigue siendo mayoritario entre las bases y las federaciones.

Además, existe la percepción de que buena parte de la militancia socialista se mantiene leal a Pedro Sánchez, especialmente tras sus victorias electorales y su capacidad para mantenerse en el poder en un entorno político altamente fragmentado. A ello se suma el desgaste reputacional que podrían sufrir los impulsores de la corriente si esta es percibida como una operación de desgaste interno más que como una alternativa ideológica coherente.

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DILEMA

Este posible movimiento plantea un dilema que ha acompañado al PSOE durante décadas: cómo gestionar la disidencia interna sin fracturar la unidad del partido. La historia socialista está plagada de tensiones entre diferentes sensibilidades: desde el enfrentamiento entre guerristas y renovadores en los 90 hasta la caída de Sánchez en 2016 y su posterior resurrección política.

En este nuevo capítulo, la corriente que podrían impulsar Sevilla, Lobato y Urquizu no se presenta como una alternativa revolucionaria, sino como un intento de recuperar un cierto ‘sentido institucional’ que, a su juicio, se ha ido diluyendo bajo el liderazgo actual.

Otra lectura posible de esta maniobra es que podría tratarse de un movimiento preparatorio para el escenario post-Sánchez. Aunque el presidente del Gobierno ha dado señales de querer agotar la legislatura y presentarse en 2027, el desgaste político y la complejidad de las alianzas parlamentarias hacen que algunos sectores socialistas ya piensen en el futuro liderazgo del partido, aunque el sanchismo se presume como hegemónico a medio y largo plazo dentro del partido.

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